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El arrastre gallego recoge en sus redes atunes podridos que tiran los franceses

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Afirma que el caladero está tan lleno de bonito como de barcos galos e irlandeses

17 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

España jamás había echado el cierre tan temprano a la costera del bonito como este año. En pleno verano, en temporada alta y aún sin vencer agosto, Madrid comunicó a la flota española que había agotado todo el cupo de Thunnus alalunga que le correspondía y, por tanto, tenía que amarrar. O dedicarse a pescar otra cosa. Y aunque se interrumpió abruptamente la pesquería, el bonito, por supuesto, siguió sus ritmos y continuó su ruta migratoria por el Cantábrico hacia Irlanda.

Así es que, cuando en otras épocas todavía había barcos gallegos y vascos capturando bonito, a estas alturas detrás del túnido solo están aquellas flotas que todavía tienen posibilidades de captura. Es el caso de los arrastreros pelágicos franceses e irlandeses. «O caladoiro está atestado de barcos estranxeiros», explica un armador coruñés del arrastre. Son pesqueros que trabajan a la pareja y que capturan bonito y otras especies de atunes que, después de los problemas que tuvieron en los puertos gallegos hace dos costeras, suelen descargar en muelles franceses.

Y vale que faenen fuera de las 12 millas españolas. Y que pesquen el cupo que les corresponde. Pero lo que ya no es aceptable es que los arrastreros españoles tengan que sufrir las consecuencias de sus malas prácticas. Porque cada vez es más frecuente que, entre las pescadillas, rapes y meigas que entran en el copo, vengan también ejemplares de bonito, de patudo o de atún rojo podridos y que supuestamente han sido devueltos al mar muertos por los pelágicos franceses o irlandeses. Hay quien asegura que más que descartes son pérdidas o caída de capturas durante las tareas pesqueras. Sería como cuando a las parejas gallegas se les queda atrás algún lirio en las maniobras de recogida de las capturas. Claro que el impacto de cuatro bacaladillas que no suman ni un kilo, no tiene nada que ver con un par de buques de arrastre pelágico que pierden cuatro atunes, alguno de los cuales puede pesar más de 60 kilos, dicen.

Desechos en el fondo

Sean descartes intencionados o pérdidas involuntarias, lo cierto es que si se dejan tirados en las zonas en las que opera el arrastre, esos ejemplares que van al fondo, sirven de alimento a otras especies y se deterioran, son recuperados después por las redes de los arrastreros gallegos.

Afortunadamente, en estos casos sí se pueden devolver los atunes putrefactos al mar. Porque esa es otra. Según la legislación española, los barcos arrastreros de su bandera no pueden descargar ni retener a bordo ni un solo ejemplar de pez espada, bonito, atún y especies afines. Y, de acuerdo con la normativa comunitaria, está prohibido descartar especies sometidas a cuota. Por tanto, si por casualidad cae algún ejemplar de esos pelágicos en el copo del arrastre, los armadores se ven en la tesitura de tener que incumplir una normativa o la otra. Que se lo digan al armador coruñés que la semana pasada fue expedientado en Corme por tener a bordo un pez espada, un atún rojo y un patudo. «Madrid non mo deixa traer e Bruxelas non me permite tiralo, a ver que fago?», argumenta Pablo Pombo, propietario del pesquero afectado. Este hace ver que lo que antes era algo poco frecuente, con tanto túnido en el caladero se está convirtiendo en algo habitual, por lo que se hace urgente cambiar la legislación española para permitir comercializar las capturas accesorias, aunque sea descontándolas contra otras cuotas. No es nada diferente de lo que hacen los barcos portugueses, a los que si les llega a caer un «señor pez espada», de 200 kilos como el que entró en las redes del Pombo V hacen una fiesta.

La ley española no permite descargar túnidos al arrastre y Bruselas les prohíbe descartarlos