El problema es básicamente de tiempos. Todas estas innovaciones van a generar cambios acelerados porque la creación de aplicaciones, el desarrollo de algoritmos, está siendo, y aún lo será más, imparable. La cuestión es que, paralelamente, la desconfianza entre la ciudadanía respecto de las tecnologías crece, como quedó de manifiesto recientemente en una encuesta encargada por la Comisión Europea. El certificado entra de lleno en este terreno. «Good for Humans -explican sus creadores- tiene un fin doble. Por una parte, servir de faro a las empresas para vincular sus productos y servicios a los ODS y, por otra, dar visibilidad a estos productos para que los consumidores puedan saber que están contribuyendo a un mundo mejor».
Los impulsores del proyecto explican que hasta la fecha no existía una entidad independiente que acredite que las tecnologías en el mercado cumplen unos estándares éticos, una inquietud «que cada vez preocupa a más empresas de forma individual». Good for Humans ocupará ese espacio, para lo que además alentará la creación en las compañías de una nueva figura: los humanity managers, un empleado que se encargará de tutelar que «la tecnología esté al servicio de las personas y no al revés».