Etiquetas que confunden

MERCADOS

Un 64 % de los españoles no saben diferenciar entre alimentos biológicos, ecológicos, sostenibles y orgánicos. Tres de cada diez consideran además estos productos demasiado caros

07 ago 2016 . Actualizado a las 14:18 h.

Los lineales de los supermercados se han llenado en los últimos años de productos con «apellidos», denominaciones que pretenden diferenciarlos y atraer la atención del cliente. Los alimentos ecológicos, biológicos, orgánicos y sostenibles pueblan los estantes de las tiendas y las despensas de los ciudadanos sin que muchos sepan qué es exactamente lo que están consumiendo. Al menos eso es lo que asegura un reciente estudio. Porque, según los datos recabados por Unilever, el 64 % de los españoles no saben diferenciar unos de otros.

Y una parte importante de la población va un paso más allá: dos de cada diez personas consideran que son exactamente lo mismo.

La legislación comunitaria tampoco facilita mucho las cosas. Y es que desde Bruselas los adjetivos ecológico, biológico, sostenible y orgánico son considerados como sinónimos, es decir, todos designan productos que no han sido tratados con ningún tipo de pesticida o producto químico. Además, considera que los alimentos que llevan estas etiquetas han sido cultivados respetando los ciclos propios de la naturaleza sin manipulación genética y proporcionando beneficios para el medio ambiente y la comunidad agrícola y ganadera local.

Parecidos sí, iguales no

Sí que es cierto que en buena parte de sus características los alimentos ecológicos, biológicos, orgánicos y sostenibles son muy parecidos, pero hay algunos pequeños detalles que los diferencian entre sí.

Por ejemplo, aquellos productos que presumen de ser biológicos deben asegurar que no llevan absolutamente ningún componente que haya sido alterado genéticamente. ¿Qué significa esto? Pues que el alimento final no debe contener ningún ingrediente que haya pasado previamente por el laboratorio para conseguir un óptimo resultado final. El mejor ejemplo lo encontramos en las frutas y verduras, que en muchas ocasiones son manipuladas para conseguir mantener el mayor tiempo posible un color o un volumen atractivo a la vista del consumidor.

Son pocas las diferencias entre los bio y los orgánicos. Y es que estos últimos engloban también a todos aquellos a los que no se les ha aplicado la química para conseguir un desarrollo óptimo. Para entenderlo mejor, en aquellos que presuman de orgánicos no se deben haber utilizado pesticidas, fertilizantes o sustancias parecidas. Hasta aquí podría parecer que la definición es la misma que la anterior. Sin embargo, no todos los alimentos orgánicos son biológicos. Porque que no contengan químicos no significa que no hayan sido elaborados con productos genéticamente manipulados.

Los que en su etiqueta llevan como apellido la palabra ecológico deberían haber desarrollado todas sus etapas de crecimiento y producción en plena naturaleza y sin intervención artificial. Por ejemplo, para que una hortaliza lleve esta distinción tiene que haber comenzado su proceso de crecimiento en plena naturaleza. La planta debe desarrollarse en una tierra sin aditivos siempre aprovechando el clima, el suelo y demás condiciones naturales, descartando totalmente los fertilizantes y los pesticidas químicos.

La calificación «sostenible» abarca muchos más alimentos. El término es más amplio y mucho menos restrictivo. Un producto sostenible es cuya elaboración se respeta el medio ambiente, pero sobre todo se busca el bienestar de las personas. El mejor ejemplo es lo que conocemos como agricultura sostenible, que, antes de llegar a convertir sus cultivos en ecológicos, prioriza que los productores puedan sacar beneficio económico y la mejora de la economía local.

Demasiado caros

A pesar de la confusión, los consumidores se muestran cada vez más compometidos con los alimentos respetuosos con el medio ambiente y sobre todo con la salud. Los productos etiquetados como ecológicos o biológicos ganan peso en los estantes de los supermercados. Estos alimentos gustan, pero siguen presentando algunos inconvenientes, principalmente para el bolsillo. Un 27 % de los consumidores consideran los productos ecológicos como demasiado caros, aunque casi dos de cada tres creen que a pesar del sobrecoste, merece la pena aflojar algo el bolsillo para hacerse con uno de ellos. Las cifras acompañan, porque el 41 % percibe estos alimentos como más naturales y un tercio como más sanos y con mejor sabor.