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Bocartes pequeños y precios bajos en el inicio de la costera en el Cantábrico

s. serantes REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Un tripulante del Ardorán recogiendo un lance de bocarte este lunes por la tarde, a unos 25 kilómetros del puerto de Santoña
Un tripulante del Ardorán recogiendo un lance de bocarte este lunes por la tarde, a unos 25 kilómetros del puerto de Santoña Cedida

Medio centenar de cerqueros gallegos en una campaña aplazada por la pandemia

21 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Por la crisis del coronavirus, los cerqueros acordaron aplazar a este lunes el inicio de la costera del bocarte, que se convertirá en anchoa en cuanto se filetee y se conserve en salazón y aceite. La Asociación de Organizaciones de Productores de Pesca del Cantábrico también decidió por mayoría rebajar el tope diario, de tal modo que los barcos autorizados por el Gobierno a capturar 10.000 kilos no podrán superar los 6.000 y los que tenían opción a descargar 8.000 se quedan en 4.400. Fuentes del sector estiman que unos cincuenta cerqueros gallegos participan desde puertos de Cantabria y el País Vasco en una campaña estacional que en su primer día indica que el pescado no escasea, pero su tamaño es pequeño, por lo cual los precios han sido bajos.

Grandes bancos de un pez al que los científicos llaman Engraulis Encrasicolus afloran en primavera frente al litoral cantábrico. Ajenos a la pandemia que sacude los cimientos de la sociedad mundial, suben a la superficie y se concentran para reproducirse y criar. Cerca de 29 millones de kilos puede capturar este año la flota española, un 3 % menos que durante 2019.

Después de más tres semanas amarrados porque agotaron la cuota la xarda, alrededor de un tercio de los cerqueros gallegos zarparon hacia el este del Cantábrico en busca de los bancos de bocarte. Unos quinientos tripulantes comparten caladeros con vascos, cántabros y asturianos.

De 3 euros el kilo a 90 céntimos

A bordo de uno de los pesqueros gallegos, el Ardorán, su patrón y armador Eduardo Carreño transmite por teléfono las impresiones del primer día de trabajo. A media tarde faenan «por fóra do monte de Santoña», a unos veintiséis kilómetros de tierra. Él y sus once tripulantes recogen un lance con el que completan el cupo diario de 6.000 kilos. Planean llegar a la subasta de las nueve de la noche en ese puerto cántabro. Del valor de su trabajo tienen como referencia la venta de la mañana. Hay bocarte, pero de momento solo han dado con el de talla pequeña, de unas cincuenta piezas por kilo. Los primeros alcanzaron los tres euros el kilo, pero menguaron al final de la puja bajaron a noventa céntimos.

Entre otras razones, porque no es el tamaño que interesa a las conserveras. Absorben un elevado porcentaje de las capturas para elaborar el bocarte como anchoa, aunque durante toda la costera también hay demanda para consumo en fresco. Condicionadas también por el coronavirus, conserveras cántabras advirtieron a los pescadores: no pueden garantizar la compra de todas las capturas. Otra razón por la que se retrasó el inicio de la campaña.

«Parece unha guerra química!»

En el aplazamiento ha sido clave la protección de las tripulaciones frente al coronavirus. No a bordo, porque es casi imposible mantener la distancia de seguridad, pero sí en el puerto y en las lonjas. Eduardo Carreño explica cómo ha cambiado el ambiente: «Parece unha guerra química! Mariñeiros e compradores protexidos con mascarillas, guantes ou pantallas, non hai bromas, os saúdos son a distancia... Hai medo ao contaxio», reflexiona.