Los costes de la incertidumbre

Venancio Salcines PRESIDENTE DE LA ESCUELA DE FINANZAS

MERCADOS

10 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ciento cuarenta mil nuevos cotizantes, la cifra sonaba bien, bastante bien. Los medios la adoptaron con alegría y a partir de ahí era totalmente lógico que la mayoría perdiéramos el sentido de la medida. Los más optimistas estarán pensando «Si cada mes de este año se comportase como el mes de marzo, se reducía drásticamente el paro en menos de dos años». Bueno, toca un poco de relax y bajar de la nube. España está creciendo a niveles aceptables si nos comparamos con el 2012 o el 2013, pero en absoluto al ritmo del 2015, y esta ralentización solo tiene un culpable, la incertidumbre, y una consecuencia inmediata, la generación de empleo. El Centro de Investigaciones Sociológicas lo ha dicho claramente esta semana, la clase política española es nuestro cuarto problema en importancia para, a continuación, afirmar que, prácticamente, el 80 % de los españoles consideran que vivimos una situación política mala o muy mala. Solo dos de cada diez compatriotas ven la situación como aceptable. Y aquí no pasa nada, qué va a pasar. 

Me atrevo a decir que esta, nuestra percepción del país, y no otra, será la causa central de que el PIB español se reajuste a la baja para colocarse a finales de año en tasas de crecimiento de entre el 2,4 % y el 2,6 %. Si así fuera, sería esperable que el incremento del número de cotizantes bajase a ritmos inferiores al del crecimiento del país, es decir, nos colocaríamos a niveles de entre el 2 % y el 2,2 % Es decir, a finales de año estaríamos creando entre 350.000 y 380.00 cotizantes, prácticamente doscientos mil empleos menos que hace un año. Este es el dato y no otro. No hay campo para la sonrisa. Ninguno. Por tanto, lo relevante de marzo ha sido constatar que hemos crecido a tasas del 2,8 % cuando acabamos el año pasado a un ritmo del 3,1 %, y que esa cifra, 2,8, pronto le parecerá un sueño a alcanzar. Es decir, nos estamos desacelerando a toda velocidad. ¿Y en Galicia, también nos caemos? Fíjese que no, seguimos con el mismo ritmo que en el 2015, que tampoco era una locura, cerca del 2 %. Nos asemejamos a un viejo tractor diésel, ni metemos quinta ni bajamos a segunda. Ahora que no nos paren, porque si nos bloquean la carretera, nos volverá a costar arrancar. 

Esto es lo que veo, doscientos mil empleos menos, cuando observo a nuestra clase política dar mil vueltas para decir que quedo, pero no quedo, para después volver a quedar, pero solo media hora y antes de la una para que me saquen los informativos del mediodía o escucharles hablar de Juegos de Tronos o cualquier otra memez, para posteriormente oír que aún queda tiempo. Pero, tiempo ¿para qué?, para dejar de crear otros cincuenta mil empleos. Por primera vez en mucho tiempo la pelota del crecimiento está en nuestro tejado, en nuestra riqueza financiera, que bate récords históricos porque se construyó con la energía que genera el miedo y que está esperando a salir vía consumo familiar. Y además no pide nada, un simple gobierno de andar por casa, que no moleste, da igual que sea poco ambicioso. Ahora, eso sí, que deje claras sus reglas de juego, en qué plaza vamos a torear. Bueno, y si el Gobierno es inteligente, sensible ante los más débiles y en paralelo capaz de movilizar al capital privado, ya no le digo, volvería a mirar con respecto al Congreso de los Diputados. Pero no llega a tanto mi esperanza, a nuestros gobernantes les suele faltar timidez y sobrar paternalismo, reconocer que el protagonismo no siempre puede girar sobre lo público, que ha de pivotar sobre el conjunto de la sociedad civil.