Galicia ante la robotización

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA APLICADA DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA

MERCADOS

maria pedreda

La OCDE estima que el 20 % de los empleos que existen en España son automatizables, y que otro 32 % podrían sufrir cambios considerables. Los retos del país a las puertas de la cuarta revolución industrial son, pues, notables. Administraciones y empresas necesitan mejorar su capacidad de adaptación a este fenómeno y asumir la emergencia de un contexto imparable

15 feb 2019 . Actualizado a las 12:31 h.

El progreso tecnológico contribuye a modificar las reglas y las pautas de la economía global generando nuevas oportunidades de empleo y de negocio. La aceleración tecnológica facilita la creación de economías de escala que, a su vez, estimulan un crecimiento exponencial de la velocidad de cambio. De esta forma, se puede afirmar que las innovaciones tecnológicas contribuirán a impulsar una constante adaptación a las nuevas circunstancias.

La introducción y la adopción de nuevas tecnologías suponen la emergencia de nuevos modelos de negocios y de innovadores procesos de destrucción creativa; amparando la creación de empresas en nuevos sectores. El mencionado carácter innovador ha llevado a conformar sofisticadas formas de producción de distribución y de consumo. Dicha revolución ha cambiado la economía tradicional y, hoy en día, visualizamos que la principal compañía de alojamiento no tiene una sola cama a su nombre; que la compañía de transporte de pasajeros, aquella que está cambiando el panorama urbano, no tenga un solo vehículo en custodia; o que el principal distribuidor global de bienes de consumo no tenga una sola tienda abierta en el planeta.

Se registran cambios tanto en el mercado de trabajo como en el del empleo por medio de la fuerte polarización entre trabajos cualificados y aquellos otros que tendrán que competir con la extensión de la robotización. Se constatan, asimismo, efectos sobre la productividad, pero con una cierta ralentización.

Dos grandes desafíos se ciernen sobre la sociedad: la robotización y la digitalización. En torno al primero, las preguntas son obvias: ¿Cuántos puestos de trabajo serán destruidos? ¿Y cuántos sustituidos por robots? La OCDE ha estimado que el 20 % de los empleos existentes en España son altamente automatizables; aunque matiza que ello no quiere decir que uno de cada cinco puestos de trabajo vaya a desaparecer; pero la probabilidad es elevada. Los riesgos son menores entre las profesiones de menor cualificación y entre los jóvenes, independientemente de su nivel de cualificación, debido a que los jóvenes no han tenido tiempo de acumular experiencia y que su capacidad de conocimientos sea insustituible. Otro 32 % de los empleos podrían sufrir cambios sustanciales; es decir, deberían acomodarse a nuevos tiempos, con lo que son precisos nuevos niveles de formación y nuevas recolocaciones en empresas e instituciones. En suma, la incorporación de los robots hará que las jornadas laborales se reduzcan; repercutirá en los salarios (la OCDE pronostica que un 10 % de automatización supone una reducción del 4,4 % en la remuneración); se simplificarán las tareas, ganando velocidad en el producto o servicio terminado, al liberarse las personas de los procesos mecánicos repetitivos; se facilitaría el trabajo a distancia (ganando más tiempo libre), entre otras repercusiones de relevancia. Aunque la revolución tecnológica está asociada a una destrucción de empleo, también es cierto que genera nuevos niveles de eficiencia que contribuyen a generar empleo y riqueza, al estrecharse los vínculos entre las personas y las máquinas. McKinsey estima que los robots podrían remplazar 800 millones de empleos en el 2020.

