Juan Paredes: «Tengo un valor añadido: la pasión»

Victoria Toro CORRESPONSAL EN NUEVA YORK

MERCADOS

Victoria Toro

La historia del monfortino es la de un hombre inquieto, un aventurero como se define a sí mismo. Este hombre de 47 años es el ejemplo perfecto de la inmigración en el siglo XXI. No salió de Galicia por hambre sino por el interés de conocer otros lugares y de prosperar. «Quiero a Galicia y a España, muchísimo, pero también pertenezco a Estados Unidos, juré lealtad al país cuando me nacionalicé y lo decía de verdad».

29 feb 2016 . Actualizado a las 08:52 h.

Sin renunciar a sus raíces, Juan Paredes tiene claro su compromiso con el país que le ha acogido.

-Se dedica a la importación y distribución de vinos en EE. UU. y procede de una tierra de vinos?

-Sí, soy de Monforte de Lemos, la capital de la Ribeira Sacra, una de las regiones vinícolas que está teniendo más nombre en España. Pero cuando yo nací esto de Ribeira Sacra no existía. Había vino, pero casero, una o dos bodegas y nada más. Mi padre era ferroviario, como el 90 % de los monfortinos, era maquinista de tren. Mi madre es hija de unos empresarios murcianos que exportaban fruta al norte de Europa y a los que la guerra civil cortó todos los canales comerciales. Entonces decidieron irse a Galicia porque allí no había fruta, no sabían ni lo que era una alcachofa.

-¿Hasta qué edad vivió en Galicia?

-Me enteré por un amigo de que podía entrar en Renfe porque mi padre era ferroviario y había una opción que se llamaba aprendiz de ferrocarriles. Yo no quería depender de mi familia, siempre he sido muy aventurero y siempre he tomado riesgos, nunca me he acomodado. Me presenté a las oposiciones ferroviarias con 14 años, casi sin que mis padres lo supieran. Las aprobé y me fui a Vilagarcía a la escuela de aprendices. Y allí estuve hasta los 17 años.

-¿Y después?

-Entré en Renfe a trabajar. Estuve en Bilbao, y allí decidí? por una novia que tuve que me dijo: «¿tú te vas a pasar toda la vida trabajando en Renfe? ¿Por qué no estudias?» Y lo hice. Retomé el bachillerato. Me di cuenta de que me encantaba estudiar. Así seguí, luego me matriculé en Derecho, después me fui a Santiago a trabajar. Seguía en Renfe y trabajaba también en un despacho de abogados e hice un master de Derecho Europeo.

-¿Y cuándo decidió irse fuera de España?

-Tenía veintipocos años y me fui de vacaciones a Australia, a Sídney, y me gustó aquella ciudad. Allí había un master en Derecho Internacional que me interesaba mucho, pero costaba cuatro millones de pelas. Como había entrado a los trece años en Renfe tenía mucha antigüedad, hice los números y vi que me daban los cuatro millones. Volví a España y dije: «Dame la cuenta que me voy». Mi familia, mis amigos, todos pensaban que estaba loco, imagínate, yo tenía un trabajo para toda la vida?

-Y se fue a Sídney?

-Me fui a Sídney, me matriculé en el máster? Tuve que estudiar inglés muy duro y trabajé de camarero para sacer un poco de dinero. Y un día me llaman del Parlamento Europeo porque uno de mis profesores del máster de Santiago había presentado mi tesis a un galardón de la Unión Europea. Me dieron el premio, me llamaron para que fuera a trabajar a España pero no me interesó; la Universidad de Sídney me ofreció un puesto como profesor, que es uno de los trabajos más bonitos que he tenido en mi vida, y me presenté a director de la oficina comercial de España en Sídney y la gané.

-¿Y cómo llegó a Nueva York?

-Un día me llamó la directora de la Cámara de Comercio de España en Nueva York. Me dice, «Juan, mira The Economist, ha salido tu curriculum clavado». Era para crear la oficina de la Xunta de Galicia aquí. Y entré, sin enchufe ni nada porque igual que llegué me fui.

