Población y cambio climático, la contribución invisible de la agricultura
MERCADOS
Los expertos ya ponen en valor los otros beneficios asociados a estas actividades; Galicia ha activado un plan con 220 millones para revitalizar las zonas rurales
17 oct 2017 . Actualizado a las 01:10 h.La sociedad debería mirar con mejores ojos a todas aquellas actividades económicas que se materializan a diario en el campo. No solo porque representan un sustento crucial en forma de alimentos para la población mundial, sino también por una serie de beneficios colaterales asociados que están llamados a jugar un papel crucial en el futuro. Hay dos que resultan especialmente significativos: la lucha contra el cambio climático y la capacidad de fijar población en un rural cada día más despoblado.
Enmarcado en una de esas épocas del año señaladas en rojo por miles de productores - septiembre y octubre son meses de vendimia y cosecha de patata, castañas, maíz...-, el análisis del otro potencial del campo adquiere especial relevancia. ¿Por qué? Principalmente, porque el debate sobre la despoblación de las zonas del interior de la comunidad ha vuelto a salir a la luz a lo largo de los últimos días.
Arma valiosa
Es cierto que a cuentagotas. Pero ha salido. Galicia padece desde hace años una crisis demográfica galopante que requiere de medidas urgentes. Los datos son demoledores. El 2016, por ejemplo, concluyó con el peor saldo vegetativo desde que existen datos (1975), con solo 19.049 nacimientos por 31.372 defunciones. La sangría poblacional se concentra en las zonas del rural, allí donde precisamente el campo, las actividades agrícolas y ganaderas, puede convertirse en un arma de gran valor para combatir esta lacra.
Conscientes de esta realidad, la Xunta aprobó hace unos meses un plan cuya idea central no es otra que la de crear instrumentos para fijar población en el rural. ¿Cómo? Haciéndolo productivo. El leit motiv de este programa no es otro que poner en valor 330.000 hectáreas de superficie agroganadera y forestal que permitirían crear 3.000 empleos. Para ello, se ha dotado este instrumento con una partida de 230 millones de euros.
La estrategia que condensa este plan parte de la idea de que es posible crear oportunidades en el rural apoyando distintos modelos de negocio y organización. La iniciativa pública orbita alrededor de seis ejes: cohesión territorial, innovación y formación, agricultura sostenible, mejora de la competitividad, relevo generacional y cooperación.
Las medidas que ya se están impulsando tratan de crear un camino inverso. Desde hace décadas, la migración de la población gallega circula del campo hacia las ciudades, en especial, hacia la franja atlántica. Ahora se pretende invertir este flujo. Y para ello, las actividades agrícolas y ganaderas han de convertirse en el pilar estratégico.
Actividades que, además de poner en el mercado valiosos inputs para la sociedad, también figuran entre los protagonistas convocados a luchar contra otro de los grandes problemas de esta era económica: el cambio climático. Los expertos sostienen que el sector agrícola puede contribuir de forma significativa a mitigar el impacto de los gases de efecto invernadero.
Y por una doble vía. Por un lado, por la capacidad de absorción de carbono que presentan las tierras agrícolas, un extremo este sobre el que se ha teorizado de forma profusa. Pero también, y esto es más novedoso, por la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que no son CO2 que acumulan estas actividades.
La contribución
El Instituto Europeo de Política Medioambiental presentó hace unas semanas un novedoso informe que acredita el alcance de la contribución del sector agrícola al recorte de emisiones de GEI. De nuevo son los datos los que ilustran esta realidad. Solo en territorio comunitario, la agricultura concentra a 10,8 millones de explotaciones y es responsable de más de un 40 % de la superficie de la Unión Europea (UE).
El estudio concluye que la creación de un ecosistema de acciones alrededor de todo este sector orientado a mitigar el cambio climático puede jugar un papel determinante de cara al futuro del planeta. Es la contribución invisible del campo. Esa que la sociedad debe empezar a mirar con buenos ojos.