Temporalidad, ¿una enfermedad endémica?

Alberto Vaquero PROFESOR DE ECONOMÍA APLICADA. GRUPO GEN DE INVESTIGACIÓN DE LA UVIGO.

MERCADOS

24 sep 2017 . Actualizado a las 04:50 h.

No hay duda de que la economía española muestra cierta mejora en relación al empleo. Las cifras de ocupados y afiliados van en aumento. Pero este cambio se basa en el número, no en la calidad del empleo, por lo que la situación laboral no resulta tan positiva como algunos insisten en señalar. El problema de la temporalidad sigue presente, lo estaba antes de la crisis y lo sigue estando, aunque España esté creciendo a un ritmo superior al 3 % en términos de PIB.

La Comisión Europea lleva avisando hace muchos años al Gobierno de España de la alta temporalidad del empleo, lo que se está traduciendo en una mayor polarización laboral y salarial y una menor productividad, con efectos muy importantes en la redistribución de la renta. Esta temporalidad también genera una menor recaudación para las cuentas públicas y un proyecto de vida personal y familiar más limitado para los trabajadores. Esta situación corre el grave riesgo de convertirse en estructural, a no ser que se actúe correctamente.

¿Qué se puede hacer para corregir esta alta temporalidad laboral? En primer lugar hay un claro abuso de la contratación temporal. Este tipo de contratos deberían limitarse a casos muy concretos, evitando su generalización y su encadenación, debiendo revisar su utilización. En segundo lugar, resulta necesario seguir fomentando la contratación indefinida y frenar algunas ayudas a la contratación temporal, ya que están beneficiando en exceso este tipo de empleos. Tercero, se debería apostar por la flexiseguridad laboral. Nuestro país ha sido un alumno aventajado en flexibilizar la oferta de trabajo, pero poco se ha hecho para mejorar la seguridad laboral de los trabajadores. Hay que buscar la tríada mágica: flexibilidad en materia de contratación, despidos con una alta protección social y una política activa de empleo que realmente funcione. Para ello es preciso dedicar, sobre todo, más recursos a la formación y no una exigua cantidad como se viene haciendo, lo que permitiría mejorar los niveles de productividad y reduciría la precariedad en el empleo. Cuarto, hay que cambiar, poco a poco, nuestro modelo productivo, que pivota en exceso en actividades estacionales, con escaso valor añadido que, además, no suelen necesitar de una excesiva cualificación profesional. Quinto, sería necesario aumentar el tamaño medio de nuestras empresas, puesto que en nuestro tejido empresarial predominan pequeñas empresas que no siempre pueden asegurar empleos estables. En resumen, mucho por hacer si no queremos que se cronifique la temporalidad en el empleo.