Desde la atalaya de Occidente: un poco de perspectiva, por favor

Pedro Mas Ciordia SANTANDER PRIVATE BANKING GESTIÓN, S.G.I.I.C. DIRECTOR GENERAL

MERCADOS

XOAN CARLOS GIL

En los últimos años han surgido corrientes de opinión antiglobalización, fundamentalmente desde los países occidentales

21 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El proceso de globalización del que ha disfrutado el mundo, sobre todo a lo largo de las últimas décadas, ha implicado una mayor interrelación económica, social y cultural entre los distintos países. Todo ello ha permitido continuar con el desarrollo de una mayor especialización internacional, que al final debería desencadenar, según la teoría económica, en un mayor bienestar para la humanidad.

En los últimos años, sin embargo, han surgido corrientes de opinión antiglobalización, fundamentalmente en Occidente. Estas voces consideran que la situación de estancamiento secular que viven algunos sectores económicos/segmentos de la población es consecuencia de la tendencia citada.

Quizás, desde la posición privilegiada de un occidental, no todo el mundo sea capaz de realizar una valoración más amplia de la situación. Intentemos poner algo de perspectiva al respecto.

Los economistas usan como indicador de la riqueza de un país el PIB per cápita, es decir, el valor de los bienes y servicios producidos en un país dividido entre la población del país; dicho de otra forma, el PIB promedio por habitante. Dicha variable se considera el mejor indicador del bienestar de la población. Con todos los inconvenientes que pueda ofrecer, este indicador tiene una gran ventaja: su sencillez y su simplicidad al contener toda la información en un solo número que permite comparaciones relativas en un momento determinado y en el tiempo. No es un asunto de «materialismo», sino de sentido común. El incremento de esta cifra viene acompañado de la aparición de agua corriente, higiene, salud, bienestar, longevidad, protección a los más desfavorecidos, etc. La correlación positiva entre el crecimiento del PIB real y el incremento de las variables citadas, y cualquier otra que se considere relacionada con el bienestar social, no deja duda alguna al respecto. Para ello se pueden consultar los numerosos estudios del Banco Mundial en la materia.

Angus Maddison, economista británico especialista en la evolución del bienestar a lo largo de la historia de la humanidad, ha estimado el PIB per cápita en diferentes regiones del mundo y en diferentes períodos históricos. Durante la mayor parte de la historia prácticamente no existió crecimiento en la citada variable hasta mediados del siglo XIX y principios del XX, cuando en ciertas partes del mundo, Occidente fundamentalmente, empezaron a producirse incrementos de esta variable de una intensidad desconocida. Hasta ese momento el crecimiento se correspondía con el crecimiento de la población. Es decir, el mundo ha sido pobre en su generalidad hasta el siglo XIX, cuando algunas naciones empezaron a «despertar».

Por situarnos en un momento contemporáneo, podemos echar un vistazo a las bases de datos del Banco Mundial, cuyos resultados son muy esclarecedores.

Si clasificamos el PIB per cápita de los distintos países a paridad de poder adquisitivo en dólares internacionales (para poder realizar comparaciones no afectadas por los precios y con la misma capacidad de compra), y comparamos los resultados con los porcentajes acumulados de población y su evolución conjunta en los dos últimos decenios, las conclusiones son sorprendentes.

En 1990, China, con una población de 1.140 millones de habitantes, disfrutaba de un PIB per cápita de 982 dólares. El 30 % de la población del mundo tenía un PIB por debajo del de China. Veinte años después, con una población de 1.400 millones de personas, su PIB per cápita se ha elevado a 16.829 dólares. El 75 % de la población del mundo disfruta de un PIB por debajo de ese nivel. En el gráfico adjunto están representados 186 países. Con independencia de la situación de cada país dentro del gráfico, lo más importante es observar cómo ha cambiado la distribución en 20 años. Habiéndose incrementado el bienestar mundial entre ambos períodos, son los países más pobres, los que están por debajo del PIB promedio del mundo en cada momento, los que más han mejorado en los últimos 20 años en términos relativos.

Parece que las corrientes de globalización, más que negativas, son sorprendentemente positivas desde un punto de vista agregado. Esto no quita para que los shocks de oferta producidos en determinados sectores hayan afectado negativamente a parte de la población, sobre todo a la clase media y trabajadora de los países ricos de Occidente. Esta situación no se ha producido porque ciertos puestos de trabajo hayan desaparecido o vayan a desaparecer por la competencia laboral más barata de los países pobres, sino que ha sido o será consecuencia de la tecnología y la robotización en sus propios países. Tal y como comentaba Josep Schumpeter, la destrucción creativa es parte del proceso de innovación y avance de las sociedades, pero su desarrollo no es gratuito. Ya pasó en el mundo con el paso de una sociedad agraria a una industrial; lo mismo sucedió con el paso de una sociedad industrial a una terciaria; y, ahora, estamos sufriendo los efectos del paso a una sociedad tecnológica que implica una completa reestructuración de los puestos de trabajo de una economía. Sin duda alguna, se necesitará la ayuda de los gobiernos para determinados colectivos que no podrán adaptarse a los nuevos tiempos, pero, dicho todo ello, el efecto de la globalización es realmente bueno para la humanidad.

El mundo nunca ha estado en mejor situación que hoy. Si una persona tuviese que elegir un momento aleatorio de la historia de la humanidad para nacer, sin saber en qué país o en qué clase social recaería, la elección, detrás de una respuesta en apariencia compleja, sería muy fácil. Cualquier persona medianamente informada elegiría nacer en el siglo XXI.

Todo lo argumentado conlleva a pensar que, si se mantiene la corriente actual, es decir, el libre mercado, la especialización internacional, el respeto a la propiedad privada, la mejora en los derechos humanos, el fomento de la diversidad, la limitación de la intervención estatal, etc., el mundo continuará mejorando y las generaciones futuras disfrutarán de un mayor bienestar que el que han disfrutado las pasadas.

En conclusión, el futuro de la humanidad no es tan sombrío como algunos lo pintan.