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No tropecemos de nuevo

Jesús Lourido / Iván López

SOMOS MAR

Los autores del texto de opinión que ilustra esta imagen reivindican los derechos de pesqueros españoles y de otros países que históricamente faenan en caladeros británicos, como este de Celeiro
Los autores del texto de opinión que ilustra esta imagen reivindican los derechos de pesqueros españoles y de otros países que históricamente faenan en caladeros británicos, como este de Celeiro PEPA LOSADA

Iván López y Jesús Lourido, de Cepesca y EUFA, opinan sobre la negociación del «brexit»

10 feb 2021 . Actualizado a las 10:51 h.

En un lugar del noroeste del Atlántico, un barco de pesca fena en aguas donde sus tripulantes y, antes que ellos sus familiares y vecinos, han trabajado durante décadas. La marea se realiza con un cierto pesar, puede que sea la última que realicen en un caladero que conocen como el jardín de su casa. El Estado que lo tutela está a punto de impedir su acceso y reservarlo solo para los barcos de su bandera. En su puerto de origen, son sus vecinos los que sufren la incertidumbre: de la actividad de la flota en su tradicional caladero depende el futuro de sus trabajos ahora marcado por un incierto devenir. 

Las Guerras del Bacalao y la empatía británica

Esto fue lo que aconteció en las décadas desde 1958 a 1972 en las aguas islandesas con los pescadores británicos, expulsados de su tradicional caladero de bacalao por un cambio legislativo promulgado por Islandia, que primero los echó a 4 millas de la costa y subsecuentemente a las 12,50, para finalmente alejarlos a 200 millas de su costa. Hablamos de las conocidas como las Guerras del Bacalao, que enfrentaron a pescadores islandeses y británicos con violentos encontronazos en altamar. Como consecuencia de la victoria de las tesis islandesas, ciudades enteras como Hull vivirían un increíble declive económico y una transformación de su sociedad y su economía que aún se siente hoy en día.

Pensaría uno que un país que ha vivido tal crisis y sus consecuencias entendería mejor que nadie lo que supone un cierre de un caladero, incluso una mera reducción de las posibilidades de pesca existentes. No es el caso. El Reino Unido, abandonado cualquier ejercicio de empatía, ha decidido replicar el lo sufrido por ellos en los pescadores de la Unión Europea: reducir una actividad como la pesca y las complejas circunstancias que la rodean a un ejercicio de pura aseveración de poder nacional y de populismo económico. Un sufrimiento que se haría sentir de manera más dura aún en nuestra tierra.

La pesca, en el centro de las negociaciones

Desde que en junio de 2016 los británicos decidieran retirarse de la UE, la pesca ha estado en el centro del debate de cómo debe concretarse tal retirada, ganando una dimensión política desconocida fuera de las fronteras de nuestra comunidad. Oír a mandatarios como la Sra. Merkel o el Sr. Macron poner la pesca en el centro de las negociaciones resultantes del referéndum británico se ha convertido en algo habitual, pero no por ello menos debatido. ¿Es proporcional y ajustado a la realidad? ¿Son justas las demandas pesqueras comunitarias reflejadas en los acuerdos de retirada del Reino Unido?

Desde EUFA creemos que la respuesta es sí en ambos casos. Alguien definió en su momento el brexit como un ejercicio legal similar a sacar el huevo de una tortilla. No iba desencaminado. La realidad de la industria pesquera europea es una que refleja años de ajustes y de consolidación de las operaciones, especialmente en aguas de la UE, y el ajuste de toda la estructura que la circunda a la realidad comunitaria. Es así como barcos irlandeses, británicos y franceses no desembarcan sus mercancías acordemente a sus banderas y puertos de origen, sino más bien a las líneas logísticas y los centros de producción. A su vez, la ubicación de estos puertos de desembarque y centros de producción no se debe al azar, sino a la evolución en los últimos 50 años de la actividad pesquera siguiendo las normativas y, sobre todo, la evolución del mercado común.

Sin compensación ni solución

Se publicaba esta semana la propuesta británica para un acuerdo de pesca, unas magras doce páginas en las que se pretende establecer una reconquista de los derechos pesqueros de españoles, irlandeses, franceses, belgas, neerlandeses, alemanes, daneses y suecos que verían como las capturas que ellos vienen haciendo, en algunos casos desde hace siglos, pasan a manos de armadores británicos o allí deslocalizados. Sin compensación, sin solución para los tripulantes. Y todo esto amparado en un supuesto derecho que emana de donde pasa más tiempo el pescado, sin importar quién lo ha venido capturando hasta ahora.

Las industrias pesqueras de estas nacionalidades, junto a la industria polaca, decidieron unirse pocos meses después del referéndum para defenderse de la injusticia de las tesis británicas y afirmar sus derechos de pesca. Desde el principio fuimos amparados por el Sr. Barnier, negociador en jefe por la parte europea, quien nos dijo que no nos dejaría solos y que sabía que éramos los candidatos a sufrir, como sector económico, la mayor de las injusticias en el proceso que entonces empezaba. Un compromiso que se ha ido afirmando a lo largo de los últimos 3 años y medio hasta plasmar nuestras aspiraciones, tanto en el Acuerdo de Retirada del Reino Unido como en la Declaración Política que debiera de servir de guía a la hora de negociar la relación futura entre británicos y europeos.

