Galicia no logra escalar puestos en el ránking de competitividad

MERCADOS

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Aunque ha mejorado en mercado de trabajo y capital humano, ha empeorado en entorno institucional y eficiencia empresarial

18 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La competitividad es uno de los parámetros que sirven tanto para diagnosticar como para comparar diferentes economías. No es el referente preferido del Premio Nobel, Paul Krugman, pues este suele afirmar que lo relevante es la productividad. Pero, la competitividad pone de manifiesto una relación positiva con el crecimiento económico a largo plazo. Así, un país puede considerarse competitivo cuando logra utilizar sus recursos y competencias de manera que, además de aumentar la producción de sus empresas, mejora la calidad de vida de sus habitantes. O sea, la competitividad es la capacidad de un determinado país, región o ciudad de generar mayores tasas de crecimiento y empleo de manera sostenida. En este sentido, la competitividad de un país está determinada y limitada por una diversidad de factores, ya sean procedentes de las empresas, de su estructura o sistémicos. Bajo este enfoque dinámico, las ventajas competitivas de un país nacen de la relevancia que poseen las distintas variables significativas.

Distintas instituciones elaboran regularmente índices que permiten desvelar las posiciones que ocupan los diferentes países en lo tocante a la competitividad. Por ejemplo, el Institute Management of Development (IMD) elabora periódicamente un ránking de competitividad mundial, denominado World Competitiveness Report; y, en el último, el correspondiente a 2020, se observa que España es uno de los países que más ha sufrido el impacto de la pandemia, al perder posiciones en lo que atañe a la competencia internacional. Desciende del puesto 36 al 39 del mundo, en contraste con la evolución positiva de otras economías occidentales, como Alemania, Francia o Italia.

 No cabe duda que la pandemia ha hecho sufrir a todas las economías. Consecuencia de ello, la mayor parte de los países y sus economías han cosechado, en los últimos trimestres, una pérdida de competitividad en razón de sus exposiciones a las crisis y de su bajo nivel de resiliencia. De otra parte, la pandemia ha servido para evaluar los impactos y repercusiones, por un lado; y para medir las ratios de accountability (rendición de cuentas) que han desarrollado ciertos países en referencia a la gestión de la crisis, en segundo lugar.

 Impacto de la pandemia

En la misma línea que el IMD, el Consejo General de Economistas, también publica, anualmente, el Informe de la Competitividad Regional de España. Este año, se ha centrado en la incidencia del covid en las autonomías. En el estudio se subraya que las comunidades, «para hacer frente a la recesión, han necesitado de un conjunto de acciones de corto plazo para contener la destrucción del tejido productivo y empleo, así como la puesta en funcionamiento de medidas dirigidas a recuperar la pérdida de los niveles de bienestar social».

El índice de competitividad elaborado por los economistas españoles se obtiene a partir de 53 variables, que se agrupan en 7 ejes competitivos: entorno económico; mercado de trabajo; capital humano; entorno institucional; infraestructuras básicas; eficiencia empresarial e innovación. Cada uno de dichos ejes se compone de distintas variables e índices, con lo que se pueden efectuar valoraciones comparativas y remarcar las ventajas competitivas de cada territorio.

Los resultados del informe del Colegio de Economistas respecto a Galicia señalan cuatro notas muy singulares. La primera es que Galicia se aleja del «triángulo competitivo español», constituido por Madrid, Navarra y País Vasco. La segunda, es que Galicia se sitúa en un grupo de comunidades catalogadas de competitividad relativa media-baja; o sea, en un tercer nivel, por debajo del promedio nacional, ocupando el puesto octavo entre las diecisiete. La tercera, es que Galicia, en los últimos ejercicios, no escala posiciones; es decir, se mantiene en el mismo lugar del ránking, o sea, inamovible. Y, la cuarta, que esta autonomía se encasilla en lo que podemos denominar en el club de «las comunidades de leve dinamismo», lo que significa que mejora, pero no experimenta convergencia con las regiones más dinámicas.

Análisis detallado

Escudriñando los datos de Galicia, atendiendo a los ejes competitivos, tendríamos que Galicia está mejor en el primer eje (entorno económico) y en el cuarto (entorno institucional); y, sin embargo, logra peores posiciones en el quinto (infraestructuras) y sexto (eficiencia empresarial). Esas variables son, pues, las referencias a corregir y sobre las que debemos actuar sino queremos empeorar nuestras ventajas competitivas relevantes y sufrir un desplome en el ránking.

Si seguimos profundizando en el análisis, aportamos más rasgos distintivos. Galicia posee un comportamiento dispar, expresado de la siguiente forma: en los últimos años mejoramos en el mercado de trabajo y en el capital humano; y empeoramos, sin embargo, en lo referente al entorno institucional y en la eficiencia empresarial; cuyos indicadores caen y descienden de manera relevante en el año 2020. Por otra parte, las variables que más contribuyen a la mejora del índice de competitividad están relacionadas con la mejora de la tasa de paro y del paro de larga duración; con el abandono temprano del sistema educativo; con las poblaciones con problemas de contaminación; con la investigación; y con las empresas con medidas sociales. Y, en cambio, las variables más negativas y que inciden en pérdidas del índice de competitividad regional son las que hacen referencia al déficit, a los delitos, a la productividad, a los costes laborales unitarios y a los registros de patentes.

Con estos datos, las cifras gallegas continúan señalando que todavía estamos muy por debajo de los promedios nacionales y europeos tanto en lo que hace referencia al PIB per capita como en la productividad por persona ocupada. En suma, los diagnósticos sobre nuestra realidad económica dibujan de forma reiterada varios cuellos de botella, ciertos estrangulamientos y evidentes desajustes. Ahora, se nos abren nuevas oportunidades, a través de los fondos europeos, pudiendo ser un auténtico revulsivo de cara a revertir nuestras desventajas competitivas. Es una buena oportunidad para corregir.

 Fernando González Laxe es catedrático de Economía.