Jean-Sébastien Jacques, un gigante de hierro con pies de barro

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Los inversores fuerzan la salida del CEO de Rio Tinto tras la destrucción de yacimientos aborígenes

27 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Databan de hace 46.000 años. Eran sagradas para los aborígenes australianos. Dos emplazamientos de enorme importancia cultural e histórica. Pero en mayo pasado volaron por los aires. Las hizo explotar la minera Rio Tinto. ¿Por qué? Para poder extraer más hierro. Como lo leen. Ni que decir tiene que muchos pusieron el grito en el cielo ante tal desmán. Pero la multinacional no se dio por aludida. Ni un solo directivo despedido por la tropelía. En junio, y ante lo creciente de las críticas, les recortó el bono a algunos de ellos. Pero, hasta ahí.

Ahora, meses después de aquello, ha tenido que rectificar. La presión de los inversores, espoleados por las críticas de las agrupaciones aborígenes, la ha obligado a ello. Pedían la cabeza del responsable. Y les han servido la de Jean-Sébastien Jacques (Orleans, Francia, 1971) su consejero delegado. También las de Chris Salisbury, máximo ejecutivo de la división de hierro y Simone Niven, directora de relaciones corporativas. Los tres habían visto reducidos sus bonos (en 2,7 millones de libras, el primero; y en medio millón, los segundos) a raíz del escándalo. Y dice el presidente de la compañía, Simon Thompson, que están «decididos a garantizar que la destrucción de un patrimonio de tan excepcional importancia arqueológica y cultural no vuelva a producirse nunca más como consecuencia de las operaciones de Rio Tinto».

Buenos propósitos, sí, pero, lo cierto es que no es esta la primera vez que el grupo se ve envuelto en una polémica así. En Papúa Nueva Guinea se vieron obligados a cerrar una mina en 1989 por el uso de productos químicos que contaminaron el aire y causaron enfermedades a los lugareños. Y en ese mismo país, hace tan solo dos años, tuvieron también que poner pies en polvorosa del accionariado de la segunda mina de cobre más grande del mundo, la de Grasberg, por la contaminación de un río y la muerte de millones de peces. Por no hablar de los desmanes cometidos en España. La multinacional ya no tiene presencia aquí, pero su historia está muy vinculada a Andalucía. Más concretamente a Huelva, donde allá por 1873 unos inversores británicos se hicieron con las minas de cobre de Riotinto y fundaron Rio Tinto Company Limited, el germen de lo que hoy es el grupo. Su huella todavía es visible en la zona, donde causó una gran deforestación.

Adiós pues a la carrera de Jacques en la multinacional, con cuyo timón se hizo hace tan solo cuatro años. Pero, eso sí, sin prisas, porque no se irá de la empresa hasta el 31 de marzo, aunque las riendas las dejará el 1 de enero. En manos de Jakob Stausholm. La primera misión de este último, convencer a inversores, reguladores y legisladores australianos de que la multinacional es capaz de reparar los clamorosos fallos cometidos por su división de hierro, que en el primer trimestre le reportó el 90 % de los ingresos. Y lidiar también con el difícil momento que atraviesa la industria minera, tocada por la desaceleración de la demanda china y los planes para descarbonizar la economía mundial. Eso y poner fin a los quebraderos de cabeza que le está dando a Rio Tinto la expansión de una mina de cobre en Mongolia, que arrastra importantes retrasos y sobrecostes. Por no hablar de la costosa tarea de reparar la imagen de la empresa.

Pero eso ya no es cosa de Jacques, quien antes de desembarcar en Rio Tinto, en el 2011, se pasó 15 años trabajando por el mundo adelante. En Europa, el sudeste asiático, la India y Estados Unidos. Siempre en industrias relacionadas con el aluminio, la bauxita y el acero. Cuando fichó por el gigante del hierro estaba trabajando para la india Tata Steel. No es descabellado que siga en el negocio.

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