Dos sagas de emprendedores, en litigio por la energía del mar

Manoli Sío Dopeso
M. Sío Dopeso VIGO / LA VOZ

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Magallanes y Cardama, dos arraigados apellidos del dinamismo empresarial vigués, patentan un ingenio revolucionario, bloqueado tras romper su sociedad

05 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay veces en que demasiado talento junto acaba soltando chispas. Y algo así es lo que impide que un proyecto pionero en el mundo, de patente cien por cien gallega, para explotar la energía generada por la fuerza de las mareas, haya acabado encallado en los juzgados de Vigo.

La idea llevaba tiempo rondando en la cabeza de Alejandro Marqués de Magallanes, empresario vigués, heredero de una arraigada saga de emprendedores: convertir en electricidad esa gran corriente de agua que, cada seis horas, por la acción gravitatoria del sol y la luna sobre la tierra, se mueve del mar hacia la costa, y de la costa hacia el mar a velocidades de hasta diez nudos.

Así nació el proyecto Magallanes en el año en 2007, con base social en Redondela (Pontevedra), sede de la empresa Magallanes Renovables fundada para tal fin. El empresario necesitaba un socio industrial para el desarrollo de su invento, y se alió con Mario Cardama, el continuador de otra impetuosa saga de empresarios vinculados a la industria del mar. Una tercera empresa de diseño naval, CNV Architects, ideó el prototipo de plataforma experimental en forma de trimarán, que soportaba un aerogenerador de dos megavatios de potencia. El proyecto se construyó en al astillero Cardama, con un presupuesto de 3,8 millones de euros y una subvención de 1,9 millones a través del CDTI (Centro para el Desarrollo Técnico Industrial).

El trimarán estaba en el mar haciendo pruebas, listo para salir hacia el Centro Europeo de Energía Marina de Escocia para la validación final que iba a permitir su explotación comercial, cuando surgió el problema. Sin entrar al detalle en explicaciones, las diferencias de criterio por el cobro de la subvención acabaron con ambos socios en el juzgado.

Talento y pasión

Pero Alejandro Magallanes no se dio por vencido. La idea estaba más viva que nunca. Con el mismo concepto, desarrolló un nuevo prototipo de plataforma, encargó su contrucción a la empresa auxiliar Ganaín y en abril de este año la lanzó al mar.

El proyecto volvía a cobrar impulso cuando una orden judicial inmovilizó este nuevo prototipo, y ordenó el embargo cautelar de parte de los equipos instalados en la infraestructura flotante. La decisión judicial se produjo a petición de Cardama. El empresario naval solicitó al juzgado medidas para garantizar que el ingenio no se mueva de Vigo en tanto no se sustancie el litigio que el astillero mantiene abierto con Magallanes Renovables por el primer prototipo.

Así están las cosas a día de hoy, mientras otras compañías de todo el mundo avanzan en la misma línea de investigación, con más recursos y, si nada lo remedia, más posibilidades de éxito en un plazo no muy lejano.

Gigantes como Siemens o Rolls Royce también lo están intentando, pero lo extraordinario de esta empresa gallega es la simplicidad del concepto que les llevó a desarrollar una patente que integra por primera vez tecnología naval y eólica.

Dice la empresa que Magallanes es en estos momentos el único proyecto español en fase avanzada que investiga la generación eléctrica a partir de la energía mareomotriz.

Utiliza tecnología flotante, y no precisa de construcciones o pilares en el fondo marino, como la eólica off-shore, por ejemplo. Asegura que sus grandes ventajas competitivas son el bajo coste de instalación y de mantenimiento y el mayor grado de eficiencia que ofrece. «Al ser instalaciones flotantes se adaptan a todas las zonas marinas, con un bajo impacto ambiental», aseguran.

La empresa ya tiene 10 zonas localizadas para aprovechar las corrientes generadas por el flujo de las mareas: la costa norte de Australia, el Mar de Japón, el Mar Amarillo en Corea, la costa de Chile, la costa argentina en la Patagonia, la costa noroeste de EE.UU., el estrecho de Hudson en Canadá, la costa norte de Escocia, costa noroccidental de Francia y el estrecho de Gibraltar.

Pero lo cierto es que este gran proyecto está parado. Exceso de talento y exceso de pasión.

Un proyecto industrial que abarrotaría el naval gallego de carga de trabajo

Las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía calculan que de las mareas podrían obtenerse al menos 1,2 millones de megavatios al año, un 7,5 % de toda la energía mundial.

Los cálculos del proyecto de Magallanes Renovables apuntan alto. Según sus estimaciones, un solo aparato como el que se construye en Galicia, con sus 25 metros de calado, otros tantos de manga y 42 de eslora, puede obtener hasta dos megavatios de potencia.

Dicho de otro modo, un parque integrado por 200 plataformas como las desarrolladas y en litigio sería suficiente para dotar de energía a una ciudad de 300.000 habitantes, como Vigo.

Aunque no era ese el único objetivo con el que nació aquel primer proyecto Magallanes, liderado por dos empresa punteras como Partenón (pujante firma textil, de Alejandro Magallanes), y astilleros Cardama (junto con CNV Naval Architects como asociado). Su plan no consistía en comercializar la electricidad. Esa iba a ser (tal vez llegue a serlo) tarea de los potenciales clientes, las grandes compañías del sector energético.

Lo que en el fondo subyace en el espíritu de ese proyecto nacido en el entorno de Vigo en el año 2007 es conseguir vender la plataforma, para su posterior desarrollo industrial en los astilleros gallegos. De ser así, solo la construcción de un parque, integrado por 200 plataformas, supondría una inyección de carga de trabajo para la industria naval gallega inabarcable. «Incluso sería necesario construir nuevos astilleros», han dicho en alguna ocasión los promotores de esta brillante iniciativa industrial.

«Es la primera vez que Galicia está aportando un proyecto de tecnología eléctrica para aprovechar la energía de las mareas en otras áreas del mundo y que no prevé la explotación de recursos naturales gallegos», ha dicho la empresa en más de una ocasión.

¿Conseguirá el proyecto Magallanes sobrevivir a un tedioso proceso administrativo y judicial y a la propia ambición de los emprendedores que la promovieron en su arranque?

«Hay argumentos de sobra para que un proyecto tan innovador y de semejante potencial logre salir adelante, pero cuando algo entra por la vía judicial, nunca se sabe a lo que te enfrentas y suele acabar en un gran desgaste», advierten fuentes de la industria naval viguesa.