«Sueño con convertir Santiago en el campus de las lenguas»

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

PACO RODRÍGUEZ

Una joven estudiante de Checoslovaquia logró permiso en 1987 para viajar a Europa occidental. Llegó a Galicia y se quedó como profesora de checo en el conocido Instituto de Idiomas de la USC, desafiando a su propio Gobierno, que la expulsó luego de la universidad. Treinta años después, y tras casi diez como directora del Centro de Linguas Modernas, la República Checa premia su trayectoria

24 jun 2018 . Actualizado a las 05:09 h.

Fue en 1987, cuando cursaba el último año de carrera en la Facultad de Filología (Universidad Karlova), cuando pidió autorización al Gobierno comunista de Checoslovaquia para viajar al occidente de Europa con el fin de recabar información para su trabajo de licenciatura, que versaba sobre la lengua francesa. El permiso llegó, pero tarde, y el viaje no iba a durar más que un mes. Katerina Vlasakova (Praga, 1962) no sabía que ese mes le iba a cambiar la vida.

-Si su destino era Francia, ¿cómo acabó en Galicia?

-No sabía si iba a volver a tener la posibilidad de cruzar el telón de acero, y tenía curiosidad porque conocíamos bien un libro de lectura obligatoria, Desde bohemia hasta el fin del mundo, de un autor checo decimonónico, Alois Jirásek, que narra cómo una comitiva de caballeros checos en el siglo XV llegó hasta Compostela.

-Con los años usted tradujo ese libro al gallego y al español.

-Sí, y cuentos humorísticos e infantiles con mis alumnos.

-Bien, venía de paso a Galicia y se quedó.

-Conocí a una serie de personas y a gente joven. El director del Instituto de Idiomas quería ampliar las lenguas que se impartían (ya se daban clases de ruso) y entre todos me convencieron para que no volviese. Lo cierto es que estaba en un dilema, porque en la embajada me dijeron que bajo ningún concepto. Y me rebelé, pensé que no estaba haciendo nada malo, solo quería estudiar y volver a mi país, donde pocos podían hacerlo. Quería ser como los demás extranjeros que estaban aquí. Decidí quedarme, para mis padres fue una noticia terrible porque soy hija única.

-¿Cuál fue la respuesta del Gobierno?

-La policía fue a casa de mis padres a confiscar mis cosas y a mí me expulsaron de la universidad.

-¿Empezó de inmediato a dar clases en Santiago?

-Empecé en febrero de 1988 con cuatro estudiantes. No teníamos manuales ni nada. La embajada, al principio, no quería saber nada de mí ni de la USC. Vivía de las clases y de clases particulares, con el apoyo de unos parientes en América. Al año siguiente me enamoré y me casé.

-¿Pudo finalizar sus estudios?

-Con la Revolución de Terciopelo pude volver y acabarlos. Entonces cambié la tesina de francés por checo y la defendí en 1991, y en el 93 finalicé francés. Ya con la República Checa me ofrecieron crear un lectorado en Santiago y pude pedir libros y manuales y el Gobierno ofreció becas, así que tuvimos varios estudiantes becados y se les daba el material gratuito para estudiar. Cuando cayó el Muro de Berlín, la profesora de ruso se fue, así que asumí también las clases de ruso. Durante años tuvimos más alumnos de checo que de ruso, pero fue gracias al apoyo del Gobierno.

-¿Cómo acabó en la dirección del Instituto de Idiomas, ahora Centro de Linguas Modernas?

-En el 2003 fui nombrada secretaria académica y ahora llevo casi diez años en la dirección. Se le dio un impulso muy grande al centro que hay que agradecer y reconocer a directores como Tomás Jiménez Julia e Ignacio Palacios Martínez. Yo me vi obligada a dejar las clases de lenguas eslavas, aunque ahora tenemos cursos de checo de iniciación semestrales. Mi intención es hacer un convenio con una base más sólida también para otras lenguas, para garantizar su continuidad.

-¿Cuál es la oferta actual?

