Absténganse seres humanos, por favor

María Viñas Sanmartín
María Viñas REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

maria pedreda

Los pronósticos confiaron en exceso en la ventaja creativa del hombre: en China ya hay presentadores virtuales, robots escribiendo poemas y androides en guarderías cuidando a bebés

03 dic 2018 . Actualizado a las 13:35 h.

Contaba hace solo seis meses Tamara Montero en estas mismas páginas que habrá habilidades que no podrán desarrollar las máquinas, que, a pesar de que cerca del 35 % de los empleos en España son susceptibles de ser automatizados, sobrevivirán reductos que requieran creatividad, habilidades sociales y gestión emocional. También por entonces las predicciones apuntaban a que casi la mitad de los trabajos actuales serán desarrollados en el 2055 por ordenadores, pero la tecnología, veloz, tiene las patas largas y se ha dado más que prisa: medio año es para ella toda una vida. El escenario ya ha cambiado significativamente: en China, un presentador virtual está preparado para empezar a informar a los telespectadores sin descanso en un canal 24 horas, reproduciendo gestos y movimientos humanos; hay androides que acunan bebés en guarderías y máquinas con cables y chips -ni rastro de neuronas zurcidas en materia gris- que alegremente componen baladas y escriben sonetos de calidad, nada de piezas vulgares y mecánicas. La cosa empieza a ponerse seria.

La raza robótica es una gran familia numerosa con múltiples ramas: de brazos articulados -robots industriales comunes- a drones, pasando por cacharros domésticos inteligentes -aspiradoras o procesadores de alimentos-, cobots, ideados para trabajar «codo con codo» con las personas, autómatas orientados a la educación o humanoides, máquinas cuya morfología es similar a la nuestra precisamente para poder adaptarse a un mundo diseñado a escala humana. Son estos, sobre todo, y no los asistenciales ni los industriales, los que activan las alarmas, los que el ser humano puede llegar a entender como una amenaza, un competidor directo en un futuro laboral cercano: hay estudios que demuestran que cuanto más se perfecciona físicamente una máquina, más miedo tenemos a que pueda cumplir mejor nuestro cometido o, como mínimo, de que lo haga con un menor margen de error.

El Parlamento Europeo ya ha empezado a tomar cartas en el asunto: trabaja para, entre otras cosas, respetar el rechazo a la atención por parte de un robot -el cliente puede negarse a ser atendido por un autómata-, proteger a la humanidad de ser manipulada por las máquinas a través de las emociones y evitar que los vínculos sociales se disuelvan, principalmente en lo que respecta a la salud y al cuidado de los mayores.