¿Qué es la inflación personal?

Ivonne Pousa MEDIOLANUM

MERCADOS

29 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hay algo que preocupa a un asesor financiero es la inflación. Como todo el mundo sabe, es ese enemigo silencioso que resta capacidad de compra a nuestros ahorros si no tomamos las medidas adecuadas. Se trata de la variación de precios que se produce con el tiempo en una cesta de productos indispensables para satisfacer las necesidades vitales de una familia.

Los economistas utilizan distintos tipos de inflación para medir artículos diferentes en cestas de la compra adaptadas a las situaciones concretas que se pretenden estudiar. Como ejemplo, la inflación subyacente indica la variabilidad de los precios de consumo a corto plazo de forma más precisa, ya que no incluye los precios energéticos (muy inestables) ni los alimentos no elaborados. También habrán oído de la deflación o la estanflación, pero el concepto al que debemos prestar más atención no es siquiera la inflación media del país (siendo este importante), sino la inflación personal, la que afecta a nuestra familia.

Las autoridades económicas de un país utilizan para el cálculo de la inflación media una determinada cesta de la compra que se utiliza como base para comprobar las variaciones en los precios. Sin embargo, no todas las familias tienen una cesta de la compra similar. Hay diferencias muy considerables entre los productos habituales que consumen familias vecinas.

Como es lógico, no es lo mismo utilizar marcas blancas que optar por productos de marcas reconocidas y, por lo tanto, más caras. No es lo mismo comprar embutido industrial que productos gourmet; como tampoco lo es vestir con ropa fabricada en serie que con moda de grandes firmas o usar habitualmente el transporte público que desplazarse en medios privados.

Estos ejemplos nos ayudan a entender que cada familia tiene su propia inflación personal. Sin ir más lejos, tal y como he contado en alguna ocasión, mi padre tuvo que dejar el sector naval en los años noventa por motivos de salud. Con la indemnización invirtió en un depósito que generaba intereses que prácticamente igualaban la cantidad que cobraba trabajando. A partir del año 2000, los intereses cayeron y estos ya no daban para cubrir las necesidades familiares. Precisamente hablando de inflación, pude ver cómo aquel patrimonio con el que al principio se podía comprar un piso, solo daba una década después para la entrada.

Esa experiencia fue una gran enseñanza de vida para mí, una lección aprendida: ahorrar es invertir: hay que poner a trabajar el dinero para que no pierda valor con el paso de los años.

Para eso es importante conocer nuestra inflación personal, pues marcará la pérdida de poder adquisitivo de nuestros ahorros (y patrimonio) y el porcentaje concreto de inflación a batir, algo que debemos conseguir precisamente poniendo a trabajar a nuestro dinero.

Si la inflación media nacional es del 2,5 % durante los próximos diez años, nuestro objetivo debería ser que nuestro dinero se incremente, al menos, en ese 2,5% anual si, al cabo de una década, queremos contar con el mismo poder adquisitivo. Y aquí es donde toca acabar con uno de los grandes mitos generalizados entre el común de los ahorradores, esto es, que, si tengo 100.000 euros ahorrados, a los diez años seguiré teniendo esos mismos 100.000 euros.

Y aunque, efectivamente, mis posiciones digan que sigo teniendo 100.000 euros, la inflación media acumulada durante ese tiempo habrá mermado el poder de compra de ese dinero. Si la inflación durante ese período se ha mantenido de media en el 2,5 % en los diez años del ejemplo, nuestros 100.000 euros habrían perdido capacidad de compra por valor de casi 22.000 euros. Es decir que, dentro de una década, tendríamos un poder de compra de poco más de 78.000.

Por tanto, no es cierto que 100.000 euros ahorrados en una cuenta corriente valgan lo mismo a lo largo del tiempo. Y, aunque parezca paradójico, si queremos mantener el mismo poder de compra, en 10 años deberíamos tener 128.000 euros para adquirir los mismos bienes y servicios que obtendríamos con los 100.000 euros de hoy.

De ahí la obsesión que compartimos los asesores financieros por mostrar a nuestros clientes la necesidad de poner a trabajar a nuestro dinero, porque será la única manera de conservar su valor y mantener la misma capacidad de compra de la que disponemos en la actualidad.

Pero el ejemplo lo hemos construido partiendo de la inflación anual, que, recordemos, no tiene por qué coincidir con la inflación personal de nuestra familia. Imaginemos que la nuestra es del 4 %, por encima de la inflación media del país. En ese caso, nuestro dinero deberá generar al menos un 4 % de retorno anual para poder mantener el poder de compra en el futuro. Algo que, con los actuales tipos de interés tan bajos, no parece una tarea fácil si no se elabora una estrategia de inversión planificada y diseñada en función de las necesidades vitales de la familia a corto, medio y largo plazo.

Ahora entenderán una frase repetida y que advierte de que hoy en día solo se puede ahorrar a través de la inversión.

Si seguimos con el ejemplo anterior, mi entorno tiene una inflación distinta, con lo que cada uno debe calcular su inflación personal para poder establecer objetivos concretos a sus ahorros que le permitan, al menos, mantener su poder de compra y evitar sustos a futuro. Nadie mejor que un asesor financiero para que nos ayude a discernir cuál es nuestro porcentaje de inflación y poder marcar esos objetivos vitales partiendo de ese mínimo a superar. Si queremos ahorrar para nuestra jubilación, ya sabemos que nuestro dinero debe crecer al menos por encima de nuestra inflación personal para mantener el nivel de compra y que, cuanto más a largo plazo sea el objetivo del ahorro, más debemos tener en cuenta este concepto para evitar sorpresas en el futuro.

Así que, ya saben, si dentro de 10 años quieren cumplir sus sueños y sus metas personales y familiares, deberían iniciar, más pronto que tarde, la batalla contra la inflación personal.