Hoy ahorrar es invertir

Ivonne Pousa RESPONSABLE DE BANCO MEDIOLANUM EN LA ZONA NORTE DE ESPAÑA

MERCADOS

23 feb 2020 . Actualizado a las 05:08 h.

Transcurrían los años noventa y yo estaba en el instituto cuando mi padre tuvo que dejar su empleo en el sector naval por motivos de salud. En aquel momento le dieron una indemnización generosa que, como era habitual en esa época, invirtió en un depósito bancario, el famoso plazo fijo en el que confiaban sus ahorros la mayor parte de los españoles. Durante algunos años, la decisión resultó ser todo un acierto. Los intereses que recibía cada año suponían prácticamente la misma cantidad que percibía cuando trabajaba. Con semejante indemnización, mis padres podrían haber adquirido en aquel momento un piso y, aun así, les hubiera quedado una parte muy generosa del dinero.

Sin embargo, a partir del año 2000, ya estando yo en la universidad, las cosas cambiaron radicalmente y los intereses que recibía por el depósito se desplomaron. Hasta tal punto cambió la situación que mi familia pasó de vivir de forma desahogada solo con los intereses a tener que ajustar los gastos, ya que hubo que empezar a tocar el capital porque los intereses no eran suficientes.

De todos modos, mis padres supieron reaccionar a tiempo y crearon una empresa que nos permitió afrontar la situación de forma más desahogada. Pero lo más importante de aquella aventura fue la valiosa lección que aprendimos: aparcar el ahorro no es una buena forma de ahorrar a largo plazo. O lo que es lo mismo: para conseguir a lo largo de los años afrontar la pérdida de valor que supone la inflación hay que hacer que el dinero no esté inactivo.

De hecho, aquella indemnización que resultó tan generosa y que hubiera permitido comprar un piso y disponer de dinero sobrante, con los años y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo, no alcanzaría hoy ni para la compra de un coche.

Sin duda fue una época compleja, pero me enseñó dos lecciones muy importantes que nunca se me olvidaron. La primera, que la inflación es el peor enemigo del ahorro. Si no haces nada para contrarrestarla, poco a poco va destruyendo nuestro ahorro y el patrimonio mengua cada día.

Una entidad internacional de prestigio ha realizado un estudio que pone en evidencia todo lo anterior. Según su informe, si en el 2006 hubiésemos puesto 100.000 euros en un depósito a tres meses en una entidad de la zona euro, nos habría generado 4.650 euros al año. Sin embargo, hoy, el resultado de ese mismo depósito sería de prácticamente cero euros.

La segunda lección que aprendimos en mi familia fue la necesidad de recurrir al asesoramiento de los profesionales. Efectivamente, ante una enfermedad acudimos sin dudarlo al médico; ante un problema legal, consultamos de inmediato con un abogado; sin embargo, ante una situación tan importante como era el futuro financiero de la familia, mis padres tomaron una decisión sin el menor asesoramiento.

No es difícil imaginar que, si en aquel momento hubiésemos acudido al consejo de un profesional para conocer la mejor manera de gestionar y planificar aquel ahorro, esto nos hubiera permitido sortear más cómodamente la situación a la que tuvimos que enfrentarnos. Un profesional que nos hubiera ayudado a analizar las necesidades futuras de la familia y a planificar el ahorro de la forma más acertada para conseguir los objetivos a medio y largo plazo.

Hay que recordar que durante muchos años en España los depósitos se consideraban el método más tranquilo y cómodo de ahorro: ponías una cantidad a un plazo determinado y sabías exactamente cuánto te darían a la conclusión del período acordado. Estos productos se acabaron convirtiendo en los productos para todo, aunque no fuesen los más adecuados. Eran fáciles y hacían que el ahorrador se sintiese seguro. Eran tan comunes que muchos clientes entraron en el juego de mover el dinero de una entidad a otra en busca del depósito estrella del momento. Eran los conocidos como subasteros.

Pero llegó la crisis financiera y arrasó como un tsunami con esa forma de ahorro generalizada en España. Y hoy vivimos una situación que ni siquiera se consideraba en los manuales de economía: los tipos de intereses negativos. Esto es, el ahorrador ya no cobra intereses y en algún caso puede que incluso acabe pagándolos.

Seguramente, aquella experiencia de mi juventud esté detrás de la decisión que tomé un día de convertirme en asesora financiera. Descubrí que ese era el mejor camino para proporcionar a las familias el acompañamiento, la planificación, el asesoramiento y la tranquilidad consiguientes que a nosotros nos faltaron en su día. Porque, a pesar de lo que suele pensarse, la labor de un asesor financiero no es hacer ricos a sus clientes, sino estar junto a ellos para que ahorren de forma eficiente, para que puedan hacer frente a sus necesidades, sus metas, sus sueños y que su patrimonio no pierda valor con el tiempo.

De ahí la importancia a la hora de explicar a los clientes que, hoy por hoy, ahorrar es invertir. Y solo así se puede ahorrar a lo largo del tiempo, a lo largo del ciclo de la vida, sin perder valor. Ya no sirve de nada aparcar el dinero en un depósito o una cuenta y dejar pasar los años. El dinero hay que ponerlo a trabajar.

Evidentemente, no hay soluciones milagrosas ni una fórmula mágica que sirva para todos los perfiles. Cada familia, cada ahorrador, tiene sus particularidades, sus necesidades futuras y unos objetivos determinados, por lo que las soluciones de planificación diseñadas deben ajustarse a cada perfil. Pero, además, lo lógico es que también se vaya adaptando a lo largo de los años a medida que cambien las circunstancias de cada persona y de cada familia.

Cuando hablo de poner nuestro dinero a trabajar me refiero a que tenemos que encontrar formas de invertir nuestro dinero para que pueda beneficiarse del crecimiento económico mundial. De forma estructurada, con una estrategia, un método y una planificación, diversificando mucho, teniendo muy claro nuestros objetivos, nuestra forma de ser, nuestras capacidades. Y lo mejor es hacerlo con el apoyo y el asesoramiento de un asesor financiero.

Y no esperen: cada día que pasa sin hacer nada, su dinero vale un poco menos.