Mikhail Fridman, el oligarca ruso que reniega de Putin

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El dueño de los supermercados Dia dice estar «profundamente decepcionado» con la UE por haberlo incluido en la lista negra de afines al presidente ruso y ha dejado su puesto en el consejo del grupo inversor que controla la cadena

06 mar 2022 . Actualizado a las 08:47 h.

No es fácil alzar la voz contra Putin. Nada fácil. El riesgo de hacerlo es alto. Mucho. Que se lo digan si no a Mijáil Jodorkovski, el dueño de la petrolera Yukos, que fue juzgado por blanqueo de capitales y acabó dando con sus huesos en la cárcel, de la que no salió hasta el 2013 indultado por el presidente ruso, el mismo que lo metió entre rejas. Pero poco a poco, con mesura, eso sí, los oligarcas rusos comienzan a revolverse contra la invasión de Ucrania. Se juegan mucho en ese conflicto. Sobre todo, la cartera. Sin descartar, claro, que lo hagan por convicción o por razones humanitarias. No digo que no.

Uno de los primeros en hacerlo ha sido el magnate Mikhail Fridman, dueño de los supermercados Dia a través de su vehículo inversor LetterOne, quien a comienzos de semana expresaba en una carta enviada a sus empleados su «profunda» tristeza por la guerra de Ucrania y su deseo de que se detenga el «derramamiento de sangre». En ella se muestra también convencido de que «la guerra nunca puede ser la respuesta» y asegura que el conflicto actual es una «tragedia».

De poco, más bien nada, le han servido esas palabras al principal inversor ruso en España para evitar que su nombre figure en la lista negra de oligarcas afines a Putin elaborada por la UE. Una inclusión que le impide a Fridman entrar en los países de la Unión y que pasa también por la congelación de sus bienes fuera de Rusia. Tan injusta le ha parecido la decisión del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE, que ya ha anunciado que va a iniciar acciones legales para impugnar eso de que le impongan sanciones por sus supuestas relaciones con Putin.

Rechaza Fridman cualquier vinculación con el presidente ruso. Y por eso, precisamente, califica las sanciones de Bruselas de «injustas», porque se basan, según él, en «falsedades malintencionadas». De ahí que asegure estar «profundamente decepcionado» con la decisión del Ejecutivo comunitario. Y, para evitar males mayores, tanto él como su socio Petr Aven, también sancionado por Bruselas, han dejado su puesto en el consejo de administración de LetterOne. Hasta sus perfiles han sido eliminados de la web corporativa del grupo inversor dueño de los supermercados Dia.

Otra batalla más en las muchas y enconadas peleas que ha librado a lo largo de su carrera este empresario, uno de los menos mediáticos de Rusia. Pugnas hasta ahora libradas en la arena empresarial, donde ha demostrado ser un avezado inversor, que para algo es uno de los hombres más ricos de su país, con una fortuna que Forbes estima en 12.600 millones de dólares. Entiende Fridman los negocios como una guerra. «Creo que de todas las actividades humanas, la guerra es la que más se acerca de alguna manera a la actividad empresarial», es una de las muchas frases acuñadas por el magnate para referirse a su éxito en los negocios. Curioso.

Nacido en 1964 en el seno de una familia judía de Leópolis (actual Ucrania), desarrolló ese olfato para el dinero en la última década de la URSS, mientras estudiaba en el Instituto Tecnológico del Acero y Aleaciones de la entonces Universidad Tecnológica Nacional (hoy, Universidad Nacional de Ciencia y Tecnología de Moscú, MISiS). Empezó su andadura en los negocios como un fartsovschiki, que es como se conocía entonces a quienes se dedicaban ilegalmente a la compraventa de todo tipo de productos. Lo suyo era la reventa de entradas de teatro. Ahora sí que es la guerra, señor Fridman.

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