El desarrollo de la inteligencia artificial o la robótica, por ejemplo, están asociados a los aumentos de las capacidades humanas; de ahí que las nuevas profesiones deban estar dedicadas a entrenar y a controlar los sistemas desde los campos de la fiabilidad, ciberseguridad, interacción con los usuarios, desarrollo de comportamientos éticos, etc. Un estudio de la Universidad de Oxford titulado The future of employment pronosticaba, al examinar 702 ocupaciones, que el 47 % de los empleos, solo en Estados Unidos, corrían el riesgo de desaparecer por efecto de la inteligencia artificial. Lo que nos lleva a afirmar que la robotización podría traernos una mejora considerable en el empleo -desde el punto de vista cualitativo-, al encargarse las personas de las funciones más humanas: como la toma de decisiones, la gestión o la creatividad.

Planos de intervención

En torno al desafío de la digitalización, las instituciones públicas responden de manera muy uniforme. La mayor parte de los países aprueban sus agendas digitales en base a cuatro objetivos: extensión de la cobertura de banda ancha; consolidación del mercado digital; promoción de la inclusión digital; y extensión de los servicios públicos digitales. En todos los objetivos se despliegan diferentes instrumentos de políticas públicas en donde se reflejan tanto las inversiones a efectuar como los mecanismos de regulación y los incentivos para la digitalización. Asimismo, también se fijan los ámbitos de actuación y los planos de intervención.

España muestra un marco contradictorio. De una parte, aparece como uno de los países que posee un buen índice en lo tocante a la administración electrónica; y, sin embargo, se sitúa entre los rezagados en lo que atañe a los índices de sociedad digital. De otra parte, asumimos que la formación en capital humano es básica, pero las inversiones en I+D+i son cada vez menores; y, finalmente, los niveles educativos en lo que concierne a las habilidades digitales son, también, inferiores a los promedios europeos. Está claro, por lo tanto, que la participación de la fuerza de trabajo en aquellos empleos que requieren de habilidades tecnológicas no destaca por sus altos ratios.

España posee un retraso importante en el campo de la digitalización (ocupa el puesto 45 en el ránking mundial). Se subrayan tres problemas. Continuamos evitando la apuesta por el cambio; no hemos desterrado el concepto de que la digitalización es muy costosa; y no acertamos en cómo hay que superar el actual desconocimiento técnico. Por tanto, existe mucho margen de mejora; y las empresas deben entender dicha dinámica, en la medida que no hay tiempo que perder.

Sin capacidad de adaptación

La cuarta revolución industrial, la denominada industria 4.0, afecta a toda la economía y podría generar efectos positivos. Se afirma que el sector empresarial español tiene poca capacidad de adaptación a este cambio. Las causas radican en el desajuste existente entre los niveles de formación de la mano de obra disponible y las posibilidades abiertas a las nuevas tecnologías. En segundo lugar, el retraso se achaca a las deficientes respuestas de las administraciones públicas. Y, en tercer lugar, las disfunciones se atribuyen a la escasez de iniciativas privadas, en la medida que no transitan en la dirección adecuada, sino que apuntan a lograr succionar ayudas públicas de las administraciones, más que a mejorar su posicionamiento internacional en los ámbitos de la innovación del futuro.

Los institutos de investigación coinciden en los avances para el próximo trienio: la inteligencia artificial; el machine learning (tecnologías capaces de aprender por sí mismas a partir de diversos patrones); el Internet de las cosas (IoT) junto al LoT (ledger of things) y al AoT (automation of things); las tecnologías que entienden el lenguaje natural; la ciberseguridad (dotar de conectividad a muchos dispositivos de los hogares, industrias, coches, ciudades...); el desarrollo de la impresión en 3D (que será utilizada por las empresas en más de una cuarta parte de sus procesos de producción); los drones (a utilizar en tareas de inspección y mantenimiento de infraestructuras, plantas industriales o en cultivos agrarios y forestales); y los robots (ya sean colaborativos o en tareas reservadas en la actualidad a los humanos); entre otros.

Apostar por la robotización y la digitalización significa, pues, reforzar iniciativas eficientes y competitivas; generadoras de empleo y respetuosas con el ambiente. Aquí radica el desafío de las generaciones actuales; y por donde deberían empezar a concienciarse y a luchar por ser competitivos y solidarios.