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El coronavirus, un ensayo para el «brexit»

e. abuín / s. serantes REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Al fondo, mercantes guareciéndose del temporal en un fondeadero próximo a la bocana de la ría de Viveiro (foto de archivo)
Al fondo, mercantes guareciéndose del temporal en un fondeadero próximo a la bocana de la ría de Viveiro (foto de archivo) PEPA LOSADA

La flota del Reino Unido no tiene a quién vender la mayoría de su pescado sin los países comunitarios

05 abr 2020 . Actualizado a las 10:10 h.

Días atrás, los pescadores irlandeses de Dingle y Castletownbere, acostumbrados durante décadas a que allí atraquen, descarguen y se avituallen barcos gallegos o británicos y franceses con capital gallego, se plantaron en el puerto impidiendo la entrada a los no irlandeses, a pesar de los reproches de siete organizaciones pesqueras del país y la condena del propio Gobierno de Irlanda.

La excusa para el bloqueo fue el temor al coronavirus. Alegaron la falta de garantías de que esas tripulaciones cumplían las exigencias y medidas de protección impuestas a la flota irlandesa, como la declaración de salud marítima que exige su Gobierno. Pero en el sector español lo interpretan como un pretexto en el que subyacería el intento de forzar una salida a sus productos obstaculizando a la flota comunitaria que aprovisiona al mercado europeo.

En definitiva, una lucha por el mercado. Y es que las mayores dificultades a la exportación a países de la UE por las restricciones de la crisis, unidas al escaso consumo de la población local, dañan seriamente a la pesca irlandesa y de otras zonas del Reino Unido, como, por ejemplo, Cornualles.

Una prueba sería que los pescadores de Cork regalaron a la población pescado por valor de 4.000 euros, querían resaltar que sin los países de la UE no tenían a quién vendérselo.

Lo que ocurre en Irlanda no difiere mucho de la isla vecina. Esa que, además, quiere sus aguas para sí y duda de si abrirlas a cambio de acceso libre de aranceles al mercado comunitario. Por lo pronto, el coronavirus les ha servido de ensayo, un banco de pruebas de lo que sería un mercado cerrado con la UE. La Federación Nacional de Organizaciones de Pescadores británica (NFFO) admite muchos aprietos. China ya no pide cangrejo en las cantidades de antes; las cigalas congeladas siguen en su país de origen; el precio del pescado blanco ha caído por las dificultades logísticas y las restricciones a la importación; y ni siquiera han podido exportar la sepia que tanto demandaban Italia y Francia.

Lo reconoce también Elspeth Macdonald, presidenta de la Federación de Pescadores Escoceses (SFF): «Los mercados en los que vendían los barcos han desaparecido en gran medida por la pandemia de COVID-19, privando a muchos pescadores de sus medios de vida casi de la noche a la mañana».

Las 618.129 toneladas que, según estadísticas estadounidenses, descargan los barcos británicos en el Reino Unido como en el extranjero (390.000 en suelo de Gran Bretaña) es demasiado producto para que se lo coma un mercado nacional que consume del orden de 23 kilos por persona al año. De ahí que la crisis realce cuánto dependen de países que, como España, ingieren el doble (45,6 kilos per cápita, en datos del 2017), o a Italia y Francia, que con 30,9 y 33,7, respectivamente, superan a los británicos aún teniendo estos el fish & chips como plato nacional.

«Dura lección»

Desde luego el coronavirus «ha conseguido que pasen a un segundo plano problemas que hace unos días «para nosotros eran esenciales». Javier Touza, presidente de la Cooperativa de Armadores de Vigo (Arvi) se refiere al brexit, el divorcio que traía tan de cabeza a la flota gallega. Una preocupación que en estos momentos queda en segundo plano. Y no solo porque el equipo negociador, con Michel Barnier a la cabeza, esté enfermo de coronavirus y su equipo en cuarentena, sino porque «va a ser una prueba de fuego sobre cómo va a ser el día después del brexit», asevera.

 A juicio de Touza supondrá toda una lección de que en una economía global no tiene sentido poner barreras al mar. Por eso, está convencido de que esto va a ser una «dura lección para el Reino Unido, que se tendrá que plantear muchas cosas». Lo ha visto con el cierre de las comunicaciones, las medicinas y el pescado.

Para Jesús Lourido, gerente de la Organización de Productores Pesqueros Puerto de Celeiro, «queda en evidencia a dependencia real do mercado e quen son os consumidores de peixe en Europa, claro que esta experiencia aboca ineludiblemente a unha solución» al negociar el brexit. Sobre todo porque el Reino Unido constata «que non é posible vivir aillados nun mercado global». No duda de que, en caso de «persistir a posición británica, será o momento de que os consumidores europeos opten entre a flota comunitaria a que lle garante o aprovisionamento nesta crise ou outras».

Las repercusiones de la crisis del coronavirus en el sector pesquero del Reino Unido evidencian que se encontraría en un callejón sin salida si en las negociaciones del brexit persiste en la idea de quedarse con los caladeros y renunciar al mercado comunitario.

La crisis frustra la campaña para animar al consumo en Gran Bretaña

Que como se tenga que comer su pescado se va a ver en un problema, lo sabe el Gobierno británico. Por eso, este mes había lanzado, en colaboración con el sector, la campaña Sea for yourself, (Mar para ti o Pesca para tí mismo, podría traducirse), una acción promocional destinada a lograr que los ciudadanos consuman más pescados y mariscos de aguas británicas. Estaba pensada para desarrollarse entre abril y mayo, destinada a familias y mayores de 55 años y recurriendo a deportistas, influencers, chefs y otras caras conocidas, pero el coronavirus se ha interpuesto en el camino. Los promotores de la iniciativa querían aprovechar que cuatro de cada diez personas se mostraban dispuestos a incorporar pescado en el menú.