Las dificultades de abastecimiento de pino en Galicia

MERCADOS

CEDIDA

Las hermanas Pérez Alborés representan a la cuarta generación de la saga iniciada por su bisabuelo paterno en 1936, cuando fundó el aserradero Pérez Giménez, en Gondomar. Su padre empezó a exportar hace 40 años, y ahora, el mercado portugués y marroquí absorbe el 40 % de su producción

25 jul 2021 . Actualizado a las 12:30 h.

A Rosa y a Margarita Pérez Alborés casi nada se les resiste. Cuentan que la primera vez que operaron con China lo hicieron mediante una carta de crédito, a través de unos chilenos. «Si otros lo hacen, es que se puede hacer», recalcan. La plantilla fija del aserradero es de veinte personas. «A mayores, en los picos de producción contratamos a gente eventual, casi siempre gente que ya ha trabajado con nosotros», indican. En los cargos directivos y en las oficinas son todas mujeres, y en la fábrica, 16 hombres, algunos ya con sus hijos. «Aquí aprenden el oficio», señala Rosa.

Ninguna de las dos ha percibido un trato desigual por ser mujer. «Empecé aquí con 23 años y no noté ninguna discriminación, siempre traté con los maderistas... y ni con ellos ni con los clientes ni con los empleados», indica Margarita. Más allá, dice, de que alguien pregunte «si no está su padre». Rosa tampoco ha tenido problemas con clientes o proveedores. Eso sí, hace poco un comercial de una compañía eléctrica que pretendía exponerle su oferta le preguntó «si no iba a venir el jefe».

La competencia de Pérez Giménez no está en Galicia. «Es internacional -recalca la gerente-, hace dos años hubo una plaga en Alemania, tuvieron que cortar y procesar muchísimos troncos, se puso muchísima madera en el mercado y tuvieron que bajarle el precio. En Marruecos, ese año no vendimos nada». Por la pandemia, apenas se han resentido. «No nos afectó mucho, en abril [de 2020] no se vendió nada y tuvimos que alquilar una carpa para poder guardar la madera seca, al no tener la nueva nave, porque no puede quedarse expuesta a la lluvia», recuerda Rosa.

El balance de 2020 «fue bueno», y en lo que va de 2021 han vendido «mucho, pese a la inestabilidad del suministro de materias primas», que les ha llevado a subir los precios, por lo que esperan un incremento de la facturación final. En esta fábrica de Gondomar no paran de funcionar la descortezadora con detector de metales, el carro de sierra, la desdobladora, la canteadora automática, la retesteadora, el puente grúa (para la recogida de las tablas), los tres secaderos, las tres carretillas elevadoras y las dos palas cargadoras.

Margarita Pérez Alborés (Gondomar, 54 años) es diplomada en Empresariales y su hermana Rosa, de 51, ingeniera agrónoma. Margarita comenzó a trabajar en seguida en la empresa familiar, Maderas Pérez Giménez, fundada por su bisabuelo paterno en 1936. Tras un parón de ocho años, debido al trabajo de su marido, que los llevó a Atenas, Buenos Aires, Israel y Hong Kong, regresó. En aquel momento, Rosa ya se había incorporado al aserradero. Su padre, Antonio, de 84 años, «sigue siendo el mejor consejero», sin cargo. Desde que se jubiló, Rosa es la gerente y Margarita, la jefa de producción y personal, aunque «las dos flores», como las llama algún cliente, son «multitarea».

A su padre, Antonio Pérez, obligado a tomar las riendas del negocio a los 30 años, tras el fallecimiento de su progenitor en un accidente, se debe la ampliación de la empresa -adquirió la parte de otros familiares y ahora es propiedad de sus hijas- y su entrada en nuevos mercados. La exportación ha sido determinante en el crecimiento de Pérez Giménez, desde hace cuatro décadas, cuando se asoció con otros aserraderos para vender al norte de África. Ahora, el 40 % de su producción se va a Portugal y Marruecos; durante cuatro años enviaron madera a Cuba y también han realizado alguna operación con Vietnam o China.

