Clases de gimnasia en el comedor y talleres de música

María Vidal Míguez
maría vidal A CORUÑA / LA VOZ

EL MAYOR PROBLEMA DE GALICIA

VÍTOR MEJUTO

La filosofía del centro es la actividad. Ninguno de los residentes está encamado

15 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Son las 11 de la mañana y el comedor de La Milagrosa se convierte en una clase de gimnasia. Sentados en una silla, los alumnos atienden a los movimientos de la fisioterapeuta. La media es de 85 años. «Ha subido con los años, porque como a nivel social y médico hay más facilidades para mejorar la calidad de vida de las personas, la residencia es como el último recurso cuando ya no puede estar en su domicilio o la familia no se puede hacer cargo», explica Aranza Balo, psicóloga del centro.

Ahora mismo hay 64 personas, de las cuales cuatro son matrimonios. «Siempre -asegura Balo- una parte ingresa para acompañar al otro». Un porcentaje muy alto de los residentes tienen demencias, sobre todo alzhéimer. «Estos casos se vuelven inviables para tener en casa porque conllevan problemas de conducta, insomnio, agitación, agresividad... Hay que estar 24 horas pendiente». Entre que les dan un diagnóstico y les tramitan las plazas en residencias públicas, pasa tiempo y suelen recurrir a las privadas para manejar la situación. Requieren una grúa, la casa adaptada, una cama especial, en definitiva, unos recursos médicos que no están al alcance de cualquiera. «Muchos reciben un informe y ahí queda. Por eso intentamos ayudar a la persona enferma, pero también a las familias, darles pautas, enseñarles lo que es normal y a qué se van a enfrentar».

La primera semana cuesta, aunque vayan por iniciativa propia. Salen de su entorno para seguir unos horarios bastante rígidos: a las 8 en pie, a las 9 desayuno, a las 10 actividades (por grupos en función de su deterioro cognitivo, y para ello les hacen una valoración cada tres meses), comida, siesta, más actividades, visitas de las familias, un rato de tiempo libre, a las 20 horas cenan y poco a poco se van a la cama. «Nuestra filosofía es la actividad: no obligamos, pero sí insistimos en que participen para que estén activos, porque si no el deterioro es mayor. A día de hoy, ninguno de los pacientes está en la cama», comenta Balo. Con ella, la psicóloga del complejo, trabajan la memoria y recientemente han puesto en marcha un taller de música. Con una misma canción trabajan el ritmo, la letra o la vida del autor. Los fines de semana el tiempo libre se impone.

No todos vienen por enfermedad, hay muchos que vienen buscando compañía. Y de eso aquí sobra.