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La flota española apoya la cruzada de Indonesia contra el atún capturado por esclavos

e. a. REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Un atunero en el puerto de A Pobra do Caramiñal
Un atunero en el puerto de A Pobra do Caramiñal MARCOS CREO

Resalta que las importaciones de producto de las flotas del sudeste asiático han pasado de un 5 % en el 2012 a un 53 % en el 2019

05 jun 2020 . Actualizado a las 10:21 h.

Si fuese un juicio, Cepesca se personaría como acusación particular. Como no lo es, lo que hace es apoyar decididamente a Indonesia en la denuncia que ha presentado ante las organizaciones regionales de pesca (ORP) que regulan la pesca de atún en el Pacífico (la CIAT y la WCPFC) y aguijonea a ese Gobierno para que eleve esa protesta a la OIT (Organización Internacional del Trabajo), a la OMI (Organización Marítima Internacional) y a todas las instancias posibles para acabar de una vez por todas con la esclavitud, la explotación, el abuso y los tratos vejatorios en la flota pesquera. Y lo ocurrido a bordo de dos palangreros chinos -que estarían ya identificados- no tiene otro nombre. Al parecer, hay evidencias de que arrojaron por la borda los cadáveres de cuatro tripulantes de nacionalidad indonesia fallecidos en el barco. El Gobierno de Indonesia ha abierto una investigación criminal, al tiempo que ha pedido a las ORP implicadas «que adopten medidas urgentes para hacer frente al abuso laboral mediante la aplicación de las leyes y políticas internacionales en vigor», asegura Cepesca en un comunicado.

También demanda en su escrito una mejora en el intercambio de información entre las partes contratantes de esas ORP para asegurar una respuesta inmediata en casos similares y una mayor presencia en esos foros de las organizaciones que representan a los trabajadores.

Investigación independiente

Otra de la peticiones de Yakarta es que se desarrollen «investigaciones exhaustivas e independientes sobre la existencia del trabajo forzoso a bordo de pesqueros». La suya, por lo pronto, ya ha dado con los palangreros chinos involucrados en los sucesos y ha sacado a la luz casos de abusos flagrantes, como las «jornadas de trabajo continuadas de 30 horas con 6 de descanso, durante 13 meses a bordo y una paga final de 150 dólares». Explotación y racismo, pues «a bordo de los barcos chinos los indonesios solo podían beber agua de mar filtrada, mientras que a los demás tripulantes se les proporcionaba agua mineral embotellada». A eso se suman los incumplimientos de contratos, pues en el caso de estos fallecidos especificaba «que en caso de deceso los restos serían cremados para entregar las cenizas a sus familiares» y, además, tenían un seguro de vida de 150.000 dólares en caso de muerte.

Cepesca, que muestra su satisfacción porque parece que, al fin, el mundo empieza a moverse para acabar con la esclavitud en la pesca, llama la atención sobre que el hecho de que eso que suena tan lejos no es tan ajeno a Europa. En sus latas hay atún capturado por esclavos. Cada vez más. La importación de túnidos de las flotas del sureste asiático y de China a Europa ha pasado del 5 % en el 2012 al 53 % en el 2019 y muchas toneladas llegan a Europa exentas de cargas a través de contingentes arancelarios. Y eso supone una competencia desleal para flotas, como la española, que «además de cumplir escrupulosamente la legalidad vigente, trabajan para mejorar las condiciones sociales y laborales de los tripulantes», señala Javier Garat, secretario general de Cepesca.