-En la actualidad impartimos 12 idiomas y hasta 20 en los cursos de verano. Pero sueño con convertir Santiago en el campus de las lenguas, en un centro de encuentro al final del Camino. Con este clima estupendo, historia en todas partes y las playas tan cerca, creo que se puede combinar la enseñanza de idiomas y el turismo cultural.

Katerina despide ahora a los alumnos del curso y se prepara para recibir a los de los cursos de verano. | PACO RODRÍGUEZ

tantos idiomas, tantos viajes...

el detalle

Dos años después del comienzo de aquella aventura, Katerina se enamoró y se casó, y luego tuvo dos hijos. Así que se reconoce gallega. «Ya llevo más tiempo de mi vida aquí que allí, aunque mi nacionalidad es checa». Viaja a menudo a su país para ver a sus padres, y uno de sus hijos trabaja en Praga. «Hay apenas un 3 % de paro, se gana algo menos que aquí pero se puede vivir muy bien». Le gusta el aire libre. «Nací en una ciudad, pero ahora vivimos en una casa a las afueras y el contacto con la naturaleza siempre me gustó». También compartir momentos con los amigos. «Soy hija única y siempre quise tener hermanos». Y echa de menos no poder dedicar más tiempo a su gran pasión, la lectura. «De pequeña me iba a casa con bolsas llenas de libros y los devoraba, ahora no puedo». Tiene, además, una interesante asignatura pendiente que espera poder cumplir algún día: «Sí, me gustaría viajar más y conocer todos los países cuyas lenguas enseñamos en el centro». Porque la aventura continúa.

Treinta años después de irme todavía se me pone el corazón en un puño cuando el avión aterriza en Praga, mi ciudad»

«Ahora, más que para aprender un idioma, los alumnos se preparan para obtener un título»

Quien fue la primera profesora de checo en España, hace unos días recibió el premio Gracias Agit de la República Checa por su contribución al buen nombre del país en el mundo. Katerina Vlasakova lo asume con satisfacción y como colofón de una intensa etapa de treinta años: «Ya llevo más aquí que en mi país», reflexiona.

-¿Fue pionero Santiago en el estudio de idiomas?

-Lo fue, no encuentras otras clases oficiales en checo antes que en Santiago. El centro se creó en 1975, ya cumplimos 40 años, y fue pionero en introducir en Galicia muchas lenguas extranjeras. Creo que había predisposición porque Santiago es muy cosmopolita.

-¿Cambió el alumnado?

-El gran cambio fue cuando se estableció que los graduados tenían que acreditar el nivel de competencia lingüística. Fue una decisión sabia y aplaudible, pero ahora, más que aprender un idioma, los alumnos se preparan para obtener un título.

-¿Los cursos por Internet ayudan o entorpecen?

-Bombardean con publicidad y a veces parece que los idiomas entran solos y no es así, como cualquier logro de la vida implica un esfuerzo. Vivimos una época en la que se vende todo como demasiado fácil. Esas plataformas son un complemento muy interesante para un fin de semana o para un rato libre, pero no pueden compararse con un buen profesor que es capaz de trasladar a la clase a su país. Yo trato de inculcar la importancia de aprender idiomas en y para muchos ámbitos de la vida. Se pasa un rato muy agradable conversando, conociendo gente y haciendo amigos, leer es muy gratificante. Desde edades muy tempranas hasta mayores, su estudio parece ser un beneficio incalculable para el cerebro.

-¿Bajó la matrícula?

-Hay casi 1.700 matriculados en cursos y casi 4.500 en exámenes. Organizamos las pruebas de B1 y B2 de la USC, además de C1 de inglés para profesores. Y hacemos actividades complementarias, como andainas lingüísticas si hace bueno y el café de linguas en invierno. La matrícula bajó algo con la crisis, hemos dejado de dar lengua de signos, danés, ruso y árabe, y es una pena, porque las dos últimas aquí son lenguas minoritarias, pero en el mundo no lo son.