El siglo de las ciudades

MERCADOS

Stefano Rellandini

11 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hace más de una década la mayoría de la población mundial habita en ciudades, y se cree que a mediados de siglo el porcentaje rondará el setenta por ciento. En Estados Unidos, en torno a 250 millones de personas viven sobre el 3 % del territorio. A lo ancho del mundo se extienden las megalópolis, en las que se concentra buena parte de actividad económica y la generación de riqueza. Lo que la experta Saskia Sassen ha llamado ‘ciudades globales’ se ha convertido en protagonista fundamental de la vida contemporánea, hasta el punto de que no parece exagerada la designación de este como ‘el siglo de las ciudades’.

Es un fenómeno que tiene mucho de paradójico: precisamente en el momento en que se impone la llamada compresión espacio-temporal -es decir, una extraordinaria reducción en el coste de moverse de un lugar a otro-, es cuando el valor de la proximidad se hace mayor. Según ha explicado Edward Glaesser (El triunfo de las ciudades), en ese contexto de profundas transformaciones se ha producido un auténtico renacimiento de ciudades que habían experimentado procesos de decadencia de diferente tipo; un comentario que valdría para Nueva York, Londres, Milán o Chicago (aunque no desde luego para otras grandes urbes, como el paradigmático ejemplo de Detroit).

Las causas son muy distintas en los diferentes casos, pero hay algunas tendencias cruciales que son comunes: la principal es que solo las ciudades son capaces de generar algunos elementos esenciales para el desarrollo de una economía moderna; en particular, todo lo que tiene que ver con los servicios: los profesionales, los financieros o los tecnológicos. Y junto a ello, el talento: tras la reinvención y dinamismo creciente de las principales ciudades globales está su capacidad para generar y para atraer talento hacia sus sistemas productivos. Así, la mayor densidad urbana aparece estrechamente relacionada con mejoras en la educación, el capital humano y con ganancias de productividad. Cabe afirmar que algunas características del capitalismo más reciente -como la terciarización o la transformación financiera- han apuntalado las tendencias hacia la concentración de las actividades económicas en el mundo urbano.

Sin embargo, que en el reparto del poder que ha traído la dinámica de la mundialización las ciudades se cuenten entre los ganadores indudables, no quiere decir que lo sean también sus habitantes (o un porcentaje significativo de ellos): los frutos de la urbanización se reparten de un modo muy desigual: el centro luminoso y el arrabal, la City y el barrio de la Defense y los banlieues no lo viven por igual. Por lo demás, y en un sentido más general, el triunfo de las ciudades trae consigo una creciente división entre las áreas de alta densidad, convertidas en prósperas y multiculturales, y aquellas otras, de menor densidad, varadas en el estancamiento económico y vinculadas a los valores tradicionales. En ese sentido, algunas investigaciones recientes (véase por ejemplo W. Wilkinson: The Density Divide, 2018) identifican los procesos de concentración urbana entre las principales causas de la ola de malestar, al detectar en ellos un elemento de polarización, de segregación económica y cultural que estaría sirviendo, entre otros factores, para atizar el auge de los movimientos populistas.

El mundo se urbaniza a ritmos frenéticos. Uno de los mayores retos intelectuales de nuestro tiempo es pensar la ciudad global, sus grandes oportunidades y riesgos. También en el plano económico.