Galicia y la competitividad regional

MERCADOS

Kiko Delgado

El estudio de esta variable es determinante para poder identificar y poner en marcha aquellas políticas necesarias para fomentar el desarrollo económico de un territorio. En el caso de Galicia, el último informe de la UE la sitúa en el puesto 197 de las 363 regiones europeas, cediendo 16 posiciones respecto al ránking del 2016. La eficiencia del mercado de trabajo y el déficit en el apartado de la innovación son los dos factores que habrían influido de forma más decisiva en este deterioro.

19 dic 2019 . Actualizado a las 13:20 h.

La eficiencia del mercado de trabajo y el déficit en el apartado de la innovación son los dos factores que habrían influido de forma más decisiva en este deterioro.

El concepto de competitividad se fundamenta en la productividad y en los factores que la determinan. Por tanto, la competitividad es la relación entre la producción obtenida, mediante un sistema de elaboración y prestación de bienes y servicios, y los propios recursos utilizados para obtenerlas. Mide su uso eficiente o la relación entre los resultados obtenidos y los recursos usados en el tiempo que se necesitan para conseguirlos. De esta guisa es definido en los clásicos libros de texto. Más tarde, Michael Porter, el gurú del management, propuso un modelo en el que se fijan cinco factores de la competencia y, con ellos, se determina la atractividad de un sector o de un territorio. O sea, planteaba un enfoque de ventaja competitiva que vendría definido como el valor que una empresa (territorio) logra crear para su cliente (habitantes) y que debe superar a los costos. Dicha argumentación ha servido para estimar las ventajas de los territorios en posteriores investigaciones.

El premio nobel de Economía Paul Krugmann, al explicar la competitividad de las naciones, afirmaba que aquella dependía de la capacidad de sus industrias para innovar y mejorar. Solía argumentar que varias empresas son capaces de innovar y, por tanto, es posible perfeccionar la ventaja competitiva de las mismas (y del territorio) de manera progresiva. En suma, el análisis de la competitividad territorial resulta muy importante para poder identificar y poner en marcha aquellas políticas más adecuadas de cara a fomentar e incentivar el desarrollo socio-económico; constatando, de esta manera, las opciones de generación de interacciones entre empresas y sus entornos en aras a promover innovación, riqueza y bienestar.

La mayor parte de organismos e instituciones que efectúan estudios sobre la competitividad regional describen varios niveles de objetivos. En el primer nivel, se suele inscribir el bienestar de los ciudadanos, cuyos indicadores principales estarían definidos por el nivel de renta per cápita y los niveles de cohesión social. En un segundo nivel intermedio, se agruparían aquellos índices que subrayan la innovación, la productividad y el comercio exterior. Finalmente, en un tercer estadio, situaríamos los determinantes de la competitividad, esto es, aquellos elementos que afectan a los resultados de los objetivos principales e intermedios, como son los referentes a los comportamientos de las empresas, la especialización del talento y la calidad del entorno.

El Foro Económico Mundial de Davos lleva a cabo análisis relativos a la elaboración de índices de cara a establecer un ránking de países en torno a la competitividad de las naciones. Lo efectúa a través de datos y de encuestas a los agentes económicos. Los resultados se agrupan en 12 pilares: las instituciones, las infraestructuras, las tecnologías de información y comunicación, la estabilidad macroeconómica, la salud, las habilidades, los marcos regulatorios, el mercado laboral, las finanzas, el tamaño del mercado, el dinamismo y la sofisticación de los negocios; y la innovación. Cada uno de ellos se subdivide en varios apartados, llegando a manejar cerca de 80 variables. De igual modo, el Institute for Management Development (IMD) también asume dicha función y muestra otros índices en sus informes. Sus datos se clasifican en cuatro apartados: desempeño económico; eficiencia del gobierno; eficiencia empresarial e infraestructuras. Cada uno de estos cuatro apartados se subdivide, a su vez, en cinco subfactores.

Eficiencia de las economías

Las propuestas de los índices de competitividad regional son más recientes. Recogen las evidencias anteriores y, aunque no existe un consenso explícito sobre los mismos, se llega a admitir que el Índice de Competitividad Regional que publica, cada dos años, la Unión Europea responde a criterios básicos armonizados y que son concordantes con la eficiencia de una economía. Fundamentalmente, los pilares de las ventajas competitivas regionales hacen referencia a cinco apartados: gobierno e instituciones, desarrollo económico, infraestructuras productivas, capital humano y eficiencia de las empresas. El primer apartado se compone de aquellos factores que cuantifican la capacidad de los gobiernos para cumplir su rol y la provisión de los servicios puestos a disposición de sus habitantes (recursos, gastos, inversiones, seguridad, presencia internacional) de cara a alentar el desarrollo de su territorio. El pilar relativo al desarrollo económico considera, como factores clave, las tasas de crecimiento de la producción, el empleo, el turismo, el comercio exterior, las dinámicas de internacionalización y los patrones de diversificación industrial. El tercer pilar, el referido a las infraestructuras productivas, toma, como conceptos básicos, el conjunto de factores físicos sobre los que descansa la competitividad de un territorio (tales como las redes de transporte, de energía, la conectividad y la accesibilidad). El pilar del capital humano considera clave los factores que poseen relación directa con la educación, la formación laboral y la salud. Y, finalmente, en el pilar de la eficiencia de las empresas se integran aquellos elementos directamente vinculados a las mismas, como la productividad, las habilidades empresariales y la innovación, así como las variables de su entorno próximo como el clima de negocios y la generación de empleo.

Atendiendo a esta concepción podemos saber cuál es la posición y el comportamiento de cada una de las regiones europeas. Galicia se sitúa en el puesto número 197 de las 263 regiones contempladas en el estudio. El primer dato del análisis efectuado es que Galicia empeora su competitividad dentro del espacio comunitario, perdiendo posiciones en el ránking de las regiones, pues estaba en el puesto 181 en el año 2016. En segundo lugar, los datos de Galicia se alejan (divergencia) de las puntuaciones alcanzadas por las comunidades autónomas españolas del nordeste peninsular.

Profundizando un poco más en los índices de la competitividad regional europea, Galicia registra dos grandes debilidades: la eficiencia del mercado de trabajo y el déficit de innovación. Estos datos ponen de manifiesto que después de la recesión del 2008 no fuimos capaces de definir e implementar medidas para sustentar un patrón de crecimiento sólido y robusto, ajeno a fluctuaciones y vaivenes cíclicos. Ello nos lleva a afirmar que planteamientos como la Agenda 4.0 o los planes de desarrollo de talento e innovación no han arrojado resultados positivos. Frente a estas fuertes debilidades, los datos positivos se presentan concentrados en los apartados referentes a la calidad de las instituciones, la salud y la educación.

Llama la atención, asimismo, cómo Galicia ha perdido nivel competitivo con su región limítrofe, el norte de Portugal. En base a este aserto se pueden explicar las últimas tendencias de las dinámicas de deslocalización y de implantación de nuevas empresas «máis aló da raia». Son fruto de una menor burocracia y de un mayor impulso a la industria e innovación que está logrando captar y atraer más proyectos empresariales. En suma, las advertencias del informe europeo no deberían ser desoídas, en la medida que las debilidades están muy bien delimitadas y las responsabilidades están concentradas en muy pocas personas y organismos.