El peor día de Mark Zuckerberg dura ya demasiados meses

Laura García del Valle
Laura G. del Valle REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Dado Ruvic

Facebook vive su «annus horribilis» tras la fuga de datos de usuarios y la acusación de injerencia electoral; su millonaria caída en bolsa y la marcha de directivos echan aún más leña al fuego

08 oct 2018 . Actualizado a las 09:22 h.

El armario de su discreta mansión de Palo Alto (California) representaba hasta hace unos meses una imagen un tanto soporífera. El encuadre mostraba una sucesión de camisetas y sudaderas grises, todas iguales, para cada día de la semana. No necesitaba más, creía quien era -es- un dios de las nuevas tecnologías. «Siento que no estoy haciendo mi trabajo si gasto energía en cosas tontas y frívolas sobre mi vida», comentó Mark Zuckerberg en una entrevista hace años, cuando los vientos iban a favor del creador de Facebook y su red social se convertía en una potencia que aglutinaba más usuarios que ningún país del mundo. El escudo del uniforme para trabajar, que muchos avalaron como un gesto de modestia, no le sirvió, sin embargo, para enfrentarse al día más duro de su vida: el 11 de abril del 2018. Aquella jornada tuvo que pedir perdón ante el Congreso de Estados Unidos por el escándalo de la fuga masiva de datos de Cambridge Analytica. «Fue mi error y lo siento», espetó. Para bajar la cabeza se vistió de americana y corbata: «El traje del perdón».

Aunque poco se le ha vuelto a ver vestido de manera tan formal, lo cierto es que explicaciones ha tenido que dar, desde entonces, más de una y dos veces. Y no en todas las ocasiones su discurso ha estado centrado en convencer al mundo de que vivía ajeno a lo que Cambridge Analytica hacía con la información personal de 87 millones de usuarios de Facebook. Aunque desde entonces ha planeado la duda y es una de las razones por las que esta red social -que pese a todo sigue siendo la más importante del mundo-, pierde usuarios y las cifras le van a la contra. Pero no la única.

Mantenerse en el Olimpo de los amos del mundo digital no es sencillo. Entre acusaciones de injerencia en las elecciones estadounidenses, con alusiones constantes a las noticias falsas que campan por Facebook esperando a que organismos como la Comisión Europea den el golpe definitivo en la mesa, la fuga de altos mandos y beneficiarios del cosmos de esta red social era poco menos que un secreto a voces. Ese termómetro que es el parqué del Nasdaq lo reflejó a la perfección el pasado julio, en un día que Zuckerberg también puede tachar del calendario de su annus horribilis como digno de olvido.

Al igual que todo lo que gira en torno a una empresa que el pasado año generó más de 300.000 millones de dólares gracias a sus 2.000 millones de usuarios, la caída en la bolsa de Nueva York fue inmensa. De hecho, la capitalización bursátil de Facebook perdió 120.000 millones de dólares en un solo día, o lo que es lo mismo, la mayor de la historia. Este dudoso honor se debió a la incertidumbre de los inversores después de que el día anterior Zuckerberg presentase unos resultados inferiores a lo previsto. Cerró el segundo trimestre del año con un beneficio neto de 13.230 millones de euros, que pese a ser un 42 % más elevado, no llegó al objetivo marcado: 13.360 millones.

EN CAÍDA LIBRE

Las cifras hablaron al compás de los clics que se acercaban al botón de «desactivar cuenta». El último trimestre del pasado año Facebook perdía usuarios por primera vez desde que se crease, hace ahora once años en Harvard, como medio de contacto entre los estudiantes de esta elitista universidad. Solo en Estados Unidos, en tres meses se dieron de baja un millón de usuarios de los 185 que tenía esta red social en su país de origen. Pero hay más: y es que la tendencia generalizada de los consumidores de redes sociales advierte que los usuarios cada vez pasan menos horas pululando por Facebook para regalarle ese tiempo a otras comunidades cibernéticas.

Zuckerberg, que si por algo se caracteriza es por ser previsor, hace años que hizo suyo el mantra de «guarda para cuando no haya». En el 2012 invirtió mil millones de dólares para tener los derechos de Instagram, la red social de cabecera de los millennials, para quienes su hermano mayor es una página obsoleta y poco operativa. No quedó ahí la cosa, ya que dos años después, el servicio de mensajería más popular de Occidente, WhatsApp, también sucumbió a los encantos de Facebook, que lo compró por -atención- 22.000 millones de dólares. Con la Santísima Trinidad del mundo 2.0 en su poder, Zuckerberg se sentía poderoso y tranquilo. ¿Qué podía salir mal dominando tres compañías que forman parte del sector que era ya el motor de Wall Street? Como siempre, la realidad sorprende más que la ficción.

la espantá de directivos

Pese a que estuvo cuatro años en calma tras haberse quitado de encima a sus principales competidores, los fundadores de estas empresas acabaron dejando a Zuckerberg en la cuneta. Primero fue Jan Koum en febrero. El CEO de WhatsApp renunció a su puesto de manera inesperada, llegando a decir, incluso, que desde ese momento quería dedicarse a la vida contemplativa. No tardaron en salir voces que airearon las tensiones existentes entre Koum y Zuckerberg. Sobre todo, según aseguró en ese momento The Washington Post, por el nuevo modelo propuesto por Zuckerberg, en el que pretendía eliminar la independencia de WhatsApp como servicio para integrarla junto a Facebook, Messenger e Instagram, cruzando datos con estas tres aplicaciones. La situación, que dejaba en evidencia la falta de comunicación entre los directivos de las más potentes redes sociales del mundo, alcanzó cotas aún más dramáticas hace tan solo unos días, cuando los fundadores de Instagram dieron, también, la espantá.

Esta popular aplicación para compartir fotos y vídeos -cuya base de usuarios se duplicó en los dos últimos años, teniendo hoy en día 700 millones de fieles- es la gallina de los huevos de oro de Zuckerberg y, dados los quebraderos de cabeza constantes que sufre con Facebook, no piensa dejar de mimarla. Así que a rey muerto, rey puesto. Y cuando Kevin Systrom y Mike Krieger abandonaron la compañía a finales de septiembre para «explorar nuevos caminos», el CEO de Facebook no tardó en nombrar un nuevo mandamás para Instagram, Adam Mosseri, corriendo así un tupido velo antes de que volvieran a salir trapos sucios, como sucedió cuando lo abandonó Koum.

De los frentes abiertos que tiene en casa Zuckerberg se ocupa de manera rápida y eficaz. Puede hacerlo. El problema es que quien es hoy el quinto hombre más rico del mundo gracias a crear una herramienta que hasta es capaz de decantar los resultados de unas elecciones, tiene adversidades más graves fuera de sus feudos. Bruselas, por ejemplo, empieza a estar cansada de las triquiñuelas de esta red social para continuar manteniendo términos de condiciones «opacos» y seguir sin informar a sus usuarios de que Facebook usa sus datos con «fines comerciales». «No quiero ver progresos, quiero resultados», decía la pasada semana la comisaria europea de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género, Vera Jourová. Ya hay anuncio de sanciones para el 2019. El peor día de Facebook no ha acabado.