La rácana jubilación obliga a los alemanes a seguir en el tajo

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

EL MAYOR PROBLEMA DE GALICIA

Un operario en la factoría de Mercedes Benz de Sindelfingen, en Alemania
Un operario en la factoría de Mercedes Benz de Sindelfingen, en Alemania RALPH ORLOWSKI | Reuters

Un millón de teutones ya retirados tienen que recurrir a trabajos por horas para llegar a fin de mes

12 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los gallegos cobran de media una de las pensiones más bajas de España (895 euros) y de Europa. Pero los alemanes, que viven en la locomotora del continente, ingresan incluso menos (878) y se ven obligados a buscar trabajo cuando les llega la edad de retirarse. Allí, de hecho, las prestaciones son cada vez más míseras. Según un estudio reciente, el riesgo de pobreza en la vejez se sitúa en el 16,2 % y alcanzará el 20,2 % en el 2036, es decir, afectará a uno de cada cinco alemanes mayores de 67 años. Sobre todo mujeres solteras o divorciadas, aquellos que carecen de formación profesional y los parados de larga duración.

Por esto, el número de jubilados que recurren a minijobs para llegar a fin de mes ha pasado de 740.000 a 1,02 millones en apenas diez años. Es más, se estima que dentro de dos décadas la cuota de pensionistas que soliciten ayudas estatales habrá alcanzado el 7 %.

El debate sobre la pobreza en la vejez, que solo consiguen evitar la clase media y alta invirtiendo desde muy jóvenes en planes privados, se ha colado entre la actividad de la clase política, al fin y al cabo se trata de pobres o futuros pobres, pero con derecho a voto. De ahí que para la próxima legislatura, los conservadores de Angela Merkel y los socialdemócratas de Martin Schulz hayan decidido mantener la actual premisa de que las jubilaciones no puedan ser inferiores al 48 % de los últimos sueldos. Está por ver si se cumple en el futuro.

En Bélgica

Salarios abultados, impuestos altos y pensiones precarias. Es la radiografía del mercado laboral belga. El retiro cómodo y tranquilo solo lo tienen garantizado los funcionarios. Sus pensiones medias alcanzan los 2.174 euros brutos y absorben el 35 % del total de los fondos de la reserva. «Un problema», para el Gobierno. La brecha respecto a los asalariados es enorme. Estos apenas alcanzan los 978 euros, según estadísticas publicadas recientemente por L’Echo. Para los autónomos, el retiro es una quimera: la media está en los 471 euros. Las diferencias de género también persisten en la edad de jubilación.

La mayor parte de las pensiones de menos de 1.200 euros son de mujeres, mientras la mayoría de las que superan los 2.250 euros pertenecen a hombres. La plataforma social Énéo enmienda esas cifras. Estima (basándose en encuestas) que la media de las pensiones de asalariados es mayor (unos 1.457 euros), pero señalan que cuatro de cada diez pensiones están en el umbral de la pobreza. ¿Se puede sobrevivir con pensiones tan precarias? No si los precios siguen al alza. Para compensar sus prestaciones, los belgas echan mano de rentas complementarias, ahorros o inversiones como segunda fuente de ingresos.

En Francia, los jubilados perciben de media 1.376 euros, unos 100 por debajo del salario mínimo. Si bien ha prometido no tocar las pensiones, Emmanuel Macron se ha propuesto a reformar el modo en que se calculan para homogeneizar los regímenes y pasar a un sistema de puntos ya en el 2019. Otros países que funcionan de ese modo, como Italia o Noruega, planificaron una transición de hasta 10 años.

En el Reino Unido

Existe una pensión básica de un máximo de 122,30 libras (unos 138 euros) a la semana y una adicional ligada a los ingresos, que son complementadas con un sistema privado que tienen muchas empresas. Londres ya no obliga a los británicos a retirarse obligatoriamente a los 65 años. De hecho, los que tienen menos ingresos, optan por jubilarse y seguir trabajando, pero sin llegar a pasar del límite de ingresos de las 16.920 libras anuales (suma de pensión y trabajos), para no pagar impuestos.

Con información de Patricia Baelo (Berlín); Cristina Porteiro (Bruselas); Rita Álvarez (Londres) y Alexandra Coego (París).