En las instalaciones de Pérez Giménez, en una parcela de 22.000 metros cuadrados en Gondomar, producen tablas y tablones «para construcción, esqueletaje [de sofás], muebles de kit , carpinterías, sector naval, embalaje industrial [no fabrican palés]...». Las responsables de la empresa destacan la importancia que tiene el coproducto -la corteza, el serrín o el costero (que venden a un cliente luso para transformarlo en pasta de papel marrón, para las cajas)-, «indispensables para el funcionamiento de la fábrica, por su peso económico», que estiman en un 14 % de los 3,5 millones de facturación media anual.

Las hermanas Pérez Alborés reconocen su preocupación por «las dificultades de abastecimiento de pino», base del aserradero, por la moratoria de la plantación de eucaliptos en Galicia y, sobre todo, «los problemas internacionales de suministro de materias primas». Atribuyen esta situación al crecimiento de la demanda mundial, derivado de la pandemia y el aumento del consumo que desencadenó, y a la irrupción de China en el mercado.

 Si hay que hacerlo, se hace

Rosa y Margarita han heredado el espíritu emprendedor de la saga, siempre bajo la máxima de «si hay que hacerlo, se hace». En 2005 obtuvieron el certificado de cadena de custodia PEFC, que acredita su compromiso con la sostenibilidad (fue la quinta empresa en España en lograrlo); y en 2009 se situó entre las primeras de la provincia de Pontevedra en conseguir la NIMF15, una norma internacional para medidas fitosanitarias que deben cumplir los embalajes de madera, para evitar la diseminación de organismos nocivos. Es obligatoria para aserraderos que venden a fábricas de embalaje y carecen de secadero. No es el caso de Pérez Giménez, que dispone de tres secaderos y ya sometía la madera a una temperatura de más de 56 grados durante más de media hora, entre otras razones, porque se encuentra en una zona demarcada por el nematodo del pino (un insecto que ataca a las coníferas).

 Las cabezas rojas

De hecho, hay clientes que prefieren la madera de Pérez Giménez, entre otros motivos por la alta calidad del secado. Y hay incluso un almacén en Andalucía que comercializa su madera haciéndola pasar por «cabeza roja Pérez Giménez», «porque la gente se la pide». Y es que su padre, hace unos 30 años, decidió pintar de rojo las testas (las cabezas) de los tablones, para distinguirlas. «Entonces se vendía madera de pino para carpintería para el sur de España, tenía mucha fama porque en Andalucía no coge polilla», explica Rosa. «Ahora mandamos la madera con un fleje serigrafiado», apunta.

En el último lustro han invertido 688.000 euros en la renovación de maquinaria, para mejorar el proceso productivo, una instalación fotovoltaica o el control de la trazabilidad. En el corto-medio plazo prevén invertir unos tres millones de euros, en la construcción de una nueva nave (y la compra de maquinaria para reorganizar la producción y acabar con los «cuellos de botella»), pendiente de la concesión de la licencia, solicitada en 2007, por parte del Concello de Gondomar. «En 2022 esperamos tener la autorización», confía la gerente.

De sus padres, las actuales responsables de Pérez Giménez aprendieron «el trato con la gente y con el personal». Su madre, «que fue profesora, muy vocacional, y directora», ha sido su «referente femenino». «Y eso marca», reconoce Rosa. Y de su padre, muy implicado a nivel social en Gondomar, han asimilado el estilo y el espíritu innovador -«hace 40 años cogió y dijo ‘hay que exportar a Marruecos porque allí hay un mercado'». «Si hay que hacerlo, se hace», repiten. Desde que están al frente de la empresa han cambiado muchas cosas, «pero la manera de trabajar y gestionar» es la que han visto en casa. Margarita, el poco tiempo que le deja el aserradero lo dedica a caminar, ir a la playa y estar con la familia. Rosa, aficionada a la vela ligera, se decanta por la playa y las excursiones al aire libre, casi siempre compartidas con sus hijos, de 11 y 13 años, a los que ha procurado dedicarles todas las horas posibles.