¿Ángel o demonio?

Alberto Vaquero OPINIÓN ALBERTO VAQUERO, PROFESOR DE ECONOMÍA APLICADA, GRUPO GEN-UNIVERSIDADE DE VIGO

MERCADOS

15 jul 2018 . Actualizado a las 04:45 h.

En los últimos días está dando mucho que hablar la propuesta que ha hecho el Ejecutivo de eliminar el tope máximo de cotización. Sin embargo, este planteamiento no es novedoso. Esta posibilidad se barajó en la última reforma del sistema de pensiones, pero dadas sus importantes implicaciones económicas finalmente se dejó de lado.

En economía cualquier medida tiene sus pros y contras y lo que se conoce como destope no es ajeno a esta realidad. La existencia de un determinado límite de cotización tiene dos efectos. Por un lado, acota el gasto en cotizaciones de las empresas y trabajadores; por el otro, reduce los ingresos que aportan ambos a la Seguridad Social, por lo que las arcas públicas no recaudan todo lo que deberían. Al establecer una base máxima de cotización se consigue cierta exención entre el salario y la citada base máxima.

Por un lado, el destope de las cotizaciones puede provocar un desincentivo a trabajar, ya que los que más cobran tendrían que aportar más. Llegados a este punto recordemos que las rentas salariales en España están fuertemente gravadas. El destope también podría lastrar la recuperación del empleo, ya que tras su aplicación lo que le quedaría en términos netos a los trabajadores y empresas sería una cantidad menor. Por el otro, con el destope las maltrechas cuentas de las Seguridad Social contarían con un balón de oxígeno que permitiría mejorar el actual desequilibrio entre los gastos y los ingresos del sistema.

Ahora bien, ¿se eliminará también el tope de las pensiones? O dicho de otra forma: ¿Los trabajadores que aporten más al no existir ese tope cobrarán una pensión mayor? Si es así, los trabajadores podrían ver la medida como algo positivo, ya que su pensión futura sería mayor. Sin embargo, no sería lo mismo para la Seguridad Social, ya que se estaría dilatando la solución al problema de financiación que actualmente tiene. Una «huida hacia adelante» difícilmente justificable. Además, si no se produce esa correspondencia entre el aumento del importe sujeto a cotización y la pensión satisfecha, la simple eliminación del tope de cotización podría llevar consigo un aumento de la contratación de planes y fondos de pensiones. De esta forma, se amortiguaría el efecto recaudatorio con los beneficios fiscales que gozan estos instrumentos de previsión social complementarios, al tiempo que se garantizaría una renta adicional a la pensión pública.

A tenor de la información disponible, no queda claro cómo se va a instrumentar el destope. ¿Eliminación completa? ¿Subida de los límites actuales? En estos momentos nos asaltan las dudas y sería recomendable contar con más datos para valorar los pros y contras. Una medida de tanto calado como esta precisa de un mayor desarrollo.