El secreto de vivir 100 años

María Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Juan Salgado

No hay una fórmula mágica, pero la receta que distingue a las empresas centenarias se basa en honestidad, fidelidad a su cultura, calidad y mantener el equilibrio entre tradición e innovación

08 jul 2018 . Actualizado a las 16:59 h.

Hubo un regente en Japón, el príncipe Shokotu, que pasó a la historia por haberse convertido en uno de los mayores defensores del budismo. No solo construyó decenas de templos, contribuyó también indirectamente a levantar la empresa más longeva de la historia, la constructora Kongo Gumi, con sede en Osaka. Desde su fundación en el año 578 después de Cristo por la familia Kongo, llegada desde Baekje (Corea) para construir el templo de Shitennoji, encargado por Shokotu y que todavía está en pie, logró superar las guerras que asolaron Japón en el XVI, sobrevivió a la restauración de la dinastía Meiji y hasta levantó cabeza tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Con lo que no pudo fue con la burbuja inmobiliaria de los años ochenta y tras realizar inversiones fallidas en esa época, tuvo que ser liquidada en el 2006 por su entonces presidente, Masakazu Kongo. Después de haber estado en manos de la misma familia cuarenta generaciones, la compañía fue absorbida por Takamatsu Corporation. Ahora continúa en funcionamiento, pero bajo el paraguas de esa otra corporación.

Durante más de 1.400 años Kongo Gumi tuvo la receta para mantenerse a flote. Lo hizo, entre otras cosas, aplicando políticas liberales como la de elegir a la persona más competente de la saga para la gerencia. No le importó que fuera mujer, algo que en tiempos transgredía por completo las estrictas normas de la cultura empresarial japonesa. Su fallo: invertir por encima de su capacidad de endeudamiento. No pudo superarlo.

La que no ha cambiado nunca de manos tras más de 400 años de historia es la italiana Beretta, una factoría de armas creada en 1526 por Mastro Bartolomeo Beretta. Ugo Gussalli Beretta y sus hijos Pietro y Franco son ahora los encargados de continuar con un negocio familiar al que han ido incorporando otras líneas de negocio como los viñedos.

No son tan longevas como llegó a serlo Kongo Gumi o como es Baretta o, en España, Codorníu, pero en Galicia hay empresas que cada una en su sector, guardan el secreto de haber sobrevivido durante más de cien años a múltiples cambios económicos y políticos. El periódico La Voz de Galicia, fundado en 1882 por Juan Fernández Latorre y que continúa en manos de la misma familia; la multinacional Grupo Cupa, en el sector de la pizarra; la fábrica Losal, en el sector del calzado; el Grupo Cuevas, en alimentación, la camariñana Cerdeimar, en el sector de la conserva ; Indalecio Moda, en el retail textil; la cervecera Estrella Galicia, o astilleros como Cardama, que pese a haber incorporado accionistas externos continúa controlado por la familia fundadora, son algunos ejemplos de longevidad empresarial. A ellos también hay que sumar otro astillero, Hijos de J. Barreras, creados en 1892 por Esperanza Massó Ferrer, y José y Francisco Barreras Massó y de los que en el 2013 la petrolera mexicana Pemex adquirió el 51 % de las acciones a través de su filial PMI.

Algunos de los puntos que tienen en común son haberse mantenido fieles a sus principios, tener un producto o servicio que los distingue en su comunidad, la diversificación de mercados y productos, ofrecer calidad y no dejar de innovar para adelantarse a los cambios futuros.

Pese a que para el profesor de la Universidad de Deusto David Ruiz de Olano, a la hora de hablar de empresas no es lo mismo aludir a una pyme con un tipo de negocio muy focalizado o ligado a un territorio como puede ser una pastelería -Madarro, en Lugo, o Copena, en Gondomar, por ejemplo- que a una empresa cotizada en bolsa como la multinacional Coca-Cola, con sede en Atlanta (Estados Unidos), hay algunas características en las que suelen coincidir las compañías longevas. «La cultura corporativa es muy importante. Normalmente las empresas centenarias han sabido mantener sus valores en el tiempo y, uno fundamental, es la honestidad. Algo que ayuda a conservar esos valores es tratar de mantener el negocio dentro de la familia porque una vez que sale a bolsa o es adquirida por un fondo pueden quedar diluidos», apunta. De hecho, añade, aunque algunas cambien de manos como le ocurrió a Kongo Gumi, conservan el nombre original porque es marca.

Pero además hay otro valor que normalmente juega muy fuerte a su favor en esa lucha diaria por hacerse un hueco en el vasto terreno empresarial. Es el de las relaciones con los proveedores o clientes. «No deja de resultar habitual que estas empresas se hayan construido sobre unas relaciones en las que tratan muy bien a los proveedores y a los clientes. No los explotan. Tratan de que les vaya bien y cuando algún proveedor pasa apuros, tratan de ayudarles», explica.

Otra característica fundamental es saber mantener el equilibrio entre la tradición y la innovación. «No acostumbran a ser rupturistas, la innovación suelen realizarla de forma gradual», apunta. Y luego no deja de hacer referencia al vínculo que cultivan con la comunidad en la que están asentadas. Pero más allá de todo esto, el gran consejo para que una empresa se mantenga joven, aunque haya superado más de cien años, lo dio en su día la empresaria norteamericana del sector de la cosmética Estee Lauder: «Nunca soñé con tener éxito, trabajé por él».