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El cambio climático y la recuperación de «stocks» dejan desfasado el reparto de cupos

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

LA SEXTA

Científicos alertan de que la clave fija de la UE puede dar al traste con una gestión sostenible

23 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los efectos del cambio climático se han aliado con la recuperación de determinados stocks en el Atlántico nororiental para tratar de mover los marcos a la estabilidad relativa, esa clave de reparto de las posibilidades de pesca entre los países de la Unión Europea contra la que tanto ha arremetido Galicia. Si no se han cambiado todavía es por la cerrazón de la mayoría de los Veintisiete a no mover ni un solo kilo en una distribución política, que encuentra respaldo legal en el derecho del mar, pero que la ley de vida y cuestiones biológicas están dejando desfasada. 

Porque lo que aventuraban hace unos años los científicos de AZTI sobre el cambio climático y el desplazamiento de las especies hacia el norte se ha cumplido al pie de la letra, subrayan Jose A. Fernandes y Guillem Chust, tras la publicación de la investigación realizada por un equipo liderado por el Consejo Internacional para la Exploración del Mar y la Universidad de Aberdeen sobre la cuestión.

La distribución de las especies ha cambiado. Variedades como la merluza, que antes estaban confinadas en aguas del sur europeo, han ampliado el área que ocupan y ahora se encuentra hasta en Noruega. Por el contrario, stocks habituales del norte europeo, como el bacalao, se han contraído. La caballa también campa más allá de sus antiguos fueros y a punto está de repetir la gesta de Amundsen. Otros pelágicos, por el contrario, se muestran en mucha menor abundancia. Verbigracia, la sardina.

Todos estos movimientos, por lo general hacia el norte, se deben, según los autores del estudio, publicado en la revista Ecography, se deben al calentamiento de los océanos, que hace que las especies se desplacen en busca de aguas más frías. Pero también contribuye la recuperación de las especies.

Moverse hacia aguas más templadas es lo que han hecho la anchoa, el jurel y el lenguado que han okupado el mar del Norte, el Báltico y el oeste de Escocia, ahora que allí han subido unos cuantos grados.

También se ha desplazado al norte la merluza, pero en este caso no solo porque busque más fresco, sino también por cuestión de espacio. El stock de esta especie se ha reconstituido de tal forma que en quince años ha quintuplicado el número de ejemplares que lo componen, dejando casi en ridículo a la caballa, que en ese período duplicó su volumen, detalla AZTI.

Una y otra han dado problemas. La xarda detonó una guerra entre la UE, Noruega, Islandia y las islas Feroe que aún colea porque los islandeses siguen asignándose el cupo que necesita su flota sin atender a las exigencias de contención que piden las demás partes contratantes de la NEAFC (Comisión de Pesquerías del Atlántico Nororiental). Y la merluza puso zancadillas a la flota británica para cumplir con la obligación de desembarque, con la que casi acaba estrangulada.

Desajustes

No son las únicas que se han movido. Lo han hecho las 19 especies estudiadas -de 73 stocks comerciales-, de las que siete se han desplazado a las áreas ICES adyacentes. Y lo que es más importante, según el estudio: cinco especies han mudado de área de TAC (total admisible de capturas), lo que puede «crear desajustes entre las cuotas asignadas por países y la abundancia en la zona.

Los quebraderos de cabeza que han dado la merluza y la caballa son la punta del iceberg del «problema perverso» que crea un esquema de asignación de cuota fijo, como es la estabilidad relativa, «ideados bajo condiciones ecológicas sensiblemente diferentes» de las actuales, exponen los científicos en el estudio. Y recalcan que, a pesar de que sus fallos se hacen «evidentes», esa clave se sigue usando para asignar cuotas. Es decir, que los países se resisten a mover unos marcos colocados tomando como base la composición de capturas de las flotas en la década de los 70 y han sido las capturas las que se han movido de esos mojones. Los investigadores advierten de que la salida del Reino Unido vendrá a complicar las cosas, puesto que marcará sus propias reglas de gestión.

Con todo esto, los científicos creen que ha llegado la hora de, por fin, mover los marcos. Paul G. Fernandes, de la Universidad de Aberdeen, apunta que a medida que los cambios en la distribución de las reservas con fines comerciales se hacen patentes: «Puede que haga falta revisar cómo se asignan algunas cuotas, con el fin de gestionar los stocks de modo sostenible».

 

La merluza es una pesadilla para el carbonero, y la xarda para el arenque

Aparte de dejar desfasadas decisiones políticas de hace más de 40 años y causar serios trastornos a la gestión pesquera, los cambios de temperatura en las aguas del Atlántico nororiental también están teniendo serios impactos ecológicos que pueden interferir en una explotación sostenible de los recursos.

Citado está ya el ejemplo de la merluza. Según el estudio publicado en Ecography, la estabilidad relativa reserva apenas el 3 % del TAC de merluza para el mar del Norte, dado que las capturas en los 70 eran insignificantes. Ahora, en ese caladero está el 34 % de todo el stock. Así, la flota escocesa tuvo que cubrir 4.993 toneladas de descartes. Pero, además, la expansión de esta especie ha afectado a las poblaciones de carbonero, con las que compite por el alimento. Y algo parecido ocurre con la caballa, que aparte de abrir frentes políticos entre países que la explotan, afecta a la población de arenque del mar de Noruega, cuyas larvas están integrando buena parte de su menú, minando así la consistencia de esta última población.

Y no solo eso. Las especies pelágicas tratan de mitigar el calentamiento de las aguas desplazándose en busca de caladeros con condiciones térmicas de su agrado, pero las demersales, sin tanta capacidad de desplazamiento, tratan de hallar esas aguas más frías no cambiando de latitud, sino de profundidad. Pero eso puede suponer que hagan la mudanza hacia «hábitats subóptimos», lo que podría conllevar a un aumento en el gasto metabólico o en una menor capacidad de alimentación, lo que tendrá efectos tanto en las tallas de los ejemplares, como en su peso.

Por último, las alteraciones en la distribución también pueden alterar la conectividad entre los hábitats adecuados que se requieren en las distintas etapas de la vida, algo esencial para cerrar el ciclo de vida. Eso son cuellos de botella, como los llama el estudio, ya se han detectado en el mar del Norte para la solla y el eglefino, que se ha visto en dificultades.