Corría el año 1924 cuando falleció George Weston y se hizo su hijo con las riendas del negocio familiar. Contaba apenas 26 años. Más hábil que su padre en cuestiones financieras y mucho menos conservador que él, decidió salir de comprar y sumar nuevas empresas al futuro emporio familiar. La Gran Depresión le brindó jugosas oportunidades -compañías a precios de derribo-, que el joven Garfield supo aprovechar. En 1933 dio un paso más y volvió a cruzar el charco. Esta vez por negocios. Fue entonces cuando compró Mitchell & Mull, un fabricante de galletas escocés. Mataba así dos pájaros de un tiro: ponía un pie en el mercado británico y daba salida a los excedentes de trigo canadiense, entonces la primera exportación del país. Al Reino Unido acabaría trasladándose con su familia poco después, y hasta llegó a ser miembro de la Cámara de los Comunes.
Con todo, no es él el verdadero padre de Primark, sino Arthur Ryan, fallecido ya también, a quien la familia Weston contrató a finales de los sesenta, cuando él ejercía de sastre, para potenciar sus negocios en Irlanda. Fue a él a quien se le ocurrió eso de la moda low cost.