Nuestras demandas, sencillas y muy claras

Nuestras demandas, desde le principio, fueron sencillas y muy claras: un acuerdo que refleje la realidad de la industria pesquera europea, Reino Unido incluido, manteniendo una estabilidad en el acceso a aguas y mercados, en el reparto de las cuotas de pesca y garantizado por un entramado jurídico estable en el tiempo. También mantener una unidad en los objetivos de la gestión de los caladeros y en los métodos a aplicar a tal fin. Simultáneamente, las industrias de los 9 países declarábamos nuestra intención, reafirmada con el tiempo, de mantenernos unidos y buscar el mejor acuerdo para el colectivo, desechando cualquier canto de sirena que pudiese significar un acuerdo beneficioso para solo unos cuantos de nosotros.

EUFA no ha estado sola en sus esfuerzos en ningún momento, encontrando siempre el amparo de las autoridades nacionales, el Parlamento europeo y, muy importante para nosotros, de las autoridades locales, municipales y regionales, que representan a las comunidades que se constituyen entorno a los puertos. Esto ultimo se plasmó en la Declaración de Santiago, con la Xunta como anfitriona de los numerosos representantes que se desplazaron a nuestra capital para firmar el compromiso con nuestras tesis.

Enroque populista británico

A pesar de las evidencias políticas, el Reino Unido mantiene su enroque populista en torno a sus ideas, reflejadas no solo en el propuesto Acuerdo de Pesca antes mencionado, sino también en las continuas declaraciones de responsables políticos de aquellos lares. También en la reciente carta del negociador jefe británico, el Sr. Frost. En un tono poco elegante y duro, reclamaba de la Unión Europea una colección de acuerdos a la carta, eligiendo lo que más le convenía de los acuerdos que la UE mantiene con numerosos países, exigiendo en cada caso lo mas ventajoso para Gran Bretaña, sin tener en cuenta ni las circunstancias ni el momento en el que fueron firmados. En el caso de la pesca, los ejemplos propuestos son los firmados con las Islas Feroe y con Noruega en los años 1977 y 1980, respectivamente. Irónicamente desdeñaba las propuestas europeas como de baja calidad y anticuadas, ensalzando sus propios ejemplos como de una alta y moderna calidad.

Dichos acuerdos se basan en un reconocimiento mutuo de la autoridad y jurisdicción de las respectivas administraciones pesqueras en las aguas de cada uno, algo no tan claro entonces y más que aceptado hoy en día en las leyes y prácticas internacionales. Dejaban, sin embargo, a una negociación anual entre las partes el reparto de e posibilidades pesqueras, algo que se ha demostrado como impráctico y denostado por las industrias afectadas, especial y cinicamente, por la británica. De aplicarse ese criterio, habría que negociar cada año con el Reino Unido el devenir de mas de 100 stocks compartidos, amén de tener que cuadrar dicho ejercicio con otras similares respectivas negociaciones anuales con Noruega y Feroe. Nos alejaría mucho de la deseada estabilidad que antes mencionábamos como uno de nuestros objetivos principales.

Agradecer la respuesta de Barnier a Frost

No debe de sorprendernos que a la hora de reclamar acceso de la industria de servicios británicas, abogados, bancos, seguros, demandase, sin embargo, un acuerdo que, esta vez sí, refleje la naturaleza especifica de la relación existente entre el Reino Unido y la Unión Europea y no tanto lo ya firmado con otros países. Curiosamente, estos últimos sectores suponen mas del 10 % del PIB británico contra el magro 0.1% de la pesca. Debemos agradecer al Sr. Barnier la clara e inmediata respuesta al Sr. Frost, dejando claro que no se puede ir eligiendo lo que a uno le conviene en cada caso, como si uno estuviese eligiendo solo las cerezas más maduras. No dudaba el Sr. Barnier tampoco en recordarle al negociador británico que esta negociación emana de una decisión soberana, e indudablemente legitima, del pueblo británico, pero que las decisiones soberanas también tienen consecuencias.

Temor a los funcionarios que negocian ahora

Nos sentimos pues, como industria y como ciudadanos europeos, bien representados y defendidos por el Sr. Barnier y por las instituciones comunitarias y nacionales que representa. Creemos que nuestros derechos estan siendo defendidos con la valentía y dedicación requeridas, pero aun así vemos signos que nos llevan a la preocupación. El compromiso antes mencionado por parte de las altas autoridades nacionales y comunitarias fue clave a hora de reflejar la defensa de nuestro sector en los acuerdos de salida del Reino Unido. Ahora que se negocian los acuerdos que regirán el futuro de la relación, son otros los que se sientan en las mesas de negociación. En nuestro caso, funcionarios de la DG MARE a nivel comunitario y de Asuntos Exteriores en la coordinación general a nivel nacional. Y es ahí donde radican nuestros temores. Con estos últimos hemos encontrado menos empatía y compromiso, la actitud normal de estos departamentos a la hora de defender a la industria pesquera europea y española en anteriores ocasiones.

No pedimos más, tampoco aceptaremos menos

Llega el arreón final, con una primera evaluación del progreso realizado en torno al 30 de junio antes del esfuerzo negociador que debe de llevarnos a un acuerdo general antes del 31 de diciembre. Nosotros seguiremos peleando por nuestros intereses, alentando a que en España se escuche más al Ministerio de Pesca y menos a los funcionarios de Exteriores, y que en Europa prevalezca la clarividencia del Sr. Barnier. Él nos dijo casi al principio de todo este proceso que éramos el sector económico mas expuesto de todos al brexit, el único sector que dependía de concesiones de los británicos para mantener su actividad actual. No debiera nadie, pues, aceptar ninguna concesión en ningún otro sector si los británicos no se avienen a dejar las cosas como están en el nuestro. No pedimos más, pero tampoco aceptaremos menos.