¿Cómo será este ciclo económico?

PEDRO MAS CIORDIA

MERCADOS

Trabajadores de Volkswagen en la fabrica de Zwickau (Alemania).
Trabajadores de Volkswagen en la fabrica de Zwickau (Alemania). Hendrik Schmidt | DPA

El crecimiento potencial de las principales economías mundiales y, por consiguiente, la oferta, podrían verse elevados a lo largo de los próximos años a través de dos de sus tres variables explicativas: la inversión en capital y la productividad. Hoy por hoy, no prevemos un escenario de estanflación en la economía global

24 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Los ciclos económicos son una parte de la ciencia económica muy interesante dada la complejidad de su estudio y, por tanto, de su entendimiento. Por ello, los estudiosos de la economía han vertido ríos de tinta intentando encontrar una explicación coherente a las fluctuaciones permanentes de la producción de un país.A continuación, resumiremos las explicaciones económicas dadas para entender los ciclos económicos e intentaremos ver si la situación provocada por la pandemia nos permite vislumbrar alguna característica del nuevo ciclo, el que estamos viviendo en la actualidad.

Como no puede ser de otra forma, la variación continua de los bienes y servicios finales producidos en un país es consecuencia de las alteraciones entre la demanda y la oferta. Pero ¿por qué se producen estas alteraciones? Alteraciones de oferta. Son consecuencia de variaciones en la capacidad productiva de un país. La manera más fácil de entenderlas es pensar en una economía feudal cuya producción era, en su mayor parte, agrícola. Cuando el clima era benigno, y por tanto las cosechas abundantes, se producía un incremento de la producción y una caída de los precios. Lo contrario ocurría con las malas cosechas. La crisis del petróleo de los 70 es otro ejemplo que afectó a toda la estructura productiva de las economías occidentales y produjo una alteración de la oferta, reduciendo la capacidad productiva de los países e incrementando los precios. En los últimos años hemos asistido a otra alteración como consecuencia de la tecnología, pero esta vez en sentido contrario, incrementando la capacidad productiva y reduciendo los precios. Estas alteraciones, cuando son de gran magnitud y en sentido contractivo (crisis del petróleo), se las denominan shocks de oferta (booms cuando son en sentido contrario). Es difícil para los Estados luchar contra estos shocks, dado que al final implican un reajuste de las economías al tener éstas menos capacidad productiva, dado que la estructura económica ha cambiado y, por tanto, se necesita tiempo para que el reajuste finalice.

 Alteraciones de demanda. Son consecuencia de variaciones significativas de la demanda agregada de un país, es decir, del consumo y la inversión. El miedo y la irracionalidad pueden actuar desembocando en una caída de ambas variables. Lo que John Maynard Keynes definía como «animal spirits». Lo opuesto también puede ocurrir cuando se dan las condiciones adecuadas. La lucha contra estas alteraciones, a través de políticas monetarias y fiscales, es decir, con el sector público tomando el relevo del consumidor/inversor con idea de enfriar o impulsar la economía de un país, son bastante habituales y están muy contrastadas. Por tanto, es más fácil luchar contra las alteraciones de demanda que contra las de oferta. Cuando las alteraciones de la demanda son contractivas y de gran magnitud se las denomina shocks de demanda (también booms cuando son en sentido contrario).

 En algunas ocasiones, estas fluctuaciones de demanda y/o de oferta se amplifican como consecuencia del comportamiento del ser humano.Todo lo comentado hasta ahora es lo que provoca las alteraciones en los crecimientos del PIB de manera recurrente, los llamados ciclos económicos. Cuando se producen los shocks, las alteraciones son muy importantes y, por tanto, nos encontramos ante una recesión. Las crisis más duraderas se producen cuando conviven ambos shocks. Es habitual que se inicien con un solo shock y que éste acaba trasladándose al otro extremo. Por eso, las crisis financieras, como la que se produjo en el año 2008, producen efectos perniciosos de largo plazo, ya que al final acaban produciendo shocks de oferta y demanda conjuntos, y el proceso de ajuste se dilata más en el tiempo, dado que las políticas de demanda agregada se encuentran más limitadas. Con la pandemia se ha autoinducido un gran shock de demanda (confinamientos que han «congelado» la economía) y se ha acompañado de unas políticas monetarias y fiscales de una expansión sin precedentes para intentar paliar el shock y que no se extendiese a un shock de oferta, aunque en parte sí se ha producido este contagio dado que se han alterado las cadenas de producción, por lo menos temporalmente, y ha habido una destrucción parcial del tejido productivo más pequeño y, por ende, vulnerable. Todo ello ha generado alguna duda acerca de si estos shocks tendrán una duración mayor de lo esperado.

