La gran cruzada del siglo XXI

María Puerto PEKÍN / LA VOZ

MERCADOS

cedida

China dedica presupuestos millonarios a los desarrollos de inteligencia artificial. Aspira a ganar la batalla a Estados Unidos y liderar el sector en el año 2030

24 nov 2019 . Actualizado a las 05:14 h.

La inteligencia artificial (IA) está llamada a mejorar la productividad al permitir automatizar muchos procesos de producción. Sus aplicaciones pueden mejorar igualmente la sanidad o facilitar la vida cotidiana. Pero son sus funciones en materia de defensa y seguridad lo que convierte a este sector en imprescindible para la geopolítica mundial. Hace dos años, el presidente chino, Xi Jinping, identificó la IA como una pieza clave al presentar su plan Made in China 2025, con el que pretende transformar la economía del país para convertirlo en una potencia tecnológica.

Para ello, se han movilizado millones de fondos dedicados a la investigación, la creación de nuevas empresas y también para atraer talento extranjero. En el 2018, más del 70 % de la inversión mundial en IA se gastó en el gigante asiático. El objetivo es que en el 2030 la industria china de la IA alcance un valor de 143.000 millones de dólares y sea líder mundial.

La empresa 4DAGE Technology es un pequeño ejemplo de esta apuesta. Se dedica a la aplicación de la inteligencia artificial en el campo de la reconstrucción 3D y el algoritmo de digitalización. Su CEO y fundador, Yan Cui, se siente orgulloso de su producto estrella, la 4DKanKan, la primera y única cámara 3D profesional capaz de reconstruir un modelo espacial de forma automática en cinco minutos. La compañía ha firmado un convenio con el centro de investigación alemán, DFKI, y juntos han creado el Instituto de Inteligencia Artificial China-Alemania. Su sede está en Zhuhai, en un parque industrial de reciente construcción, junto a otras tecnológicas chinas como Xiaomi. Es una región colindante con Macao y Hong Kong que China ha bautizado como Zona de la Gran Bahía y que desea convertir en un nuevo Silicon Valley.

Las aplicaciones de IA han empezado a ser visibles en la vida cotidiana china: hay restaurantes donde te atienden robots, bancos automatizados que no tienen personal, y el reconocimiento facial ya se utiliza para entrar en campus universitarios o en algunos aeropuertos.

Pero estas tecnologías también están presentes en otras prácticas. El sistema de Crédito Social, con el que el Gobierno chino pretende premiar o castigar a sus ciudadanos, se desarrolla gracias a la IA y es un ejemplo de cómo estas aplicaciones pueden facilitar el control de la población y así reducir el coste de la represión.

Además del volumen de inversión, en el que China ya supera a Estados Unidos, Pekín tiene una gran ventaja competitiva: los datos. El Ejecutivo tiene pleno acceso y control de toda la información de sus 1.400 millones de ciudadanos. Es el país con más cámaras de seguridad instaladas en espacios públicos y todas dependen directamente de las autoridades.

La colaboración privada

A ello hay que añadir que las empresas privadas, por ley, tienen la obligación de facilitar los datos que el Gobierno requiera. Al contrario que en los países democráticos, no existe una opinión pública que defienda la privacidad de su información. Sin olvidar que las grandes tecnológicas chinas, como Alibaba o Baidu, colaboran activamente con las autoridades en los centros de investigación.

Pero el control que ejerce el Gobierno del Partido Comunista sobre las instituciones científicas y la industria también es su peor enemigo, ya que frena la innovación.

Washington, para no perder la carrera, ha empezado a poner barreras a China. Ha prohibido a sus empresas hacer negocios con algunas tecnológicas chinas y ha elevado el tono para denunciar el robo de la propiedad intelectual. Las universidades han empezado a cortar lazos con Pekín. Detrás de la guerra comercial también está la voluntad de frenar el desarrollo tecnológico chino. En la carrera entre Estados Unidos y China por liderar un sector que transformará la sociedad hay un actor ausente, y es la Unión Europea, que está dejando a los dos gigantes competir por el liderazgo.