El «slow fashion» crece en Galicia

María Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

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La moda sostenible comienza a hacerse un hueco; su auge es un modo de reconvertir y modernizar el tejido industrial de muchos talleres tocados en su día por la deslocalización

25 oct 2019 . Actualizado a las 11:54 h.

No hace mucho tiempo, puede que unos treinta años, no resultaba extraño en Galicia ir a la modista, para hacerse un vestido, o al sastre, para encargar un pantalón. Ocurría, sobre todo, en las villas, donde la alternativa de ir a unos grandes almacenes era más limitada. Aquella era una moda cocinada a fuego lento. Había que ir, elegir y, con suerte, después de un par de pruebas, la prenda podía vestirse. Ese hábito generalizado pasó a formar parte del pasado o del territorio de unos pocos a los que la industria de fabricación en cadena no da lo que buscan. Lo hizo tras el desembarco de grandes cadenas como Inditex, H&M o Mango que acabaron convertidas en gigantes al lanzar muchas colecciones al año a precios económicos. Frente a esa tendencia al fast fashion, en Galicia empieza a crecer una nueva tendencia dentro del mundo de la moda. Es el slow fashion, un término acuñado en el 2008 por la activista, emprendedora y profesora de Sostenibilidad en el London Collegue of Fashion, Kate Fletcher.

Su filosofía es ligar la moda a la naturaleza con una responsabilidad ecológica, comprometida, ética y, por supuesto, sostenible. El que se suma al movimiento tiene que usar tejidos orgánicos, además de responsabilizarse de que la producción sea ética y cercana. En Galicia son varias las empresas que se han sumado. Y no les va mal. Paralelamente, es una forma de dar una vuelta a ese tejido empresarial forjado por decenas de talleres que sufrieron la toma del mercado mundial por China a partir del 1 de enero del 2005 al levantar los aranceles a la exportación.

«Fuimos unos de los primeros en hablar de moda y sostenibilidad. Esta es otra forma de pensar la moda, como algo sostenible que, además de ser tendencia absoluta, contribuye a no dejar morir el tejido industrial que hay en Galicia», explica María Almazán, directora de Latitude, un proyecto global nacido en Compostela con un diseño vanguardista concebido como una herramienta para desarrollar la industria textil europea desde la sostenibilidad apoyando a la industria local. Ella cree que puede contribuir a crear una industria textil gallega moderna. Además, añade que su marca «muestra cómo no toda la ropa sostenible tiene que ser con motivos étnicos».

Mandacarú, fundada en el 2006, fue otra de las primeras en tomar la vía de lo orgánico. Joaquín Face fue el que la puso en marcha, y pronto se sumaron a la empresa Miguel Granjean y Ana Fontoira. «Empezamos confeccionando camisetas de color producidas en un algodón orgánico un poco más grueso de lo habitual», explica Ana, que añade que el año pasado dieron un giro a su web «para empezar a hacer camisetas unisex con fondo blanco y diseños de tres creativos diferentes para ofrecer una mayor variedad al cliente. Usamos tintes naturales al agua y algodón orgánico para su confección en India porque aquí no lo hay. La estampación se hace totalmente en Galicia». Los químicos no existen. Pero más allá de eso, también han pensado en que el packaging coordine con la idea en que se basa el movimiento. «Las camisetas se entregan en unas carpetas de cartón reciclado que luego pueden usarse para guardar documentos. La etiqueta donde se describe el origen y las condiciones para tratar el producto es de papel reciclado de algodón e incluye unas semillas que germinan tras echarles agua. La idea es cerra el círculo y que se vea la trazabilidad de la producción». Además, por cada una de ellas comprada en la web donan un euro a la oenegé Creart.

Producir de un modo ecológico es la idea que mueve a Xulián Chapela e Iría García en su proyecto Xiro. En su casa de Moaña diseñan pantalones orgánicos cuya producción se realiza íntegramente en talleres de Santiago. «Nos metimos en esto por una cuestión de valores. Éramos habituales de los productos ecológicos, veíamos que había un exceso en el consumo de ropa, algo que no es sostenible. Queríamos hacer un modelo más responsable», explica Iría. De esa inquietud nació Xiro, en el 2015.

Algo parecido es lo que opinan los hermanos Fran y Patricia Soto, también profesora de la escuela de Estudios Superiores de Diseño y Moda de Galicia (Esdemga). Hace ya veinte años montaron en Vigo La Canalla, una marca que está dentro de la Plataforma Galega de Moda Sostible (MOV3). «Nuestra inquietud es hacer las cosas de otra forma», apunta Fran, para el que la sostenibilidad pasa también por ralentizar el consumo desproporcionado de prendas que hay ahora. «Después del petróleo, el textil es la industria más contaminante. Tenemos que crear conciencia de ello».

1LA CANALLA. Fran y Patricia echaron a andar su proyecto hace veinte años en Vigo. Ambos apuestan por prendas más duraderas. mercedes moralejo

2LATITUDE. María Almazán es la directora de esta marca de diseños vanguardistas que rompe estereotipos

3XIRO. Los responsables de esta compañía de vaqueros, Xulián e Iría, han instalado su estudio en su casa de Moaña. luz conde

El término fue acuñado en el 2008, pero en Galicia ya había empresas que trabajaban de ese modo antes

«Nos metimos en esto por una cuestión de valores, queríamos hacer un modelo más responsable»

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