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Un bocarte vale un céntimo en lonja

S. SERANTES REDACCIÓN/ LA VOZ

SOMOS MAR

Foto de archivo de pescadores descargando bocarte en Burela, la segunda lonja gallega por facturación de pescado
Foto de archivo de pescadores descargando bocarte en Burela, la segunda lonja gallega por facturación de pescado PEPA LOSADA

Precios irrisorios complican una costera de la que dependen cientos de gallegos

25 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Alrededor de doscientos cerqueros gallegos, asturianos, cántabros y vascos iniciaron el lunes una pesquería estacional esperada por todos como un alivio a la delicada situación de una flota cuyos problemas habituales de escasez de cuotas se han agravado por la crisis del coronavirus. Por eso aplazaron el arranque de la costera y se autorregularon, rebajando un 40 % las capturas diarias autorizadas por el Gobierno español. De poco les ha servido porque durante la primera semana los precios del bocarte en lonja han sido tan irrisorios que les han pagado un céntimo por pieza, e incluso menos.

No es una exageración. Como siempre en la pesca, la rula canta. Un kilo de bocartes de unas sesenta piezas se ha cotizado a sesenta céntimos en las lonjas cántabras y vascas. Obviamente insuficiente para cubrir gastos, ese precio no es el peor, porque a los últimos en vender han llegado a abonarles cuarenta céntimos por kilo y menos. Ahí comercializan sus capturas el medio centenar de barcos gallegos desplazados al este en busca de un pescado de temporada del que depende el sustento de más de quinientas familias gallegas.

El tamaño sí importa

Cierto que el tamaño no es el apropiado para las conserveras donde una especie que los científicos llaman Engraulis encrasicolus se elabora en su presentación más popular y conocida, la anchoa. A las transformadoras les interesan piezas más grandes, de unas cuarenta por kilo, esas de las que salen dos filetes por pez, cada uno de los cuales puede costarle al consumidor hasta un euro cuando están envasados en salazón y aceite.

Por la pandemia, el mercado de la conserva, el motor de la costera, va a medio gas. Por ejemplo, empresas que en estas fechas podían emplear hasta a cien mujeres para elaborar anchoas deben conformarse con menos de la mitad, para respetar las distancias de seguridad frente al covid-19. Otra prueba se vivió en la lonja de Laredo un día de esta semana, donde solo acudieron siete compradores a una subasta de bocarte en la que solían rondar la treintena, recuerda Eduardo Carreño, armador y patrón del cerquero Ardorán, con base en Portosín.

Una pequeña parte del boquerón se destina para consumo en fresco. Ahí los precios son mejores, hasta tres euros el kilo alcanzaron los primeros lotes en algunas subastas de la mañana en lonjas cántabras y vascas. Excepciones contadas porque esos mismos ejemplares recién capturados se los han pagado a los pescadores a medias de alrededor de un euro. Muchísimo más baratos que en la venta al público. Hay pescaderías donde pueden cobrar de cinco a siete euros por ese misma cantidad y producto.

Preocupadas y desanimadas por tan escasa recompensa económica para tanto esfuerzo, las tripulaciones de los cerqueros salen mar adentro en busca de piezas más grandes y, por tanto, más rentables. Este viernes por la mañana el Ardorán regresaba de una zona del Cantábrico situada a unos 130 kilómetros de la costa. Ahí, desde la altura de Santoña hasta la de Ondárroa, donde la costera pierde su nombre porque se aleja del litoral, sí encontraron bancos con ejemplares de más interés comercial, unos 44 por kilo. Sigue sin ser el ideal para las conserveras, pero con un poco de suerte pudieron pagárselos a un euro de media o más.

Con todo, de momento no ha quedado ningún bocarte sin vender, al menos que se sepa. El que no interesa a las conserveras y no va para fresco se congela y, por ejemplo, se envía a Marruecos, donde lo convierten en la pasta empleada para rellenar aceitunas. En el país africano lo transforman y lo reenvían a España, explica Eduardo Carreño.

«A única carta para sobrevivir»

Dispuestas a resistir porque sin cuota de xarda la otra alternativa para ganarse el pan podría ser una campaña de la sardina que comenzará el próximo mes, las tripulaciones de los cerqueros gallegos pasarán este fin de semana lejos de casa. «É a única carta da baraxa que nos queda para sobrevivir», sentencia Eduardo Carreño. Aunque este viernes a mediodía se ha acabado su trabajo, regresar a sus hogares por carretera resulta inasumible económicamente. El estado de alarma solo permite viajar a dos en un coche de cinco plazas o a veintidós en un autobús de cincuenta y cinco.

«Recluidos» a bordo, sin posibilidad de abandonar el barco excepto para comprar alimentos, medicinas, tabaco o prensa, afrontan un fin de semana que se hará «eterno». Acostumbrados al confinamiento, estos dos días y medio pesarán más de lo habitual porque han ganado mucho menos de lo previsto. El lunes volverán a faenar, confiando en dar con bocarte más grande. Igual que el resto de los pescadores, al mar no van a por pescado, sino a por el dinero que le pagan por el, indispensable para subsistir.