Otro buen libro sobre la desigualdad

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias A ORILLAS DE LA CIFRA

MERCADOS

07 jul 2015 . Actualizado a las 20:06 h.

Hace unos pocos años, un economista muy reconocido e influyente afirmaba: «de las tendencias que son dañinas para una economía sana, la más seductora, y en mi opinión la más venenosa, es poner el foco en la cuestión de la distribución». Palabras como estas eran por entonces recibidas como algo razonable, incluso digno de aplauso, Y es que desde los años ochenta la distribución de la renta quedó orillada en el análisis económico mayoritario. Algo desde luego muy chocante, pues en esos años el bucle de la desigualdad no dejó de crecer con desmesura.

Los nombres de Thomas Piketty, Anthony Atkinson o Emmanual Saez ya eran conocidos hace una década, pero sus trabajos -algunos de ellos realizados en común- circulaban solo en círculos muy reducidos y poco influyentes. Una de las novedades más interesantes, además de sorprendentes, de los estudios económicos de los últimos años es que algunos de esos autores se han convertido en grandes figuras públicas. No será muy necesario insistir en la condición estelar que ha adquirido Piketty tras la publicación de su best seller, El capital en el siglo XXI.

Pues bien, parece que la avidez del público (y de los científicos sociales) por esos asuntos no se quedó ahí. Acaba de aparecer otro libro impactante, del que probablemente se hable mucho en los próximos años: Inequality: What Can Be Done? (Harvard University Press), de sir Anthony Atkinson, que con toda seguridad no tardará en traducirse al español. Se trata de una obra muy diferente de la de Piketty, mucho menos teórica y -tal y como su título sugiere- más apegada a propuestas prácticas. Quiere decirse que en este libro es difícil encontrar grandes categorías del tipo de «trabajo» o «capital». Pero su apariencia modesta no hace olvidar que, no siendo Atkinson precisamente un revolucionario (sino un reformista social en la línea de un William Beveridge), entre sus propuestas hay algunas que contienen dinamita, pues su puesta en práctica llevaría consigo todo un proceso de recomposición del poder.

Una parte de esa propuestas van en una línea, digamos, tradicional, referida al uso de instrumentos como el sistema impositivo en un sentido progresivo. Pero las que más llaman la atención son las que se dan en el terreno de la «predistribución». Es decir, que van más allá de la tarea redistribuidora del moderno estado de bienestar, pues no se plantean en términos de transferencias e impuestos, sino que tienen que ver con otro tipo de políticas, referidas a la de lucha contra los monopolios, el empleo o la tecnología.

Las dos proposiciones estrella de Atkinson, y probablemente las que más controversia susciten, son las de crear un programa de ahorro nacional que garantice a cada pequeño ahorrador la obtención de una ganancia mínima sobre su capital (lo cual se enfrenta a la lógica del sistema financiero en vigor); y la de levantar un programa de «herencia para todos»: una dotación de capital que se asignaría a cada joven al cumplir los dieciocho años. ¿Utopía? Pudiera ser, pero su autor no es cualquiera: argumenta extraordinariamente bien sus ideas, y echa unas cuentas bastante rigurosas para justificarlas (es verdad que tomando solo datos británicos, lo que le resta interés).

En cualquier caso, quien se disponga a criticarlo con una media sonrisa y con el razonamiento de que afectaría negativamente a la marcha de la economía productiva, debe recordar que, a diferencia de lo que tanto se ha repetido en el pasado, ahora casi todo el mundo admite que también la desigualdad frena el crecimiento. En todo caso, una buena contribución a un debate que va a más.