«Me reinventé varias veces, me siento una ?millennial?»

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

PACO RODRÍGUEZ

Creó una consultoría en Madrid en 1993, en plena recesión económica, y le fue bien. Cuando ya estaba asentada, se vino para Galicia, la tierra de su marido, para estar más tiempo con sus hijos. Se encontró un panorama desalentador, pero Lidia Enrich, incansable e inconformista, se reinventó varias veces en el campo de la formación y la orientación laboral. Volverá a hacerlo, y no le asusta

02 jun 2019 . Actualizado a las 05:05 h.

Lidia Enrich (Madrid, 1961) estudió Sociología y luego cursó un máster en Dirección de Empresas en Barcelona. De carácter inquieto, no tardó en establecerse laboralmente con la apertura en Madrid de una delegación de una consultora catalana de recursos humanos. Tenía 25 años, y cinco después se estableció por su cuenta y abrió, en 1993, una consultora con una socia. Fue un año negro para la economía española. «Todos me decían que a dónde iba, pero pese a todo, nos fue bien», recuerda.

-Y sin embargo se vino para Galicia. ¿Por qué?

-En 1998 tenía dos hijos pequeños y no los veía, así que nos liamos la manta a la cabeza y nos vinimos a Sarria, de donde es mi marido.

-¿Fue un cambio brusco?

-¡Y tanto! Entonces empezaba el correo electrónico y mi idea era seguir aquí con la empresa, trabajar desde casa. Pero me di cuenta de que el mercado en Galicia no tenía nada que ver con el de Madrid, donde trabajaba con grandes empresas. El batacazo en Lugo fue monumental. Ni había empresas con las que trabajar ni la selección de personal se pagaba, todo era por contactos, y yo no conocía la idiosincrasia gallega. Un par de años después, mi socia decidió dejarlo y cerré. Y eso que llegamos a tener cinco personas contratadas.

-¿Y qué hizo?

-Me reinventé. Pensé que si sabía hacer selección de personal, también sabría orientar laboralmente y empecé a trabajar en ese campo. Salieron subvenciones para orientadores laborales en los concellos y tuve la suerte de que pude entrar en Lugo. Pero cada año los contratos eran por menos meses y eso no era para mí, que soy una persona inquieta. Empecé a moverme y entré como docente en un proyecto de formación y empleo en la Diputación de Lugo. Desde entonces trabajo por proyectos y la experiencia más enriquecedora fue la que tuve como técnico de lanzaderas de empleo. Empecé en Ourense en el 2016 y reenganché. Cuando empezaba la tercera edición me llamó la Xunta para una oferta de orientación laboral en las oficinas de empleo y me pareció una buena oportunidad para conocer el servicio por dentro. Además me quedaba cerca de casa, porque era en Monforte. Y allí sigo desde noviembre del 2017.

-¿Por qué aplaude las lanzaderas de empleo?

-Funcionan muy bien, tienen una metodología muy eficaz, se trabaja en equipo y se utiliza la inteligencia emocional. Y además, la gente va muy motivada y el índice de inserción laboral es muy alto, del 60 %.

-No así en la oficina de empleo.

-Son programas para desempleados de larga duración, la mayoría con más de 45 años de un ámbito rural, con baja cualificación y que no quieren o no pueden moverse. Son hombres que vienen de la construcción y mujeres que se dedican a la limpieza o a los cuidados, y no es que no haya trabajo para ellos, es que necesitan una titulación que la mayoría no tiene porque carecen de formación y de estudios.

-¿Es difícil insertarse laboralmente en el rural gallego?

-Hay experiencias interesantes de emprendimiento que está apoyando la Xunta, sobre todo en el campo del cooperativismo. El problema lo tiene la gente mayor, que no tiene formación ni habilidades digitales y muchas veces están atados y no pueden moverse físicamente.

-¿Se ve siempre ahí?

-El contrato acaba en noviembre y podría renovarse, pero yo a partir de septiembre empiezo a buscar. Me reinventé varias veces, en eso me siento una millennial, tengo una mentalidad muy americana.

«Estoy cansada de oír siempre esa coletilla de ‘una mujer adelantada a su tiempo’»

Lidia Enrich es vicepresidenta de la asociación Executivas de Galicia, fundada en el año 2011 y que cuenta en la actualidad con 167 socias.

-¿Cómo conoció la entidad?

-Fue hace cinco años, a través de Mónica Álvarez, que era tesorera en Lugo y me invitó a una reunión. Me pareció muy interesante porque me permitía conocer a mujeres de otros sitios y trabajar en red. En la directiva entré hace dos años, con Carla Reyes de presidenta, y soy vicepresidenta desde entonces.

-¿Cuáles son sus objetivos?

- Reivindicamos a la mujer como profesional, sobre todo con tres objetivos: dar visibilidad a la ejecutiva, que no siempre se sabe que está ahí; actuar como lobby para que se legisle sobre políticas que son necesarias, y facilitar las relaciones entre las socias, tanto las personales como las profesionales. Y funciona muy bien, en el último año y medio hemos crecido mucho. Crea red y eso es lo que más me gusta. La red de contactos es lo más importante a la hora de buscar trabajo. Hay gente que confunde los contactos con el enchufe, y no es lo mismo. El enchufe es que te contraten aunque no estés capacitado para ese trabajo; el contacto, en cambio, es ampliar el margen de posibilidades laborales.

-¿Qué les ocupa en la actualidad?

- Hemos creado Referentes Galegas, un fichero de mujeres profesionales de todos los sectores. Carla Reyes se fijaba en que en los eventos de trabajo todos eran hombres, y cuando preguntaba, le decían que no había mujeres en ese sector, y no es verdad. Así nació el fichero, que tiene ya a 232 profesionales de distintos ámbitos con más de diez años de experiencia y que guardan algún tipo de relación con Galicia. El objetivo es llegar a las 500 a finales de año.

-¿De qué forma pueden ser útiles las referentes?

-Las hemos invitado a visitar centros de estudios para que les cuenten a los jóvenes que las mujeres pueden trabajar en cualquier actividad, sobre todo en el campo científico y técnico. Se ha avanzado mucho, pero queda mucho por hacer. En Yo, Claudia, de Santiago Posteguillo, leí lo de ‘una mujer adelantada a su tiempo’. Estoy cansada de oír siempre esa coletilla.

Y un día descubrió el canto

«Siempre concilié, incluso cuando no existía esa palabra». Lidia Enrich renunció a su estabilidad laboral en Madrid para criar a sus hijos fuera de las prisas de la capital cuando los niños tenían 10 y 5 años, pero cree que valió la pena porque «hoy el chico tiene 30 años y ella 25 y son independientes; ahora tengo más tiempo para mí y me considero muy afortunada», dice orgullosa de sus vástagos. Esa libertad la invirtió en una pasión que le perseguía desde hacía años: aprender a tocar el piano. «Me apunté en Sarria en el conservatorio y me saqué un título». Y la música la llevó naturalmente al canto. «Un día me enteré por el periódico de que en Lugo se estaba montando un coro de mujeres y decidía probar«. Y así entró en Cantar Delas, una agrupación formada por una treintena de voces femeninas que interpretan piezas de zarzuela y ópera o cantigas tradicionales como las de Martín Códax y Afonso X O Sabio. Con esa decisión que le caracteriza, hoy es su presidenta. No podía ser de otra manera.