Cada vez más empresas captan a sus trabajadores mediante ventajas como cheques «gourmet», servicios de guardería o un seguro médico. La flexibilidad horaria es, para muchos de ellos, más importante que un aumento de sueldo
04 feb 2019 . Actualizado a las 07:59 h.Una empresa de fabricación de aluminios ofrece en Padrón 28.000 euros brutos a un abogado especialista en la rama laboral. Nada nuevo bajo el sol. Salvo porque a continuación, en el anuncio que la compañía colgó en Internet, se puede leer: «Beneficios sociales. Acuerdos con entidades sanitarias, gasolineras y entidades formativas». Esta nota a pie de página, que hasta hace poco no era más que un plus que podía decantar la balanza hacia uno u otro lado ante la decisión de aceptar un empleo, es ahora primordial cuando uno entra en faena y busca trabajo de manera activa. Pero es también un modo de captación infalible de los departamentos de recursos humanos de las empresas para garantizarse un empleado feliz, que es el equivalente a un empleado productivo. Los cheques gourmet, la compra de días extra de vacaciones, el teletrabajo, el apoyo a la formación o la garantía de un seguro médico, el producto estrella de los beneficios sociales, se han convertido en el trueque del siglo XXI, y han cambiado la perspectiva de que la retribución en dinero es lo más importante.
El pago en especie hace tiempo que se ha hecho un hueco en España, y también en Galicia, pero es cierto que se afianzó una vez se puso punto y aparte a la crisis económica. Con la aparición de los modelos de negocio de las startups, el aumento de la competitividad entre trabajadores y el futuro de las pensiones color negro azabache, el sueldo a la carta se convirtió en el as de oros de la baraja. Es lógico. «Todos ganan, tanto con los beneficios sociales cuyos costes asume la empresa de manera íntegra, como aquellos que salen del salario bruto de los trabajadores. Las empresas cada vez cuidan más a sus empleados porque les interesa fidelizar el talento y que los asalariados rindan de manera eficiente; pero a la vez, los trabajadores demandan más que un sueldo. No quieren ser un número y aspiran a que su compañía les haga crecer y los ayude a conciliar». Lo explica Mariano Zúñiga, responsable de márketing y negocio digital de UpSpain, especialista en la gestión de beneficios para los empleados, que aclara que los beneficios sociales, que en último término sirven para que una compañía alcance resultados, han estado no hace mucho en la cuerda floja.
Sucedió en diciembre del 2013. La entonces ministra de Empleo, Fátima Báñez, cambió las tornas y obligó a las compañías a cotizar a la Seguridad Social todas las retribuciones en especie (guarderías, planes de pensiones o vales de comida). Una medida que generó un polvorín de críticas entre las patronales de diversos sectores y contra la que se manifestó hasta la CEOE, advirtiendo que si no retiraba la normativa pondría en peligro la creación de empleo y la competitividad de las empresas. Sin embargo, como asegura Zúñiga, esta decisión fue un punto de inflexión que, lejos de repercutir en la compañía en la que trabaja, puso sobre la mesa la necesidad de garantizar estos productos a los trabajadores. «Desde entonces han aumentado los ingresos», mantiene. Eso sí, el abanico de compensaciones que debe ofrecer una entidad a sus empleados debe adecuarse a cada individuo para que sean beneficios de facto.
Según explica Belén Varela, profesora de Dirección y Gestión de Recursos Humanos en el grado de Relaciones Laborales de la UdC, «es la diferente situación de cada persona la que lleva a que las empresas se animen a ofrecer retribución flexible, que además como tiene ventajas fiscales para todos es bastante popular». Y continúa: «Eso sí, las personas valoran cada vez más la disponibilidad de tiempo; no solo aquellas con dependientes a su cargo, sino muy especialmente las generaciones más jóvenes. El teletrabajo, por su parte, está en el medio de la balanza: tiene partidarios y detractores casi a partes iguales».
Aunque en España el sueldo a la carta comienza a coger fuelle, en otros países las miras respecto a la retribución flexible son mucho más amplias. Lo saben en Nueva Zelanda, donde empresas ya captan trabajadores gracias a su semana laboral de cuatro días. O en Australia e Israel. En ambos países juegan con la ventaja de que las empresas pagan un 50 % más por la hora a quienes trabajan en el turno de noche. Nada que ver con lo que ocurre en la cuna del sueño americano: Estados Unidos es el único país desarrollado en el que las vacaciones son un beneficio, no un derecho; y la ley solo prevé un día de descanso a la semana.
Programas «wellness»: una opción para garantizar el bienestar de la plantilla
Cuando de vez en cuando el multimillonario mexicano Carlos Slim vuelve a proponer una jornada laboral de tres días sube el pan. Los empresarios de medio mundo se echan a temblar solo de pensar en las pérdidas que les podría acarrear tal cambio y, sin embargo, es uno de los hombres más ricos del mundo el que asegura que a todas las partes les saldría a cuenta esta reducción de la semana laboral. El mantenimiento de los mejores perfiles en la empresa y un ambiente de trabajo óptimo están entre las poderosas razones que llevan a Slim a ser un férreo defensor de un trabajo de tres días. Sin que haya calado muy hondo por lo radical de la propuesta, muchas compañías proponen opciones más conservadoras, como programas wellness para asegurarse el bienestar de los trabajadores.
Se trata de unas políticas que tienen como objetivo trasladar al empleado la idea de que la empresa es consciente de que tiene cierta responsabilidad en la salud de los asalariados. Pero además repercute de forma positiva en los resultados de la organización, en tanto en cuanto con estos planes (que incluyen sesiones de spa, talleres de mind fullness o clases de relajación) se reduce el absentismo laboral, se incrementa la productividad y se generan mayores niveles de compromiso de los empleados. Como explica Mariano Zúñiga, responsable de márketing de UpSpain, se aplica en muchos casos a ámbitos como el de la alimentación «con cheques gourmet saludables, o consultas con nutricionistas».