-¿Y entonces decidió crear su empresa?

-Antes fui director de Caixanova para el noreste de Estados Unidos. Uno de mis clientes andaba detrás de mí para que fuera director de su empresa, Tempranillo, que es el mayor importador de vino español en Nueva York. Entré en Tempranillo y me di cuenta de que tenía más experiencia en el mundo del vino que todos los que estaban trabajando allí. Mi padre es de Valdeorras, mi madre de Jumilla.

-¿Y cómo fue la decisión de dejar Tempranillo para crear su propia empresa?

-Me di cuenta de que estaba en Estados Unidos, es decir, que lo mejor era que montara mi propia compañía? Así que cogí a una de las personas con las que trabajaba que era la directora de ventas y a la que yo había llevado a Tempranillo y nos fuimos.

-¿Hace cuando tiempo?

-Hace dos años, en febrero del 2014.

-¿Y cómo les va?

-Partimos de la nada y ahora estamos vendiendo. Este es un negocio muy estacional, los meses más bajos de todo el año son febrero y agosto, dos meses en los que no se vende nada; y el mes más alto es noviembre. Nosotros vendimos la primera caja de vino en mayo del 2014 y este año hemos servido más en febrero que en noviembre de ese año. Una empresa de este tipo se tarda cinco años en asentarla.

-¿A quién le venden vino?

-A tiendas y restaurantes de Nueva York y Nueva Jersey.

-¿Y qué vinos venden?

-Tenemos un porfolio con 25 bodegas de España, una portuguesa y una de California.

-¿Vende vinos gallegos?

?Sí, vendo muchos. Vendo valdeorras, ribeira sacra, rías baixas y con ribeiro estoy en negociaciones.

?¿Qué necesitan las bodegas para vender aquí?

-Primero, escuchar al importador, ponerse en sus manos y confiar en él. La gente se cree que es fácil venir aquí. Todo el que se piense que esto es una operación de comprar, vender y pagar que ni lo intente. Y además tienen que estar dispuestos a gastarse dinero. No puedes pretender que el importador sin balas salga a pegar tiros. Tienes que ir cargarlo de munición. Y hay bodegas que no están preparadas aunque tengan el mejor vino del mundo.

-¿Cómo son los vinos que tienen éxito en Estados Unidos?

-Primero, tiene que adaptarse al paladar americano. Segundo, tiene que tener una presentación, hay que gastarse el dinero en diseño, hay que vestir al vino. Y tiene que tener un precio competitivo. Este es un mercado muy complicado. Pero a la vez, si te metes tiene un retorno brutal.

-El sector de la importación y distribución de vinos en EE.UU. está copado por unas compañías muy grandes, ¿cómo hacen ustedes para competir con ellas?

-Tengo un valor añadido que no tiene ningún grande: la pasión. Cuando yo vendo ribeira sacra, la gente se emociona y dice: este tío se lo cree. Si es que hasta les digo como se llama el perro del bodeguero Yo no puedo ir con las mismas tácticas que los grandes, pero puedo hacer bien lo que yo sé y repetirlo y repetirlo y repetirlo todos los días.

-¿Cómo ve el futuro?

-Vamos a crecer en volumen de ventas, pero siempre vamos a mantener esa característica boutique que es con lo que no pueden competir los grandes.

?¿Planea distribuir vino en otras partes de Estados Unidos?

-Sí, pero necesito socios. Es complicado. Y yo tengo una manera de hacer las cosas que es paso a paso, pasos pequeños, pero muy sólidos. En el mundo de la economía el único que crece rápido es al que le toca la lotería, el resto son burbujas.

-¿Pensó que no saldría adelante?

-Nunca. He estado estresado, muchísimas veces. He pasado noches sin dormir. Hasta he llorado, pero que no íbamos a salir adelante no lo he pensado nunca. Lo tengo clarísimo, además que lo veo, solo tengo que mirar las cifras cada mes.

Juan Paredes, en una presentación de vinos en EE. UU. | V. Toro