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Unas 640.000 toneladas de redes ejercen al año la pesca fantasma

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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PEPA LOSADA

Greenpeace alude a que suponen el 10 % de los plásticos en el mar para pedir zonas vedadas a la pesca

10 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Unas 640.000 toneladas de redes de pesca perdidas o abandonadas por las embarcaciones acaban cada año en los océanos, asegura Greenpeace. Y para dar una idea de la magnitud del problema señala que serían el equivalente en peso a más de 50.000 autobuses de dos pisos. Apunta, asimismo, que estos aparejos representan un 10 % de los plásticos que se encuentran en el mar. Además, a pesar de su olvido u abandono, estas redes siguen ejerciendo la labor para la que fueron ideadas, y continúan realizando lo que se conoce como pesca fantasma, capturas producidas por aparejos o artes de pesca perdidos o inatendidos que siguen funcionando. Provocan así la muerte de fauna marina que queda enganchada y atrapada en ellos.

Son datos que aparecen en un informe realizado por la organización conservacionista y que coincide con la expedición De Polo a Polo, que a estas alturas se encuentra en el monte Vema, una montaña submarina fuente de gran biodiversidad en el Atlántico, a 1.000 kilómetros de Sudáfrica, donde aún se pueden ver restos de la industria pesquera que alguna vez estuvo activa.

 «Mucho tiempo después de su vida útil, las redes siguen matando y mutilando la vida marina y contaminando incluso ecosistemas remotos como el monte submarino Vema. Es bastante macabro ver el legado de la pesca destructiva en un lugar tan lejano», señala Thilo Maack, portavoz de la campaña Protege los Océanos de Greenpeace.

 Hábitats submarinos dañados

El estudio muestra que el 6 % de todas las redes utilizadas, el 9 % de todas las trampas de pesca pasiva (nasas) y el 29 % de todos los palangres (líneas de pesca de varios kilómetros de largo) permanecen en el mar. Los viejos aparejos no solo siguen matando la vida marina, sino que también dañan gravemente los hábitats submarinos. Los montes submarinos se ven particularmente afectados porque, por su gran variedad de fauna, son zonas de intensa actividad pesquera.

«Incluso la langosta de Tristán, una especie icónica del monte Vema, que estuvo al borde de la extinción en dos ocasiones debido a la sobrepesca, muestra ahora signos de recuperación de la población, gracias a la prohibición de la pesca de fondo. Esto refleja cómo los océanos tienen una sorprendente capacidad de regeneración. Pero para hacerlo y prosperar adecuadamente en el futuro, el monte Vema y su ecosistema único deben estar completamente fuera del alcance de las actividades humanas dañinas. Las protecciones actuales para los ecosistemas en aguas internacionales claramente no son suficientes», añade Pilar Marcos, responsable de la campaña de Océanos en Greenpeace España.

la organización conservacionista reclama que se implementen medidas de gestión más estrictas contra las mortales redes fantasmas, incluyendo el acuerdo de un sólido tratado global de los océanos que podría proteger, al menos, el 30 % de las aguas para el 2030, prohibiendo las actividades humanas más peligrosas, incluida la pesca industrial.