La jubilación de la generación del baby bum

IVONNE POUSA

MERCADOS

BANCO MEDIOLANUM

25 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que se habla tanto de la influencia de los millenials, de la generación X, la Z o la Y, la actualidad vuelve a poner en primer plano a una de las generaciones que más ha contribuido a la construcción de nuestro país tal y como lo conocemos: la generación del baby bum. Este amplio sector de población, nacido entre 1960 y mediados de la década de los setenta, en un momento en el que España despertaba gracias al desarrollismo y la estabilidad económica, dio lugar a modelos de familias diferentes.

Aquella generación llenó las escuelas y se incorporó más tarde a la maquinaria económica para protagonizar los años de mayor crecimiento. Los hombros de los babyboomers no solo han sostenido el sistema productivo, sino que, lógicamente, han sido un pilar fundamental para el mantenimiento del sistema nacional de pensiones. Pero el ensanchamiento de la población que supuso esta generación no deja de ser una anomalía que no tenía un precedente ni se ha mantenido así posteriormente.

 La consecuencia es que la generación que se ha ocupado de sostener el sistema económico y las pensiones de nuestros padres vea ahora con escepticismo el momento de su propia jubilación. Un simple vistazo a la pirámide de población nos avisa del continuo adelgazamiento de las generaciones posteriores. Esto supone que el número de trabajadores por jubilado irá disminuyendo dramáticamente, reduciendo las posibilidades de optar a una pensión similar a la que tienen hoy nuestros mayores.

Ante esta tesitura, Gobierno y agentes sociales acaban de firmar un nuevo acuerdo encaminado a resolver un problema que va a más con el paso del tiempo. Como aspecto destacable, parece haber acuerdo en volver a vincular la pensión con el IPC, lo que supondrá mantener el poder adquisitivo para los jubilados. Sin embargo, la fórmula para obtener el factor de equidad varía, porque el fin último no puede ser otro que reducir el porcentaje de nuestras pensiones para garantizar la viabilidad de un sistema que ahora va a pivotar sobre los hombros de una generación mucho menos numerosa.

En cualquier caso, los elementos definitorios de nuestras pensiones van a seguir siendo, por un lado, la base de cotización y el total de años cotizados, y por el otro, la esperanza de vida, que, por fortuna, no deja de ampliarse. Estos conceptos son y van a seguir constituyendo la base para el cálculo de la pensión y, dadas las circunstancias poblacionales, no queda más remedio de que continúen siendo criterios reductores del porcentaje de jubilación que se reciba. Unas medidas que deben permitir que el dinero llegue para todos.

Los cambios aprobados recientemente serán la cuarta reforma de las pensiones realizada durante la democracia, lo que da cuenta de la complejidad que la pirámide poblacional incorpora al sistema. Y ante esta situación, el número de posibilidades distintas es tan amplio que solo cabe conocer exactamente cómo afectarán las modificaciones a cada uno de nosotros, en función del año en el que hayamos nacido y, como hemos dicho, según la base de cotización y el tiempo total que hayamos pasado contribuyendo.

El cálculo personal de la pensión es la opción más lógica para conocer el punto de partida de cada uno de nosotros y, teniendo en cuenta ese factor reductor que se va a producir, saber exactamente a qué situación nos enfrentaremos para así tomar las medidas necesarias con la antelación suficiente para que sean efectivas.

En este sentido, lo más recomendable para cada uno de nosotros es recurrir a un profesional del asesoramiento financiero que nos ayude a realizar todos los cálculos necesarios y nos despeje las brumas del futuro para actuar en consecuencia. Como ya me habrán oído repetir en diferentes ocasiones, parece evidente la necesidad de contar con instrumentos de ahorro que nos permitan disponer de un complemento de la pensión pública para mantener un nivel de vida similar al disfrutado durante nuestra vida laboral.

Y aquí tenemos que recordar algunos aspectos de vital importancia a la hora de establecer estos criterios de ahorro. En primer lugar, recordar que, cuanto antes empecemos el ahorro, mucho menos esfuerzo mensual requerirá. En segundo lugar, que el dinero tiene que estar ligado al progreso de la economía, es decir, que no podemos dejarlo guardado en un cajón porque la inflación irá restándole poder adquisitivo y, aunque mantengamos la misma cantidad de dinero, nuestra capacidad de compra será mucho menor.

Por último, y no menos importante, contar con el asesoramiento adecuado para una decisión tan importante como es la disposición de todos aquellos recursos que nos van a permitir disfrutar de la tan merecida jubilación. En este sentido, además de tener en cuenta las circunstancias familiares y nuestra capacidad de ahorro, también es importante utilizar automatismos que nos impidan tomar decisiones en función del ambiente concreto de cada momento. Esta forma de ahorro, que destina automáticamente un porcentaje a la jubilación, nos aporta la tranquilidad de no tener que tomar una decisión guiada por las emociones y que, probablemente, lleve al fracaso de nuestros objetivos. Y por, otro lado, también es importante elegir instrumentos de ahorro e inversión que tengan en cuenta la fiscalidad de cada uno.

Una vez calculada la situación personal, establecido el nivel de ingresos públicos al que se tiene derecho y organizados los instrumentos que nos van a permitir ahorrar para completar esos ingresos, no queda más que esperar ese descanso tan merecido. Un momento para una generación que también tiene derecho a disfrutar de tiempo libre, después de haber contribuido de forma tan decisiva a la prosperidad y bienestar de todos.

Por ahora, no queda más que seguir trabajando para procurarnos los recursos necesarios para cubrir una larga etapa de ocio y júbilo, y poder hacer honor al origen en latín de la palabra jubilación: iubilare o gritar de alegría.

Ivonne Pousa es responsable de Banco Mediolanum en la Zona Norte de España