Las nuevas barreras arancelarias y restricciones de acceso generan pérdidas de 35.100 millones a las empresas europeas en un contexto marcado por el covid y en el que las economías se replegarán más sobre sí mismas

CRISTINA PORTEIRO

Los muros, también los comerciales, se abren paso en el mundo. La pandemia del covid-19 ha puesto la guinda a un proceso de repliegue autárquico nunca visto desde que se expandió la globalización. «No solo se ha incrementado el proteccionismo sino que está echando raíces en nuestras relaciones con muchos socios», admite la Comisión Europea en su último informe de vigilancia en el que ha detectado 438 barreras activas al comercio. Son 43 más que las registradas en el transcurso del año 2018, cuando la UE anotó otras 45.

Las autoridades llevan la cuenta concienzudamente: «Esta nueva realidad puede tener efectos profundos en nuestros flujos comerciales», reconoce Bruselas. Muchos de los puentes que se habían tendido desde los 90 se están hundiendo bajo el peso del proteccionismo. ¿Cuánto le cuesta a las empresas europeas este juego del gato y el ratón? Los cálculos del Ejecutivo comunitario, muy conservadores, apuntan a los 35.100 millones de euros solo en exportaciones. Y esto no hará más que aumentar en la próxima década, según anticipa el presidente de Eurasia Group, Ian Bremmer, quien sostiene que una de las consecuencias de este atrincheramiento de bandera es el «inevitable crecimiento del nacionalismo y de las políticas del Mi nación primero, que empujarán a localizar empresas donde puedan favorecer a las cadenas de suministro nacionales y regionales», precisa. La Comisión comparte esa visión: «Es un hecho, la tendencia es negativa a largo plazo».

Pero, ¿quiénes son los responsables de este fenómeno de involución? No hace falta un redoble de tambores para apuntar en la dirección correcta: China. El gigante asiático, «rival sistémico» es el país que más daño económico está perpetrando con sus zancadillas a las empresas europeas. Nada menos que 15.630 millones de euros con sus restricciones de acceso a contrataciones públicas, servicios o inversiones, también por lacompetencia desleal que lleva desplegando desde que entró, pardójicamente, en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Lejos de confluir con la hoja de ruta de apertura a otros mercados internacionales, Pekín utilizó la carta de la OMC para penetrar en las economías occidentales sin más condicionante que firmar un pliego de reformas que nunca llevó a cabo. Papel mojado. ¿El resultado? El tejido industrial europeo, gangrenado y deslocalizado, es incapaz de digerir la sobrecapacidad asiática en los mercados y los anhelados gigantes europeos no acaban de despegar. «Las políticas industriales proactivas dirigidas por el Estado, como las Made in China 2025, tienen como objetivo crear campeones domésticos, ayudándoles a convertirse en líderes globales en sectores de alta tecnología estratégicos. China guarda sus mercados domésticos para sus propios campeones, protegiéndolos de la competencia», reconoce la Comisión, que en el mes de junio se mostró dispuesta a dar un giro de 180 grados en su relación comercial con Pekín.

La política de puertas abiertas de la UE no se ha visto correspondida por sus socios y rivales. Por primera vez las barreras en frontera (229) que se encuentran las empresas europeas al intentar entrar en mercados extranjeros superan las barreras después de frontera (188): «Esto es una señal de que los socios están restaurando un abanico más amplio de barreras para lograr sus objetivos proteccionistas», señalan los expertos en el informe. A pesar de las zancadillas, el comercio internacional siguió al alza el año pasado. Eso sí, las compañías tuvieron que sortear aranceles, imposiciones de cuotas, procedimientos administrativos y licencias de importación, tasas abusivas, obstáculos técnicos y restricciones de acceso a la contratación pública. No solo a la hora de llamar la puerta del gigante asiático. El segundo en la lista negra de la UE es Rusia (31 barreras). Le siguen Indonesia (25), Estados Unidos (24), India (23) y Turquía (23). Este último lleva años beneficiándose de los fondos europeos de preadhesión.

¿Qué sectores se han visto más afectados? El mayor número de nuevas barreras impactaron en la agricultura y la pesca (16), seguidos de las telecomunicaciones (3), el sector de la automoción (3), productos farmacéuticos (3) e industria de la madera y celulosa (2). Productos minerales, acero, aluminio, textiles, cerámica, cristal, cosmética, vinos o la construcción naval también se han anotado una nueva barrera comercial. Ahora bien, en términos monetarios, los sectores industriales suman el 85 % de los flujos comerciales afectados. El coste de las barreras a las telecomunicaciones alcanza los 15.000 millones de euros, a la automoción unos 5.700 millones y a la electrónica unos 2.600 millones. Todos son sectores vinculados a la soberanía tecnológica estratégica de la UE. Esas nuevas restricciones comerciales han afectado a dos tercios de las exportaciones europeas. «Es una amenaza objetiva, no solo para la competitividad de las empresas europeas, también para la posición de la UE como líder tecnológico global», alerta la Comisión.

Ofensiva de trump

Hay otro frente abierto que preocupa a la UE y a quienes defienden el libre comercio: la política de cowboy de Donald Trump. Con su cruzada arancelaria no solo ha sido incapaz de forzar el giro de China hacia una economía de libre mercado sino que ha introducido nuevas distorsiones para arañar algunos privilegios para sus productores. Estados Unidos no solo se ha desmarcado de las normas de la OMC sino que ha dirigido sus balas en todas direcciones, de forma indiscriminada, alcanzando también a la UE. Los aranceles al aluminio (10 %) y al acero (25 %) de junio del 2018 siguen vigentes y el pasado mes de enero se extendieron a productos derivados. También siguen en pie los impuestos a la importación de aceituna española desde el 1 de agosto de ese mismo año. Ahora amenaza con nuevas tasas de hasta el 100 % como represalia a las ayudas públicas al conglomerado europeo Airbus, por el que ha impuesto aranceles sobre ciertos productos por 6.658 millones de euros. Aunque su tentativa de ataque a la automoción ha quedado hibernando desde el pasado noviembre, otras asoman en el horizonte. Por ahora los aranceles entre los dos socios trasatlánticos siguen siendo bajos (3 % de media), pero la preocupación de la UE ha ido en aumento por algunas maniobras que auguran años duros para el comercio. En el punto de mira del negociador del TTIP para la UE, Ignacio García-Bercero, está el tribunal de disputas de la OMC. No se pudo renovar por el bloqueo estadounidense. Eso obligó a aplazar decisiones. En plena crisis del organismo, paladín del comercio multilateral, el español sugiere establecer nuevas reglas sobre subsidios industriales y una «neutralidad competitiva» para garantizar mismas reglas de juego entre las empresas, evitando favoritismos nacionales.

Trump está lejos de querer implicarse en su reforma. Un problema para los europeos. «Los retos crecientes para abordar las barreras industriales y de servicios se expanden por muchas regiones con un efecto contagio. Esto exige que la UE adopte un nuevo enfoque para defender sus intereses en un mundo cada vez más polarizado y en un entorno comercial incierto», alerta Bruselas. Toca replegarse.