Belén Montero: «No se pelea lo suficiente por el turismo de congresos»

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Entró como azafata y no tardó en dar el salto a la gestión como adjunta a la dirección del Palacio de Congresos e Exposicións de Galicia. La crisis la abocó al paro, pero no por mucho tiempo; lejos de amilanarse, puso en marcha su otro sueño: una tienda de ropa. No tardó en regresar al Palacio de Congresos, pero ya por la puerta grande, como directora. Ahora es directiva y empresaria. Casi nada.

14 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Dejó su Cee natal para estudiar en A Coruña y no desembarcó en Santiago hasta que empezó la carrera, sin sospechar que allí le esperaba su futuro. Sin una vocación clara, dudaba entre dejarse guiar por los consejos de sus padres y estudiar Derecho o seguir su instinto y decantarse por Filología Inglesa. «Todos los veranos iba fuera y ya hablaba inglés», recuerda Belén Montero (Cee, 1973). El destino despejó su futuro. «Llegué un día tarde a la matrícula en Derecho, así que...». Su físico y su inquietud personal le permitió compaginar los estudios con los trabajos de azafata, y ahí conoció un mundillo que pululaba por el Santiago de los primeros años de los 90 que le enamoró. El Palacio de Congresos e Exposicións de Galicia, que abrió sus puertas en 1995, era uno de sus lugares habituales de trabajo.

-Acabó la carrera y se matriculó en un máster, pero no lo acabó. ¿Qué pasó?

- En un máster en Periodismo, pero me llamaron del Palacio de Congresos como adjunta de la dirección. Era una oportunidad que no podía rechazar.

-Por aquel entonces había un bum de ferias y congresos que no se volvió a repetir, ¿no?

-Despachábamos congresos. Fueron unos años de bonanza que, además, coincidieron con que no había ningún otro recinto de este tipo en Galicia.

-¿Por qué lo dejó?

-El grupo Marsans llevaba la gestión y yo trabajaba para ellos, así que cuando acabó la concesión me convencieron para seguir con ellos en el sector de los eventos. Pero Marsans quebró con la crisis y me quedé sin trabajo, así que me decidí a poner en marcha un proyecto que ya tenía en mente, el de montar una tienda con una socia.

-Usted había entrado con buen pie en la vorágine laboral. ¿No fue duro quedarse en el paro?

-No fue de un día para otro. Lo pasé un poco mal al principio pero fue lo mejor que me pudo pasar porque así me decidí a hacer algo que me hacía mucha ilusión y que, además, salió muy bien.

-Y, sin embargo, lo dejó para volver al Palacio de Congresos, esta vez como directora, por la puerta grande. ¿Tampoco le costó entonces tomar la decisión?

-Me costó porque estaba encantada en la tienda y solo pasé en ella tres años. Pero volvía a ser una oportunidad única. Lo hablé con los míos y me decidí. De todos modos, la tienda sigue en manos de mi socia y yo sigo vinculada a ella, sale adelante aunque no esté yo. No me dio más que alegrías.

-En los años 90 el sector estaba en pleno bum. ¿Se ha racionalizado?

-Afectó mucho lo que pasó con los congresos médicos. Los laboratorios dejaron de sufragarlo todo como pasaba antes y eso se notó, porque para nosotros, los congresos médicos eran lo más importante. Sí, es verdad que el sector se racionalizó. Ahora quien viene a un congreso viene a trabajar. Pasamos de una etapa de estar arriba de la balanza a caer en picado y acabar en la situación en la que estamos ahora, estabilizados.

-El Palacio de Congresos de Santiago fue el primero, pero luego abrieron muchos más. ¿Se nota esa competencia?

-Por supuesto, éramos nosotros solos y ahora no hay una ciudad que no tenga un recinto de congresos. Antes venían solos y ahora hay que salir a buscarlos.

-¿Eso perjudicó a Santiago?

-Sí, claro. No se pelea lo suficiente por el turismo de congresos. Los congresistas vienen a una ciudad nueva con ganas de consumir ocio y, generalmente, fuera del fin de semana y de la temporada alta. Tenemos un turismo de peregrino, pero fuera de temporada no acaba de arrancar.

«El 2019 va a ser un año muy bueno, pero los siguientes no; no sé por qué ocurre» 

Las perspectivas para el sector no son malas a corto plazo, pero no está del todo claro que se vaya a mantener en el tiempo.

-¿Esperan cerrar un buen año?

-El 2019 va a ser un año muy bueno, pero los siguientes, no; no sé por qué ocurre, no le veo una explicación. Nosotros llevamos desde el 2013 visitando empresas y sociedades médicas, y eso podría explicar el bum del 2019, pero, ¿por qué no en el 2020 y en el 2021? Quizás sea que los organizadores escapan del año santo porque saben que va a estar todo lleno. Pero si pienso en lo inmediato, tengo que decir que entre mayo y octubre de este año no tengo un día libre.

-¿Por qué cree que en Santiago no se apuesta como se debiera por el turismo de congresos?

-Quizás sea porque la catedral está ahí y la gente va a seguir viniendo igual a Santiago. El Apóstol es nuestro gran embajador.

-Hay quien cree que hay un problema de comunicaciones.

-Creo que cuando el AVE esté finalizado va a ser un gran revulsivo en ese sentido.

-¿Y los vuelos? No hay las conexiones con el extranjero que tienen otras ciudades.

-Es que no podemos comparar Santiago con Barcelona, Madrid o Valencia. Nosotros no tenemos capacidad para los congresos internacionales, nuestro mercado está en los nacionales. Yo, con entrar en el circuito de congresos de las sociedades médicas, que son más de doscientas, me doy por satisfecha.

-¿No entran otros sectores en sus objetivos estratégicos?

-Sí, tuvimos uno muy bueno de notarios y otro de áridos el año pasado. Y cuando digo buenos me refiero a lo que invierten. Uno a nivel nacional puede reunir desde ochocientas personas a seis mil, y eso se nota mucho en la ciudad a la que van. Que entre semana lleguen aquí tres mil personas para pasarlo bien y gastar dinero, y que tienen dinero para poder gastarlo, es muy importante para una ciudad.

-¿Qué personal hay?

-Fijos somos una docena, pero para cada congreso es fácil imaginar lo que se mueve aquí si hay que dar servicios a dos mil congresistas... Solo contando las azafatas pueden ser una treintena, y luego están los camareros, el personal de seguridad... Se mueve mucho personal.

«Alucino con santiago» 

Casada con un compostelano, madre de una hija de 13 años y tía de un sobrino de 15, «que es como un hijo más», reconoce que se enamoró de Santiago. «Me encanta, alucino con la ciudad». Y eso que ya no es lo que era, cuando llegó para estudiar «y podías salir cualquier día, menos el lunes que estaba todo cerrado...». Ahora disfruta recorriéndola con la familia, paseando por los soportales del casco histórico y descubriendo los mil y un secretos de sus piedras. Pero no se olvida de sus orígenes en Cee y en Lires. Allí sigue teniendo a la familia y allí va todos los veranos. «Cada vez me apetece más volver, y vaya a donde vaya, no hay nada en el mundo como la vista desde el chiringuito de Lires». Porque viajar, también viaja. De hecho, la dejamos con las maletas rumbo a Ámsterdam. «En invierno procuramos ir a una ciudad europea y en verano, al sur. La gente me pregunta por qué, teniendo aquí un tiempo estupendo, y yo les digo que es para bañarme, ¡en el agua de Galicia no soy capaz de meterme!»