El proceso artesanal del mejillón se fusiona con la industria 4.0

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe RIBEIRA / LA VOZ

MERCADOS

MARCOS CREO

La conservera Ramón Franco se distingue por envasar bivalvo de gran tamaño, con latas de cuatro piezas; la firma cultiva en sus bateas el molusco y trabaja para dotarse de una planta de última tecnología

22 abr 2018 . Actualizado a las 05:10 h.

El cuidado en el tratamiento del mejillón y el envasado de piezas de gran tamaño, con la comercialización de una gama estrella de latas que solo tienen cuatro unidades -cada una de ellas con un peso en torno a los 23 gramos- constituyen la marca de identidad de la conservera de A Pobra Ramón Franco. Que la firma procese bivalvos capaces de asombrar a curtidos consumidores delicatesen es el resultado del control que tiene sobre el proceso de cría y engorde del molusco desde el principio, ya que cada uno de los mejillones que acaban en sus conservas procede de sus bateas.

Favorecer que el bivalvo disponga de mayor espacio en las cuerdas para su crecimiento o dejarlo un tiempo extra en el mar para que alcance mayor desarrollo son los únicos secretos que se esconden tras esas grandes piezas, pero la clave está, como explica el gerente de la conservera, José Ramón González Lago, en que «al cultivar nuestro mejillón podemos asumir más riesgos».

Creada en 1961 por Ramón Franco González, la compañía ha ido evolucionando con los tiempos, y en esa línea continúa, para fusionar el proceso artesanal de envasado de mejillón con la industria 4.0.

Nuevas tecnologías

La empresa trabaja ya en el proyecto para la construcción de una planta que incorporará las nuevas tecnologías, pero sin que ello implique que deje de empacarse a mano todo el molusco, ni que se automatice el proceso de retirada de las barbas, que se hace manualmente, justo después de la cocción en las piezas de tamaño extra.

En la compañía lo tienen claro: «Las partes del proceso que dan calidad al producto continuarán haciéndose como hasta ahora porque ahí es donde ganamos como marca, pero aprovecharemos la automatización y las nuevas herramientas a nuestro alcance para incrementar los controles de temperatura o cierre. Para todo aquello que implique ofrecer mayores garantías».

Y es que el mejillón de Ramón Franco lo trabajan manos expertas y hay cosas que no pueden cambiar, ya que se trata de un producto destinado únicamente al mercado delicatesen.

Aunque el mejillón es el que ha dado fama a Ramón Franco, cuyo fundador tuvo las primeras bateas que se instalaron en A Pobra, la compañía trabaja otra serie de especies, siempre de forma muy selecta, como las sardinillas, el jurelillo, el pez aguja o la caballa.

La empresa sienta las bases para dar el salto a los mercados estadounidenses

Aunque se trata de una pequeña empresa familiar, a los responsables de Ramón Franco les gustan los retos. Además de la expansión europea, han puesto su mirada en los mercados estadounidenses, para cuya conquista ya han comenzado a sentar las bases.

La compañía cuenta desde el pasado mes de enero con la certificación FDA, que le permite vender en EE.UU. Además, con el propósito de promocionarse y, de paso, conocer el mercado americano, la firma asistió a la feria de alimentación de Boston. Ahora, afirma José Ramón González Lago, «estamos buscando a alguien radicado allí que esté interesado en importar el producto». La tarea no es sencilla porque se trata de un público distinto y el gerente de la marca es consciente: «Es difícil, pero se trata de un mercado con un potencial muy elevado».

Atender a los clientes

La conquista de nuevos consumidores debe realizarse sin que se resientan los clientes habituales que, a fin de cuentas, son los que mantienen la empresa y han hecho posible su crecimiento.

Sin embargo, este es un buen momento, afirman desde Ramón Franco, para ampliar horizontes. Esto se debe al hecho, explican, de que las últimas campañas de mejillón han sido muy buenas, con lo que la marca dispone de material extra para poder enviarlo al otro lado del charco.