El ángel caído de Uber

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Travis Kalanick abandona la compañía que creó tras ingresar más de 2.500 millones de dólares pero rodeado por sus polémicas formas de gestión

05 ene 2020 . Actualizado a las 05:07 h.

Seguro que cuando Travis Kalanick fundó Uber allá por el 2009 no imaginaba que acabaría convirtiéndose en el director general de la mayor empresa de transporte compartido del planeta. Por no hablar de su inclusión en la codiciada lista Forbes de las principales fortunas del planeta. Conseguido aquello con lo que posiblemente no se había atrevido ni siquiera a fantasear, seguro que tampoco imaginó que aquel sueño alcanzado se tornaría en pesadilla. Que los mismos inversores que lo habían apoyado en su ascenso a los cielos, terminarían arrojándolo a los infiernos tras años de excesos. Y que acabaría dando con sus huesos fuera del proyecto. Pues bien, lo estará muy pronto. El 31 de enero.

Ha sido la suya una caída en dos tiempos. Acusado de haber alentado prácticas de conducción empresarial brutales, sobre una base de sexismo y de acoso laboral, y convertido en uno de los ejecutivos más odiados de Silicon Valley, Kalanick fue apartado de la gestión de la compañía hace algo más de dos años, en junio del 2017. Desde entonces, ha ido poco a poco deshaciéndose de las acciones que tenía en la compañía y ahora rompe definitivamente los lazos que lo unían a la firma. Deja la empresa. Se va del consejo de administración.

Y lo hace casi por la puerta de atrás. Sin hacer demasiado ruido, pero con los bolsillos repletos. Basta con saber que ha vendido unos 22 millones de las acciones de Uber que atesoraba, y que se ha embolsado con ello casi 2.500 millones de dólares. Aún le quedan títulos de la empresa de movilidad, menos de seis millones de ellos, valorados en unos 160 millones.

Ya se sabe que las penas con pan son menos. Pero es que, además, Kalanick ya tiene ocupación. Aunque no le haga falta trabajar para ganarse el sustento. Se va para dedicarse de lleno al proyecto en el que anda metido desde hace meses. Una empresa centrada en el sector de las llamadas cocinas fantasma, aquellas que no están abiertas al público y que solo preparan platos para satisfacer pedidos online. 

En marzo del 2018, el empresario anunció la creación de un fondo de inversión destinado a financiar proyectos con fines lucrativos y no lucrativos. Bautizado como 10100, el nuevo vehículo de Kalanick se concentra en los sectores inmobiliario, en comercio electrónico y en proyectos innovadores en China y la India. En el capítulo filantrópico, los planes del cofundador de Uber pasan por la educación y el futuro de las ciudades.

Californiano hasta la médula, aunque de ascendencia checa y austríaca, y pese a sus sonados traspiés, Kalanick encarna a la perfección el sueño americano. Nacido en el seno de una familia numerosa (sus padres Donald y Bonnie tuvieron cuatro hijos) y acomodada (su madre era publicista y su padre ingeniero civil, ambos en Los Ángeles), el joven Kalanick estudió en la prestigiosa Universidad de California. Ingeniería informática. Cómo no.

En su etapa universitaria andaba precisamente cuando, junto a su amigo Dan Rodrigues, decidió apostarlo todo a una idea: Scour y Scour Exchange, un reproductor de archivos multimedia y un servicio de transferencia de archivos P2P, una tecnología muy popular a principios de los 2000, extendida a posteriori por aplicaciones como eMule y que permitía compartir archivos directamente entre los usuarios, sin intermediaciones. Un caldo de cultivo perfecto para la piratería de contenidos online que le valió un aluvión de denuncias y la quiebra de su primer sueño. Pero no se rindió. Lo intentó de nuevo con Red Swoosh, otra plataforma de intercambio de archivos. Genio y figura... La vendió por algo más de 20 millones de dólares. Ya millonario, en el 2009, y junto a Garrett Camp (creador de StumbleUpon), lanzó UberCap, la empresa que lo ha hecho famoso y que, finalmente, ha tenido que abandonar. A otra cosa, mariposa.