«Somos flexibles, no tenemos horarios, tenemos soluciones»

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

CESAR QUIAN

«Pekecha soy yo. Mido 1,60 y peso 52 kilos». Y en efecto, su empresa es un reflejo de su personalidad, de un mundo de soluciones para hacer fácil lo difícil tanto en márketing como en diseño digital, enriquecimiento personal, innovación o creatividad. Todo lo que toca Verónica Ramallal con la varita mágica de su poder de comunicación, crece. Es Pekecha.

08 abr 2018 . Actualizado a las 05:08 h.

Verónica Ramallal, hija de emigrantes, nació en Suiza en 1985, pero cuando tenía seis años regresó porque «mis padres querían que estudiase aquí». Así que se crio en A Pontenova (Lugo), de donde es la familia, mimada por los suyos y desarrollando una imaginación y un desparpajo que tiene mucho que ver con que, a la hora de estudiar una carrera, se decidiese por Comunicación Audiovisual. «Siempre saqué notas brillantes y siempre fui de las raritas de clase, de letras puras, me gustaba el latín y el griego, cuanto más raro, más me gustaba». Al acabar la carrera hizo el máster de La Voz de Galicia, y no tardó en encontrar su primer trabajo.

-¿Cómo se las apañó para que, casi sin experiencia, la llamaran para el Xacobeo?

-Sin experiencia ninguna no, porque al cuarto año de carrera ya me aburría y empecé a trabajar en una productora y siempre fui muy inquieta y me pasé los veranos haciendo prácticas; en la Cope en Ribadeo, luego en la Televisión de Galicia... Lo cierto es que pronto me cansé, me faltaba la chispa, y no sé cómo se fijaron en mí para la película O Apóstolo, del Xacobeo 2010; era un proyecto pequeño y necesitaban gestionar la parte de márketing y empecé con mucha ilusión, aunque se nos fue de las manos...

-¿Qué falló?

-A nivel económico fue un desastre, pero fue una experiencia maravillosa porque de pronto me vi dirigiendo un equipo de siete personas, con jornadas de catorce horas y aprendiendo algo nuevo cada día. Yo soy así, de coger el toro por los cuernos. Al final lo pasé mal, pedí el despido y he de reconocer que ahí rompí y estuve dos meses fatal.

-¿Cómo se sale de una crisis así?

-Empecé a buscar trabajo y mi pareja me planteó la posibilidad de hacer algo por mi cuenta. Al principio dije que no porque era algo muy inestable. Como sabía que se estaban perdiendo oportunidades en el campo digital me presenté a un proceso de selección de una empresa que gestionaba hostelería y turismo online. Estuve cinco meses y el proyecto no funcionó, pero fue una incubadora de talento muy importante.

-Y entonces sí dio el paso...

-Sí, mi padre todavía me dice: ‘¡Pero ti non estarías máis tranquila se fixeras unha oposición!’ Ja, ja. Estaba haciendo un curso en Cambre y una persona me propuso que le gestionase la imagen de marca. Y me dije, ¿qué pierdo con probar? Pasaron tres semanas y esa bola creció. Hice mis cálculos, y aunque yo no soy partidaria de las subvenciones, pedí una para emprendedores. Me daban 7.000 euros y tenía que estar siete años funcionando. Me daba para pagar autónomos y trabajaba en casa, hasta compartía la wifi con los vecinos... ¡Así eran las cosas! Pero no tardaron en aparecer trabajos para las diputaciones, para ayuntamientos, para la Xunta... Y así hasta hoy.

-¿Cuánto tiempo lleva Pekecha en marcha?

-Como empresa seis, pero yo sola empecé hace ocho años. De no querer emprender a decir: ‘Esto es lo que quiero hacer’. Ahora somos doce personas generando proyectos y siete en la oficina, aunque allí veo solo a una, los demás ya saben lo que tienen que hacer y no me preocupa dónde están ni cómo concilian; ellos saben lo que necesita el cliente y cuándo tienen que entregárselo. Somos flexibles y dinámicos, no tenemos horarios, tenemos soluciones.

Vive en A Coruña, pero Verónica Ramallal se pasa la vida viajando | césar quián

«No me tengas en la oficina, eso me mata, lo que me gusta es el contacto con la gente»

Mi refugio está en la costa lucense, pero también me gusta viajar, y Oporto es el destino que repito con frecuencia»

La sede física está en Lugo, pero ella vive en A Coruña y sus redes se extienden, desde la costa cantábrica, a toda Galicia y a distintos puntos de España, ya que tiene entre sus clientes a empresas de ámbito estatal. Pero a ella se le ve poco por la oficina. «No me tengas en la oficina, eso me mata». De hecho, desde que creó su propia firma «solo hice dos visitas comerciales». Verónica Ramallal trabaja de otra manera. Ella es su marca.

-Su otra faceta es la comunicación. ¿En qué se centra?

-Imparto conferencias sobre emprendimiento, creatividad, búsqueda de empleo... Soy una persona muy sociable, la gente me dice que hago fácil lo difícil. A veces pienso que voy a soltar un rollo y que la gente se va a aburrir pero consigo que me entiendan, utilizo términos comunes y pongo ejemplos de la vida diaria. Cuando imparto un curso y el último día me vienen con una tarta, es que me encanta...

-¿Le quedan campos por explorar?

-Ja, ja... También soy mentora de 30 personas que están poniendo en marcha proyectos, desde espacios culturales a arquitectos o restauradores.

-¿Por qué Pekecha?

-Pekecha soy yo. Mido 1,60 y peso 52 kilos. Había que ponerle nombre a la empresa y es como me llaman mis amigos, que hasta me hicieron el logo.

UN CHURRASCO EN FAMILIA PARA DESCONECTAR DE LA VORÁGINE

el detalle

Reconoce que no tiene mucho tiempo libre y que, como buena hija única que es, fue mimada y alimentada por su abuela, «así que yo no sabía cocinar». Pero le enseñó su pareja «y ahora lo hago yo mejor», asegura orgullosa. Por eso, aunque su vida ajetreada se lo permita pocas veces porque lo habitual es que «a las siete de la mañana o estoy delante del ordenador o cogiendo un vuelo», nada le gusta más que disfrutar de un churrasco en familia, y de postre, una tarta preparada por ella. Le gustan más cosas: «Intento viajar para desconectar, últimamente a donde más fui es a Oporto». Pero para relajarse de verdad, el paraíso de Verónica está en las playas de A Mariña lucense. Tiene otras aficiones: «También me gusta la música, y fui al conservatorio». Y leer y escribir, que ya le decía su abuela, «mira que tes conto...». No le apasionan los deportes, aunque si tiene que elegir uno, se decanta por el esquí. Y sin embargo, su día a día es una continua carrera de fondo.