La rentabilidad de los MOOC

Luis Moreno Izquierdo PROFESOR AYUDANTE DOCTOR DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE Y COORDINADOR DE LA PLATAFORMA UNIMOOC

MERCADOS

13 ago 2017 . Actualizado a las 04:51 h.

El fenómeno MOOC, o de los cursos masivos y abiertos, ha sido sin duda uno de los elementos que más ha dinamizado el debate sobre educación en las últimas décadas. Desde su origen en el 2012, universidades y profesores se pusieron de un lado o de otro en las cuestiones más relevantes que podamos imaginar dentro del mundo académico. Cinco años después de todo aquello, es bueno preguntarse de nuevo si «esto de los MOOC tiene sentido». La respuesta, por supuesto, es sí, pero veamos por qué.

A nivel de experimentación, aquellas universidades que apostaron por los MOOC cuentan hoy con una ventaja indiscutible para abordar la digitalización de la enseñanza, clave en la formación del siglo XXI. Los datos derivados en temas como la metodología, la comunicación o la certificación pueden suponer una diferencia clave a la hora de atraer a nuevos estudiantes en un entorno globalizado.

Sin embargo, cabe advertir que pese a su carácter abierto, plataformas pioneras como Udacity o Coursera buscan sin descanso modelos de negocio para sostener sus proyectos, y que las universidades también están tratando de explotar. Generalmente, el rendimiento económico se deriva de la venta de certificados. Y es aquí donde la formación abierta supone el debate más profundo. Sin entrar en la supuesta titulitis, no cabe duda de que los certificados seguirán existiendo, sea en papel, digitales o en forma de insignia para tu portafolio. El verdadero foco de atención está en saber quién expedirá ese certificado.

Porque la educación abierta tiene dos patas bien diferenciadas: por un lado, cualquier persona (estudiantes, desempleados, quienes buscan promocionar…) tienen acceso en iguales condiciones a cursos sobre cualquier materia. Esto abre la posibilidad de un currículo con conocimientos muy complementarios entre sí y que los programas formativos cerrados no pueden igualar. Pero en el otro lado están las instituciones que crean los cursos, que en muchos casos cuentan cientos de miles de estudiantes. Por ello es lógico que muchas empresas, más allá de la rentabilidad económica, busquen explotar estas cifras en cuestiones de comunicación y prestigio, como las actuaciones realizadas por Google (márketing) o IBM (Big Data).

Ante esto, las universidades públicas deben seguir experimentando para sacar el mayor provecho a esta formación. Sus certificados siguen siendo los más prestigiosos, y cuentan con la materia prima más valiosa (profesores) para liderar el cambio hacia la educación del futuro.