Resistir y negociar, claves para el 2022

Ana Riloba / Miguel Barroso

MERCADOS

MABEL RODRÍGUEZ

El aumento del coste energético, el desabastecimiento de materias primas y la subida del transporte obliga al tejido productivo gallego a mitigar el impacto de un escenario cada vez más adverso

06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante los últimos meses del 2021 se observó un incremento notable de la incertidumbre que rodea el entorno económico provocado, fundamentalmente, por el acusado aumento del coste energético, el desabastecimiento de determinadas materias primas y su correspondiente subida de precios, así como el encarecimiento de los costes de transporte.

Cada uno de los factores anteriores impacta, en mayor o menor medida, en la actividad productiva de las empresas, en sus cuentas de resultados y en sus flujos de caja, ya de por sí negativamente impactados por los meses de recesión consecuencia de la pandemia. Si bien, existen, como es lógico, sectores especialmente sensibles a este tipo de perturbaciones observadas desde la reactivación de la actividad económica, como es el caso de la industria manufacturera, lo cierto es que otros sectores relevantes en el esquema productivo gallego también se están viendo afectados por la situación.

En este sentido, Galicia destaca por contar con empresas altamente competitivas en una gran variedad de actividades, como la industria textil, la automoción, los sectores naviero, aeronáutico, pesquero, conservero, maderero, agroalimentario, etc., así como también en nuevos sectores que van aumentando progresivamente su relevancia, como es el caso del sector biotecnológico y el de la energía... De hecho, las consecuencias de los factores anteriormente mencionados no han tardado en percibirse en las empresas gallegas.

Las empresas electrointensivas, caracterizadas por una extrema sensibilidad al coste de la electricidad al constituir este un porcentaje muy elevado sobre el total de sus costes productivos, se han visto obligadas a parar, reducir su actividad o ajustar los turnos de producción a las horas en que, comparativamente, el coste energético es menor.

Centrándonos en la automoción, la escasez de semiconductores ha ocasionado una reducción de las previsiones de venta de los grandes fabricantes, de su actividad productiva y, consecuentemente, el cierre temporal de fábricas en todo el mundo debido a la disrupción en la cadena de suministros, lo que, a su vez, está arrastrando a la industria de componentes auxiliares a enfrentarse a un aplazamiento de los pedidos que ya estaban confirmados previamente.

Prácticamente la totalidad de las marcas de automóviles han anunciado paradas de sus plantas productivas y, en consecuencia, los fabricantes de componentes se han visto forzados a adoptar medidas similares.

Las empresas del resto de subsectores están experimentando un deterioro considerable de sus márgenes y, en el caso de las empresas exportadoras, una pérdida de competitividad puesto que los incrementos de los precios de las materias primas y del coste de la electricidad no están afectando por igual a los diferentes países, lo que impactará no solo en sus resultados sino también en la disponibilidad de fondos y en la liquidez de las compañías y, en definitiva, en la viabilidad de las mismas.

Otra de las consecuencias es el replanteamiento generalizado del diseño de la cadena de suministros con el objetivo de disminuir la elevada dependencia de las empresas de un sistema altamente globalizado. Así, se espera un reordenamiento estructural de las cadenas de suministro de determinadas actividades, encaminado, por una parte, a diversificar el número de proveedores y, por otra, a reducir la distancia geográfica con los mismos y mitigar así el potencial impacto de los cortes de suministros.

Una de las primeras implicaciones que se deriva de todo lo anterior es la necesidad de adecuar temporalmente la estructura productiva a las paradas de actividad o a la disminución de la producción, mediante los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo a los que nuevamente han recurrido gran parte de las empresas pertenecientes a la industria manufacturera.

Por otra parte, las interrupciones de la actividad productiva acarrean, obviamente, retrasos o incumplimientos de los compromisos adquiridos en los contratos de suministro suscritos con clientes que hacen necesario que las empresas entablen procesos de negociación, ya sea sobre las penalizaciones o indemnizaciones que se derivan del incumplimiento o sobre las propias condiciones pactadas previamente en los contratos y que, ante las nuevas circunstancias, pueden resultar especialmente gravosas y generar desequilibrios económicos inasumibles que hagan imprescindible renegociar determinados términos contractuales.

En otros casos, la situación puede desembocar en un procedimiento de reclamación de los daños y perjuicios ocasionados como consecuencia de los incumplimientos (como por ejemplo los sobrecostes originados por la sustitución del proveedor, penalizaciones por retrasos incurridos, ...) o incluso en la rescisión unilateral del contrato.

En definitiva, durante este ejercicio 2022, las empresas que conforman una parte relevante del tejido industrial de Galicia tendrán que hacer frente al reto de lidiar con la incertidumbre que caracteriza el contexto económico internacional, resistir y mitigar las adversas condiciones de suministro en términos de abastecimiento y de coste de estos factores de producción clave para las mismas y, en paralelo, como parte de este ejercicio de resistencia, afrontar procesos de negociación o, en su caso, disputas de naturaleza económico-financiera con clientes, proveedores y trabajadores. De los resultados de dichas negociaciones o disputas dependerá también la probabilidad de superar la convulsa etapa que atravesamos y que, según muestran las previsiones, nos acompañará durante gran parte de este año 2022.

Y recuerden la frase de «no se vayan todavía, aún hay más»; en el 2022 se prevén subidas de tipos de interés y habrá que comenzar a devolver los ICO, lo que implicará otro vector de dificultad añadida a la gestión empresarial y podría aflorar empresas zombi y una subida de la morosidad relevante. Si a esto le añadimos el actual conflicto internacional entre Rusia y Ucrania, que añadirá incertidumbre a todos los factores indicados (fundamentalmente en el suministro de gas, con su consecuente impacto directo en los precios y en el crecimiento económico de la eurozona), el cóctel sin duda está servido. Ya solo nos falta que llegue el meteorito.

Ana Riloba es Directora de Deloitte; Miguel Barroso es Socio-Director zona Noroeste de Deloitte.