La visión de consenso actual en el mercado es que el shock de oferta será temporal y que, una vez el virus y sus variantes pierdan fuerza, la capacidad productiva se recuperará, se restituirá el empleo perdido, se corregirán las políticas monetarias y fiscales sin precedentes, y los precios, hoy muy elevados como consecuencia de estas medidas y las disrupciones de oferta, volverán a sus estándares recientes, con objetivos de crecimiento en el entorno del 2 % anual. Sin embargo, hay otras visiones más «apocalípticas», como las de Nouriel Roubini, que merece la pena valorar. Roubini es un destacado economista, profesor de Economía de la Universidad de Nueva York, que saltó a la fama tras acertar en su vaticinio acerca de las consecuencias globales de la crisis de las hipotecas subprime. Inicialmente se le apodó «Dr. Doom» (doctor catástrofe) por considerarse excesivamente pesimistas sus predicciones, pero, por desgracia, en aquel momento su grado de acierto fue pleno.

La visión de Roubini está en las antípodas de la actual de mercado. Considera que es bastante probable que los shocks de oferta no sean temporales y puedan persistir. Contempla que la pandemia va a generar un proceso de desglobalización y un creciente proteccionismo, repatriando cadenas de suministro foráneas y buscando una menor dependencia del exterior, sobre todo en lo que concierne a productos clave. Todo ello, combinado con el envejecimiento de la población en economías desarrolladas y en algunos mercados emergentes medulares, puede desembocar, con alta probabilidad, en un menor crecimiento potencial de las economías. Considera, además, que los bancos centrales y los gobiernos no van a tenerlo fácil para dar marcha atrás a sus políticas, o por lo menos continuarán siendo muy laxas, lo que puede conllevar una espiral alcista de los precios y los salarios. El resultado, si las predicciones fuesen acertadas, sería el de un proceso de estanflación en la economía. Menor crecimiento y mayor inflación… una mala pareja de baile.

Creemos que, hoy por hoy, con las cifras contemporáneas, la visión que maneja el mercado es la que consideramos más probable y, por tanto, la tesis contraria es menos factible. No debemos olvidar que, a pesar de que se ha destruido parte del tejido productivo más pequeño, también se ha amplificado la venta digital, desarrollando nuevos canales y empresas que amortiguan el efecto susodicho.

Además, y más importante si cabe, el crecimiento potencial de las principales economías mundiales y, por consiguiente, la oferta, podrían verse elevados a lo largo de los próximos años a través de dos de sus tres variables explicativas: primero, la inversión en capital, gracias a los generosos planes de estímulo fiscal desplegados, con marcado foco en infraestructuras; y segundo, la productividad, cuyo crecimiento suele acelerarse sustancialmente una vez atravesado el umbral de adaptación de saltos tecnológicos históricos, como en el que nos hallamos inmersos en la actualidad a través de la inteligencia artificial y la robótica.

Dicho lo anterior, será importante, durante el próximo año, hacer un seguimiento más exhaustivo que nunca de los datos económicos que vayan saliendo con idea de confirmar la restauración del tejido productivo para tener una idea definitiva acerca de la posible duración que tendrá el shock de oferta. En conclusión, hoy por hoy, no prevemos un escenario de estanflación en la economía global.

Pedro Mas Ciordia Santander Private Banking Gestión, S.G.I.I.C. DIRECTOR GENERAL