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La mayor temperatura propicia que los peces crezcan más rápido pero su talla final sea menor

e. a. REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Adrian González

Los científicos también constatan adelantos en las puestas de determinadas especies

16 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La pesca no se cansa de decir que no tiene la culpa del cambio climático. Al contrario, lo sufre como el que más. Lo padece por el desplazamiento de las especies, que han huido al norte o se han hundido en la columna de agua -con los desajustes en las cuotas y el mayor desplazamiento que eso comporta- y lo paga también con una menor talla de los peces. Porque los datos analizados demuestran que el incremento de la temperatura de las aguas propicia «un crecimiento inicial más rápido, pero una rebaja en la talla final de los peces», expuso Guillem Chust, jefe de investigación sobre el Cambio Climático en Océanos y Costas de AZTI, que ayer, en la séptima Conferencia Internacional Arvi sobre el Futuro de la Pesca, detalló las tendencias e impactos que el cambio climático está dejando ver en las especies de interés para la flota vasca. Algunas, compartidas con la gallega, como la anchoa, el jurel y el bonito.

Las previsiones apuntan a que «perderán entre un 20 o 30 % de su peso, pasando, si su ecosistema lo permite, a ser más pequeños, pero más numerosos», apuntó el experto.

Otras predicciones

Según explicó Chust, hay discrepancias sobre si el calentamiento vaciará de peces las zonas tropicales, pero sí hay consenso sobre que la menor productividad primaria -fitoplancton y zooplancton- se amplifica en la cadena trófica y de forma generalizada a los peces, de forma que en el 2100 habrá entre un 5 y un 17 % menos de biomasa a nivel global.

También de modo general está constatado que existe un desplazamiento de las especies hacia los polos, a razón de 72 kilómetros por década, y que en esa estrategia de adaptación algunas han adelantado su desove. Es el caso de la anchoa del golfo de Vizcaya, cuyo pico de puesta se ha anticipado seis días por década, algo inapreciable para los pescadores, pero que ya es patente. Y más lo será a fin de siglo, pues, según las predicciones que desgranó el experto sobre cambio climático de AZTI, la cantidad de huevos casi se triplicará (se multiplicará por 2,7) y el área de desove se expandirá un 16 %. Claro que, en este caso, puntualizó Chust, el modelo no ha tenido en cuenta la producción primaria y, de variar esta, también lo hará el resultado.

Otra especie de interés para la flota vasca y gallega, la caballa, está emigrando hacia los polos. Lo hace unos 15 kilómetros por década. Y el jurel, también objetivo de ambas flotas, se dejará ver más por el Cantábrico en los inviernos más fríos.

Esos augurios se han hecho analizando los datos del observatorio marino del cambio climático del golfo de Vizcaya, similar al que, según algunos de los participantes descubrieron ayer, tiene la Xunta en Galicia. Covadonga Salgado, directora del Intecmar, detalló en la conferencia toda la red de vigilancia costera que tiene desplegada, con sistemas que en algún caso han sido pioneros en Europa -como el de radares de alta frecuencia combinados que recoge datos de la superficie hasta las cien millas- o las 43 estaciones costeras del Intecmar, que hacen perfiles verticales desde 1992, arrojando «una de las series más largas del mundo».

Por su parte, la conselleira de Mar, que clausuró el foro, subrayó los esfuerzos que Galicia está haciendo por «desplastificarse», con la ofensiva que ha lanzado contra la basura marina, a la que se han sumado «nuestros grandes aliados en la lucha contra el covid»: guantes y mascarillas.