El Louvre de Gil Dávila

MERCADOS

París dictaba la moda y El Louvre la difundía en Vigo. El propietario de la boutique de la Porta do Sol, Segundo Gil Dávila, garantizaba a las damas viguesas la elegancia de las parisinas, «ya que en hermosura y distinción natural nada tienen que envidiarles»

17 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

De orillas del Sena importó el comerciante vestidos y patrones de alta costura, nombres galos para sus tiendas y flamantes automóviles Delage cuya representación ostentaba. Y en París, capital de la moda y del amor, se enamoró de la joven Hélène Robie Valdés.

Doña Clotilde aún tuvo tiempo, en aquella primera y ajetreada jornada de su reencuentro con la ciudad de su juventud, de visitar dos establecimientos de la Porta do Sol con marcado acento francés. Por la mañana, La Maison de la Coiffure, donde Enrique Freig, peluquero de la Casa Albert de La Ópera de París y del Palace Hotel de Biarritz antes de recalar en Vigo, ejercía el arte del peinado femenino y demás funciones ?manicura, tintes con sustancias vegetales inofensivas...? propias de un moderno salón de belleza. Y por la tarde, pase privado de modelos en los salones de El Louvre, por gentileza del dueño del establecimiento.

EL LOUVRE ABRE SUS PUERTAS

Apenas reconocía doña Clotilde los remozados locales de la boutique, ocupados a principios de siglo por la droguería de Eudoro Pardo Labarta, ahora trasladada a un edificio próximo diseñado por Jenaro de la Fuente, y la peluquería de Francisco Rivas, distribuidora del famoso depilatorio Venus ?cinco pesetas el frasco? que, con una sola aplicación, eliminaba «el vello de cualquier parte del cuerpo». A principios de 1911, la propietaria del inmueble, Leonarda Arnaud, arrendó la planta baja y el piso principal de la casa a Segundo Gil, y este instaló allí su comercio y taller de alta costura que bautizó con artículo español y sustantivo francés: El Louvre.

Nada faltaba en aquella tienda «de cuanto la moda exige», decía el Noticiero de Vigo. Blusas, lujosa ropa blanca, echarpes, sombrillas y «vestidos de sociedad» para las damas. Camisería fina, corbatas, cuellos, puños y bastones para los caballeros. Pañería inglesa y géneros de gran fantasía. Desde abrigos de piel de carnero hasta chaquetones de zorro plateado del Canadá. Y, sobre todo, las últimas novedades de los diseñadores franceses. Antes de la eclosión de nombres como Cocó Chanel o Christian Dior, el propietario de Le Louvre visita regularmente las casas más prestigiosas de París ?Callot, Jenny Drecoll, Lemgven, Paquin?, «las que imponen la moda en el mundo entero», y traslada a Vigo las creaciones en boga. En uno de sus frecuentes viajes conoce también a Hélène Robie, una esbelta francesa más joven que él, con la que contraerá matrimonio.

Segundo Gil describe a doña Clotilde sus orígenes. Nosotros, muchas décadas después, conocemos su trayectoria completa a través de la monografía que el profesor Manuel Xesús Xiráldez escribió sobre el emprendedor. Nació en A Cañiza en 1876, donde su padre, sargento de la Guardia Civil, estaba destinado en aquel momento. Pero su vida, hasta que se instala en Vigo ya con treinta y cinco años, transcurre en Arbo. Su familia goza de una desahogada situación económica: posee tierras, tiendas y criada. Es el menor de cuatro hermanos. El primogénito, David, hizo fortuna en Argentina. Y sus dos hermanas , Esperanza y Elisa ?la primera falleció de parto, la segunda murió soltera?, al igual que él, se dedicaron al comercio.

LA PARISIEN Y LA PARISINA

Segundo abre su primer establecimiento comercial, denominado La Parisien, en la estación ferroviaria de Arbo. Después, con el mismo nombre comercial, una segunda tienda en Salvaterra do Miño. La Parisien, además de contar con taller de confección propio, ofrecía un amplio surtido de géneros: telas, lanas, seda, mantillas, cortes de vestido y otros artículos textiles. Los portugueses adinerados que acuden al balneario de Peso, en Melgaço, constituyen su principal clientela. Unos acceden a sus establecimientos tras cruzar el Miño en barca y otros reciben sus pedidos sin necesidad de cruzar la raya, servidos por el «carromato de Pataco» que atraviesa el río en barcaza. Las dos tiendas de la frontera prosperan, pero Gil Dávila ha puesto sus ojos en Vigo, una ciudad que se expande aceleradamente a comienzos del siglo pasado y que tiene su ombligo comercial en la Porta do Sol. Y hacia ella, después de liquidar sus establecimientos de Arbo y Salvaterra, encamina sus pasos.

Lo que vino después no podían saberlo, en ese primer año de la Segunda República, ni Segundo Gil ni doña Clotilde. Estalló una guerra civil y las autoridades franquistas decretaron la españolización de los nombres comerciales que recordaban a las «podridas» democracias occidentales. Hubo cambio masivo de letreros y rótulos en Vigo. La Camisería Inglesa y la Sombrerería Inglesa perdieron sus apellidos. La Maison de Blanc devino en Casa de Blanco, el Zapato Inglés en Zapato Español, el Cine Royalty en Cine Vigo, The Fashion en La Moda. Gil Dávila logró salvar el eco de su fascinación por París y El Louvre se transformó en El Lubre.

Segundo Gil Dávila falleció en Vigo en 1954. Años antes, su esposa, hastiada de la actividad mercantil y añorante del teatro y el glamur parisino, lo había abandonado y regresado a Francia, a través de Suiza por mor de la guerra. Algún tiempo después, Hélène Robie reapareció en Arbo, con un acompañante, y depositó una corona de flores en el panteón de Gil Dávila. Venía también a cobrar la parte de la suculenta herencia que le correspondía. El resto de la enorme fortuna acumulada por su marido se destinó a financiar la Fundación Segundo Gil Dávila y las becas de estudios que esta instituyó a partir de 1957.