Metáforas médicas

Xosé Carlos Arias. Catedrático de Economía. Universidade de Vigo A ORILLAS DE LA CIFRA

MERCADOS

28 abr 2015 . Actualizado a las 19:24 h.

EL uso de expresiones tomadas de la medicina o la farmacopea para intentar explicar la evolución de la realidad económica se ha extendido como un reguero en los últimos años. Desde luego no se trata de algo radicalmente nuevo, pues ese tipo de analogías cuadran particularmente bien a los periodos de crisis. Esa práctica, sin embargo, parece haberse llevado ahora a unos términos inusitados. Después del accidente de Lehman Brothers, por ejemplo, cuando la tormenta financiera amenazaba con llevarse por delante una parte muy importante del tejido económico, se hizo muy común el uso de la expresión «fallo multiorgánico».

Porque eso era precisamente lo que ocurría: la amenaza proveniente de una crisis bancaria muy aguda tenía un carácter sistémico; es decir, comprometía el futuro del conjunto del sistema. De ahí las propuestas de «suspender por una temporada el funcionamiento del capitalismo» (realizada burdamente por el entonces presidente de la patronal española, y de un modo algo más sutil por otros muchos, como Nicolás Sarkozy). El enfermo, en cualquier caso, lo era de extrema gravedad, por lo que el tratamiento también debería ser excepcional: por ese motivo el G-20 y casi todos los gobiernos se lanzaron a planes masivos de estímulos fiscales, los cuales al fin y al cabo consiguieron alcanzar su gran objetivo: detener el colapso.

Pero muy pronto se presentaron los efectos secundarios de esa estrategia, en la forma de unos desequilibrios fiscales gigantescos, con déficits superiores al 10 % en numerosos países. Esta situación insostenible hizo recordar a muchos que el tratamiento que se le da un enfermo en la UCI, en condiciones extremas, debe ser compatible con su posterior tratamiento cuando, ya salvado, sea trasladado a la planta convencional del hospital. A partir del 2010, los gobiernos del mundo desarrollado comenzaron a aplicar recetas muy diferentes. En Estados Unidos, y más tarde en Japón, el uso de estímulos -sobre todo monetarios- se mantuvo hasta que los signos de recuperación se hicieron más visibles. En Europa, por el contrario, la política fiscal conducía casi a la inanición del paciente, en tanto que hasta el verano del 2012, la estrategia del BCE hacía recordar, en palabras de un brillante colega, «a un banco de sangre administrado por testigos de Jehová».

Como se sabe, a partir de ese momento la política monetaria europea ha cambiado mucho. En los últimos meses esa política ha comenzado a utilizar todos los medios concebibles para evitar el mal mayor de un estancamiento con deflación (por seguir a Mario Draghi).

Los programas masivos de compra de deuda, que están expansionando extraordinariamente el balance del banco central, estarán en vigor al menos hasta septiembre del 2016, en una estrategia a favor de la recuperación del crecimiento en el conjunto del continente que solo puede ser saludada con beneplácito.

Sin embargo, la idea de que ahora sí, por fin, el BCE y en alguna medida también la Comisión Europea, están cumpliendo sus funciones, no hace olvidar la utilidad de usar metáforas médicas. El cóctel de fármacos monetarios que en este momento se está aplicando tiene en gran medida un carácter innovador y tentativo, pues no se conocen experiencias históricas en las que la política monetaria expansiva haya jugado un papel tan activo. En consecuencia, lo que pueda ocurrir cuando sean retiradas esas medidas excepcionales tiene mucho de incierto. Pero lo más probable es que el paciente quede un tanto intoxicado.